Rosario Porto acumuló 50 sanciones en las dos cárceles gallegas en las que estuvo
La abogada disponía de 1.500 euros al mes en su cuenta de peculio aunque el máximo de gasto permitido son 100 a la semana
El día antes del suicidio estuvo bromeando con la encargada del economato; en su módulo ordinario hay una presa yihadista
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Iniciar sesiónRosario Porto, condenada por matar a su hija Asunta en 2013, casi nunca se plegó a las estrictas normas de prisión. Y cuando parecía que lo había logrado y que había superado sus intermitentes depresiones, decidió quitarse la vida en su celda de la cárcel de Brieva ... (Ávila), en la que dejó todas sus pertenencias recogidas y se ahorcó con el cinturón de una bata violeta mientras sus compañeras desayunaban. Había sido trasladada a ese centro penitenciario de mujeres el pasado 10 de marzo, no porque ella lo pidiera, sino por decisión de los responsables de A Lama (Pontevedra) donde jamás se adaptó.
Los siete años transcurridos desde que pisó la cárcel por primera vez el 27 de septiembre de 2013 no habían transformado su rebeldía ni sus ínfulas de superioridad. Desde entonces, cuando ingresó en el penal de Teixeiro (La Coruña) y hasta marzo, había acumulado nada menos que cincuenta sanciones , según fuentes penitenciarias. Ni acató las normas en esa cárcel ni tampoco lo hizo en la de A Lama a la que fue trasladada después.
«No quiero desayunar, no me gusta esto. No voy a limpiar lo que otras ensucian», eran algunas de sus desairadas respuestas ante las órdenes de los funcionarios. «Se creía por encima de la mayoría, no siempre pero sí con mucha frecuencia. La más lista y la más educada», explican las fuentes consultadas.
Presa de apoyo antes de estar sola
En su expediente penitenciario destacan dos circunstancias por encima de las demás: las sanciones y las numerosas ocasiones en las que ha estado sometida al protocolo de prevención de suicidios, seis en total. En 2013, 2015, 2016 y en los años sucesivos hasta mediados de este cuando salió de la enfermería de Brieva ante su mejoría. El día que ingresó por primera en 2013 vez el médico de guardia que la examinó ya propuso que se la incluyera en el programa. Porto le contó que padecía depresión desde julio y se estaba medicando por prescripción de un psiquiatra.
Tras abandonar la enfermería de la cárcel abulense se le asignó una celda con presa de apoyo en un módulo ordinario, pero después la abogada pidió estar sola en una celda y se le concedió, ya que había mejorado y cambiado completamente su actitud -no tiene ni una sola sanción desde que llegó- y su diagnóstico.
Porto se había granjeado la confianza de sus compañeras de módulo. Les ayudaba en tareas burocráticas relacionadas con su situación procesal, se reunía con algunas e intimaba con otras. No demasiado, seguía pasando mucho tiempo sola escribiendo y leyendo y había rechazado un destino (tener una ocupación). En ese módulo conviven internas condenadas por todo tipo de delitos, incluida una presa yihadista que está clasificada en primer grado pero a la que se concedió ese cambió ante su evolución positiva. En la misma cárcel está ingresada también Ana Julia Quezada, condenada a prisión permanente por el asesinato del pequeño Gabriel. En algunas actividades ambas han debido de cruzarse muchas veces.
Cuadernos manuscritos
El día antes del suicidio estuvo charlando animada con la responsable del economato, al que era asidua. Porto se había quedado sola en el mundo, pero su situación económica seguía siendo inmejorable, pese a lo que se ha dicho. Un ejemplo son los entre 1.000 y 1.500 euros que jamás faltaban en su cuenta de peculio, una cantidad diez veces superior a lo que está permitido gastar a la semana a cualquier interno. Sus requerimientos al demandero de la prisión de los mejores cosméticos eran constantes. La interna no quería renunciar a los caprichos a los que era asidua antes de convertirse en asesina.
Dos inspectores de Instituciones Penitenciarias se trasladaron a la prisión de Brieva para recabar datos y tomar declaración a las personas (funcionarios e internas) que estuvieron cerca de Charo Porto sus últimos días. En paralelo, la Policía Judicial sigue una investigación para aclarar qué sucedió y de esas pesquisas forma parte la recogida de todas las pertenencias de la abogada asesina, incluidos varios cuadernos manuscritos cuya existencia ha levantado gran expectación. A Asunta la mataron sus padres cuando no había cumplido 13 años. Quedó demostrado cómo. Jamás, por qué. La mitad del secreto la guardaba su madre.
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