Sánchez rompe a Ciudadanos

El partido de Rivera no está ni mucho menos en descomposición, pero sí en una refundación más táctica que ideológica

Sánchez recibe a Rivera en el Palacio de la Moncloa EP

No es descartable que en esta ocasión el análisis de Gabriel Rufián sobre la fractura en Ciudadanos sea acertado. La renuncia al escaño de Toni Roldán, y su salida de la Ejecutiva y del partido, es indiciaria de que la contestación interna a Albert Rivera ... es mayor de la que se percibía. No era solo la egolatría disidente y rebelde de Manuel Valls la que había causado una convulsión interna. Ni tampoco las negociaciones encubiertas con Vox y el PP, aunque ese argumento se presente como coartada y prurito de aparente dignidad política. Rufián, como muchos otros, sostienen que la dimisión de Roldán no tiene que ver con el «giro» a la derecha de Ciudadanos: « No se va porque es más progre , sino más listo; el business está abandonando a Rivera; y puede que su marcha confirme el no de Ciudadanos a Sánchez».

Ciudadanos no está ni mucho menos en descomposición, pero sí en una refundación más táctica que ideológica. Antes de las elecciones generales, Rivera tenía dos opciones : mantener su eterna ambivalencia programática sustentada con la etiqueta biensonante de «centrista liberal», con el riesgo añadido de convertir con el tiempo a Ciudadanos en un «partido escoba» del PSOE; o afrontar el liderazgo de la derecha superando a un PP decadente como único modo de ganar La Moncloa. Optó por la segundo y fracasó en su doble empeño.

Ahora, la frustración le ha obcecado, y ha convertido a Ciudadanos en un partido disperso, resignado y sobreactuado con serias dificultades para lograr sus objetivos. En un partido tan monolítico en su estructura orgánica durante trece años y con un hiperliderazgo tan señalado e indiscutido, que cuatro miembros de la dirección voten contra la pretensión de Rivera de mantener el veto a Sánchez demuestra que la quiebra existe. O que Rivera flaquea. Y no por un quiebro ideológico que Roldán y otros críticos siempre aceptaron, sino porque Ciudadanos se desgasta, pierde frescura electoral, y se cierra puertas con el empresariado.

Hasta el pasado lunes, el PSOE seguía recurriendo a Ciudadanos de modo secreto, privado y desesperado para que pactase con Sánchez la legislatura. El miedo escénico que el empresariado o el Ibex tienen a un Gobierno de Sánchez con Podemos es real. Y la preferencia de Sánchez por Ciudadanos no era una añagaza. Quería garantizarse cuatro años de estabilidad que con Podemos y ERC siempre serán una lotería. Pero hasta hoy Rivera ha soportado la presión porque el temor de perder 2,3 millones de antiguos votantes del PP no sería una quimera si cediese. En su día, recibió apoyos y simpatías del Ibex que hoy decaen. Conviene engañarse lo justo: Sánchez no tendrá dificultad alguna en salir investido con Podemos y sus socios de moción de censura, pero sí en gobernar. Y si decide repetir elecciones, habrá roto a dos partidos: a Podemos por la cuaderna, y a Ciudadanos por el alto riesgo de sus apuestas.

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