Con lo que yo he hecho

La corrupción ha sido el modo tradicional que ha tenido el catalanismo de no admitir su cobardía. Los políticos nacionalistas han tratado siempre a Cataluña como a Nicole Kidman en Dogville. A cambio de una protección que además al final es falsa, y a cambio —que es lo mismo— de una hoja de servicios que al final siempre queda empañada por la mediocridad, la renuncia y el miedo , tanto Cataluña como la protagonista de la película acaban atadas a una rueda por quienes más dicen estar a su servicio. «Con lo que yo he hecho por este país», Vendrell o «con lo que me arriesgo escondiéndote», que es la excusa que los supuestos defensores de la pobre Nicole utilizan para abusar cruelmente de ella.

Cataluña no ha hecho nunca ningún buen negocio con su articulación política. Ha hecho buenos negocios con sus médicos, con sus escritores, con sus músicos, con sus deportistas, con sus empresarios, industriales e ingenieros. Pero precisamente los políticos han sido siempre una calamidad de conocido resultado, y en lugar de reconocer sus fracasos se han creído con derecho al trapicheo y al desfalco.

Parece poco probable que el juez tenga alguna evidencia contra los detenidos, que ayer fueron puestos en libertad con cargos, y es absurdo tomar en serio delirios como el de los 10.000 soldados rusos, pero una vez más la derrota y el trapicheo han sido el lastimoso y patético final de recorrido de las quimeras del catalanismo . Sin unos votantes tan fanatizados, infantiles e incapaces de asumir el más elemental principio de realidad, no harían tanto el ridículo.

Ferrusola salía ayer del hospital y Vendrell de los calabozos. Son una misma cloaca al descubierto, una misma degradación, una misma enfermedad. Y podrían salir o volver a entrar.