Testamento de un monárquico
El reconocido empresario menorquín Juan Ignacio Balada Llabrés, fallecido hace dos meses en el municipio de Ciudadela, era un convencido patriota y un apasionado defensor de la Monarquía, a la que veía como símbolo de la unidad de España, algo que sabían muy bien sus familiares y amigos. Pero lo que seguramente desconocían era que su afecto hacia la Familia Real era tan grande que en su testamento dejó escrita su voluntad de que la mitad de su fortuna, estimada en varias decenas de millones de euros, pasase, en calidad de herederos, a los Príncipes de Asturias y a los ocho nietos de los Reyes. Así lo desvelaba ayer la edición de Menorca del diario local «Última Hora», noticia de la que rápidamente se hicieron eco las diferentes emisoras de radio y de televisión.
El abogado de Juan Ignacio Balada Llabrés ya se ha puesto en contacto con la Casa del Rey para comunicarle los términos concretos del testamento, que una vez conocidos todos los detalles del mismo, podría ser finalmente aceptado por los Príncipes.
Un gran inversor
Las personas que conocieron a Juan Ignacio coinciden en destacar que era un hombre liberal y reservado, que dedicó la mayor parte de su vida profesional a hacer un muy buen uso de la fortuna que, a su vez, había heredado de sus padres, conformada sobre todo por propiedades inmobiliarias y diversos terrenos. De hecho, dicha fortuna se incrementó con acertadas inversiones en bolsa, que incluían su participación en el negocio del petróleo.
Curiosamente, del testamento han quedado excluidas no sólo las dos únicas familiares directas de Juan Ignacio, María del Carmen y María del Pilar Arregui Llabrés, primas suyas residentes en Madrid y en Canarias, sino también amigos suyos y el propio municipio de Ciudadela, en donde nació y residió la mayor parte de su vida, y en donde poseía nueve bienes inmuebles, entre ellos la casa en la que vivía, en la plaza Ampordà. Como anécdota, cabe señalar que cuando Juan Ignacio murió, su albacea ordenó cambiar la cerradura de su casa.
En concreto, Juan Ignacio ha dejado la mitad de sus bienes personales a los Príncipes y a los ocho nietos de los Reyes, aunque no se ha precisado en qué proporción, y la otra mitad ha dispuesto que se destine a una fundación dedicada a la ayuda social y cultural. El Palacio de La Zarzuela no ha confirmado si los Príncipes aceptan la herencia en su nombre y en el de sus hijas las Infantas, ni si la Infanta Doña Elena y los Duques de Palma la aceptan en nombre de sus hijos. Todo parece indicar que la Casa del Rey está estudiando los términos del testamento para tomar una decisión sobre este legado. Aunque no es una práctica muy frecuente, existen precedentes de algunas personas que, por su lealtad monárquica o su aprecio a la Familia Real, han nombrado a sus miembros herederos de toda o de parte de su herencia.
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