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Seísmo en el Oasis catalán

Se ha destapado la caja en la que Fèlix Millet aparece como manzana podrida, tornando putrefacta una de las joyas de la cultura catalana. El bochorno se extiende en esa élite que mueve los hilos de patronatos, consejos y salones de una sociedad que presumía de edén al margen del pecado

«Es una verdadera pena, es increíble, pobre familia», me comentaba impresionada Paloma O'Shea respecto del impresionante desfalco a las arcas de dos entidades fundamentales de la cultura catalana como son el Orfeó Català y el Palau de la Música Catalana, edificio declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco y uno de los orgullos de la sociedad barcelonesa. Se refería a Fèlix Millet y a su estirpe después de que se ha destapado la caja en la que él aparecía como manzana podrida, tornando putrefacta una de las joyas de la cultura local.

Millet, admirado, temido y respetado, ahora transformado en un delincuente con rasgos enfermizos, ha creado con su ambición desmedida un profundo malestar en la opinión pública y ha removido hasta sus mismos cimientos el hasta ahora pacífico y discreto «Oasis catalán» en el que nunca pasa nada, y si pasa, se soluciona rápidamente para pasar página. Pero el ya conocido como «caso Palau» —al que la prensa catalana ha dedicado ríos de tinta— ha abierto una herida que no cicatriza, afectando a la totalidad de la cultura local y convulsionando al «establishment», también conocido como sociedad civil o alta burguesía. Porque el otrora prohombre Fèlix Millet —dicen que en su familia insisten en llamarle Fèlix Maria para no «ensuciar» el nombre de su padre— es un personaje clave en la reciente historia de Cataluña debido a sus logros, a su poder y a su caída en desgracia; poseedor de las más altas distinciones de Barcelona y de Cataluña, era, a los 74 años, parte fundamental de ese círculo de familias que mueve los hilos de la sociedad catalana.

«Somos unos 400 y siempre somos los mismos», afirma el propio Millet en el libro de Pere Cullell y Andreu Farràs «L'oasi català. Un recorregut per les bones famílies de Barcelona». Un grupo de influencia que se pasea por salones, patronatos o consejos de administración de entidades como el Círculo del Liceo, La Caixa, el Barça, el Círculo Ecuestre, el Club de Polo, el Palau, el Ateneu barcelonés...

Escabrosos detalles

Muchos de ellos no salen del estado de choque —y de la indignación— sobre todo con los escabrosos detalles filtrados a la prensa en el levantamiento parcial del secreto del sumario de la semana pasada, en el que se habla de acoso sexual, pisos para encuentros sexuales, cajas de preservativos... «Nos hemos quedado impactados», afirma Adela Subirana, patrona de la Fundación del Palau y presidenta del Grup Set de mujeres empresarias que el pasado año le otorgara a Millet el título de «Ciudadano que nos honra». «Fèlix tenía nuestra plena confianza y veíamos sus logros. Nuestra parte de culpa, como patrono, está en no haber exigido claridad en la gestión. Ahora toca apoyar al Palau y a los coros del Orfeó», apunta sin salir de su asombro.

En la misma línea se han mostrado políticos, programadores y empresarios. Porque Millet, durante 30 años, fue el eje fundamental del Orfeó y del Palau siendo sobrino nieto del fundador de la entidad coral, hijo y nieto de ex presidentes del Orfeó y dueño de un apellido que abría muchas puertas.

Los artistas, en cambio, se han declarado mucho más críticos y recelosos, ya que el escaso interés por la música de Millet era de todos conocido. Pero a ojos de las administraciones y del empresariado, este detalle quedaba a la sombra de lo que había conseguido con el apoyo del Consorcio del Palau —integrado por la Generalitat de Cataluña, el Ministerio del Cultura, el Ayuntamiento de Barcelona y el propio Orfeó—, recibiendo hasta del propio José María Aznar recursos públicos para mantener, renovar y ampliar el edificio de Domènech i Muntaner. Más de 200 empresas le aportaban grandes cantidades para financiar la actividad artística, ayudado en su tarea de experto en relaciones sociales y empresariales por su apellido.

Con la flor y nata

Relacionado con la flor y nata de la sociedad catalana, miembro y consejero de casi un centenar de entidades públicas y privadas, (como Bayer, Agrupació Mútua, FAES o Bankpyme), Millet es perito agrónomo y comenzó a amasar su fortuna personal en la colonia Fernando Poo. Durante la transición se hizo cargo de un Palau que se caía a trozos bajo la presidencia de Joan Anton Maragall. Jordi Pujol, antes de asumir como president, consiguió que llegara a la cima del Palau: en ese entonces, Millet resistió bien el escándalo Renta Catalana (1983, que salpicó a varios políticos de CiU), siendo acusado de falsificación de documentos e ingresando unos meses en prisión. Pero todo eso pasó al olvido, sobre todo a partir del triunfo convergente en la Generalitat. Lo esperaba el Barça, del que llegó a ser vicepresidente, y, desde el Palau, una brillante carrera, consiguiendo con su éxito quitarle patrocinadores incluso al Liceo, de cuyo patronato también era miembro.

Volviendo a su nulo interés musical, en sus tres décadas de reinado sin una dirección artística clara, llegó a tener una decena de ciclos —desde la clásica a la popular— con errático signo estético y mucho olfato mercantil. Un manifiesto firmado por músicos y programadores —desde Jordi Savall a Antoni Ros Marbà— denuncia este punto, como también la pérdida del acento catalanista del Palau.

Esta profunda crisis, probablemente, permitirá un replanteamiento de esta entidad, herida, pero que en la música y en la cultura entiende que está su futuro.

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