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La última caída de Sito Miñanco

Ramón Prado Burgallo, 44 personas de su red y las principales empresas del entramado van camino del banquillo

Sito Miñanco a su llegada a la Audiencia Nacional Miguel Muñiz
Isabel Vega

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Sus antecedentes penales constituyen una suerte de índice de la historia del narcotráfico en España desde los años 90. Ha caído varias veces y la penúltima, bien fuerte: 16 años y 10 meses a la sombra por sentencia firme de la Audiencia Nacional. Pero Ramón Prado Burgallo no se ha dado a conocer en todo el mundo bajo el pseudónimo de Sito Miñanco por haberse reinsertado. En la recta final de aquella pena, en tercer grado y echando horas en un parking de Algeciras, andaba de nuevo con la vista puesta en las Rías y en la forma de transportar toneladas de cocaína a España y otros países europeos.

En el auto en el que ha sido procesado por un rosario de delitos que dibujan de nuevo un horizonte penal por encima de una década de cárcel, la juez María Tardón utiliza un par de frases que definen ese empeño. La primera habla de Miñanco y su «voluntad criminal inquebrantable» . Sirve a la juez, como a la Fiscalía Antidroga que ha pilotado la Operación Mito que ahora le volverá a sentar en el banquillo, para explicar que siguiera adelante. Aun cumpliendo condena, aunque la gran operación que tuvo entre manos acabó con un alto al buque nodriza que transportaba 3.300 kilos de cocaína cuando bordeaba las Azores.

Llevaba meses preparándolo con sus dos lugartenientes, Luis Enrique García Arango, alias 'El Viejito', que le hacía además de contable; y Juan Antonio Fernández, 'Chus'. Eran la cúspide de una pirámide dirigida con mano de hierro - «personalista», diría la juez-, y sustentada por decenas de soldados: Desde los encargados de guardarles las espaldas hasta los que le transportaban el dinero maleta en mano pasando por pilotos de lanchas de película, como la «Gran Dama Uno», una semi-rígida gris de doce metros de eslora con cuatro motores que sumaban 1.400 caballos de potencia. Son 44 personas las procesadas.

Miñanco, del que constan escuchas y reuniones en distintos puntos de España, llegó incluso a supervisar en Portugal una fábrica donde le hacían los flotadores. Tuvo que ordenar la vuelta de las planeadoras , que habían salido al mar sin saber que aquel buque de tripulación turca y capitán azerbayano había sido interceptado con sus 165 fardos bajo las cocinas.

Pero «pese a la intervención policial y el resultado negativo de esta operación, no se desanimó ni cejó en su empeño de acometer otras operaciones de introducción de droga», dice la juez. Además, «no había perdido la confianza que sus contactos en las organizaciones de suministro de la sustancia depositaban en él». Era Sito Miñanco.

No pasó lo mismo con la segunda operación que se le atribuye y por la que fueron intervenidos 615 kilos de cocaína en Países Bajos: « los suministradores de la sustancia les reclamaban pruebas de que la droga había sido realmente aprehendida ».

Golpe al entramado empresarial

Era noviembre de 2017 y a Miñanco le dio igual, «continuó manteniendo distintos canales abiertos para perseverar en las operaciones ». Seguía, además, enviando dinero a Colombia en efectivo y usando correos humanos. Y en eso estaba cuando en febrero de 2018 fue finalmente detenido junto a gran parte de la organización que había reconstruido desde la cárcel a sus 63 años .

Pero hay algo en la Operación Mito que no tuvieron las anteriores. Ahora, el Código Penal sí recoge la responsabilidad de las empresas. Cinco van camino del banquillo y entre ellas, Inmobiliaria San Saturnino. Administrada por su exmujer, María Rosa Pouso, condenada en 2012 por blanqueo, le había permitido «continuar ocultando los beneficios resultantes de su actividad criminal».

Ha contado así, todo este tiempo, con recursos e infraestructura, además de aquella «voluntad inquebrantable». Una segunda frase de la juez, como explicación del empeño: «Era ese y no otro, su único modo de vida».

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