ETA reservó a las mujeres, salvo tres excepciones, un rol secundario
Yoyes, Anboto e Iratxe Sorzabal, las únicas que llegaron a la cúpula
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Iniciar sesiónEl papel de la mujer en las organizaciones del autodenominado Movimiento Liberación Nacional Vasco (MLNV) ha sido, en líneas generales, secundario: «No porque no asesinaran, ni perpetraran cualquier barbaridad incluso con más fiereza que sus compañeros, sino por ocupar puestos menos relevantes », reflexionan ... los expertos de la lucha contra el terrorismo consultados por ABC. «En el País Vasco, en esa época, las mujeres mandaban dentro de casa, pero fuera su papel era poco importante ».
En el MLNV, donde estaba desde la propia ETA hasta KAS, pasando por las Gestoras y sus sucesoras, entre otras organizaciones, surgió Egizan para incorporar el feminismo a la 'lucha por la independencia vasca' y dar apoyo a la mujer dentro del entramado. Lo cierto es que se creó tarde, en 1987, y tuvo muy poca relevancia, lo que demuestra, una vez más, el papel secundario que este sector de la población tenía en el mundo abertzale radical. Su objetivo declarado era «hacer partícipes a las mujeres del proceso de liberación nacional» vasco. Desapareció en 2000 sin apenas haber conseguido notoriedad.
En la historia de ETA apenas tres mujeres han alcanzado puestos de la máxima relevancia en la banda terrorista. La primera de ellas fue Dolores Catarain, Yoyes, que fue asesinada el 10 de septiembre de 1986 en Ordicia a manos de José Antonio López Ruiz, Kubati, delante del hijo de la víctima, entonces de tres años. Su 'delito', haber traicionado a la banda tras haber formado parte de su comité ejecutivo.
«No quiero convertirme en la mujer que, porque los hombres consideran de alguna forma macho, es aceptada -reflexionaba Yoyes en su día-. Cómo lograr que mi presencia signifique de hecho que otras también puedan estar, cómo lograr que mi presencia llame a otras y no tienda a considerarme, de alguna forma, un bicho raro, cómo lograr que estos hombres comprendan que la liberación de la mujer es un objetivo revolucionario para que lo asuman plenamente (...); cómo lograr que desgajada de lo específicamente feminista, mantenga vivo el problema y sepa distinguir lo revolucionario de lo anecdótico y reformista; cómo fusionar revolución y liberación de la mujer»».
Y en otro pasaje, la terrorista añadía: «Te haces una idea igual un poco equivocada de lo que es; no sé, te crees que te has metido en una organización en que la gente va igual como tú , que es supermaja, que estamos superliberados de cantidad de cosas, y te metes en una organización en que la gente funciona igual-igual que en una sociedad como la de ahora, por ejemplo, en el rollo de feminismo y todo eso te quiero decir».
Hubo que esperar bastantes años para que la segunda de las mujeres etarras llegara a lo más alto de la organización. Se trata de María Soledad Iparraguirre Guenechea, Anboto , si bien hay quien en su caso establece una relación entre su incorporación al comité ejecutivo de ETA, como jefe de los comandos legales, con el hecho de que fuera pareja de Mikel Albizu Uriarte, Mikel Antza , considerado en su día número 1 e ideólogo de la banda. La exdirigente etarra fue extraditada en 2019 para responder de doce atentados de los que está acusada en España.
La última terrorista que accedió a la cúpula etarra fue Iratxe Sorzabal, si bien ya en una etapa en la que la banda languidecía y su derrota final estaba muy próxima. Con un amplio historial terrorista a sus espaldas, que incluye asesinatos, junto con David Pla e Izaskun Lesaka leyó en 2011 el comunicado en el que ETA anunció el cese definitivo de la actividad terrorista, que fue el reconocimiento de una derrota sin paliativos.
Por supuesto ha habido otras mujeres importantes en ETA, como Ainhoa García Montero, subjefa del aparato Arrantzale, Mercedes Galdós, o Carmen Guisasola, que antes de emprender la Vía Nanclares y arrepentirse de sus crímenes fue nombrada por los presos de la banda como interlocutora del Gobierno en una negociación y estuvo al mando de los comandos de 'liberados' de la organización terrorista. Lo mismo puede decirse de Ainhoa Múgica Goñi, que tuvo responsabilidad sobre comandos, pero como en el caso de Iratxe Sorzabal pudo tener que ver en ello que su pareja fuera José Antonio Olarra Guridi, hasta su detención jefe del aparato militar en la organización. Pero su peso, como el del resto de las citadas, en las decisiones estratégicas de la banda era pequeño.
«El número de mujeres integradas en ETA siempre ha sido mucho menor que el de los hombres, pero también es verdad que su determinación y violencia podía ser mucho mayor que la de ellos, quizá porque veían en ese uso desproporcionado de la fuerza una forma de integración en la banda en condiciones de igualdad con sus compañeros hombres», reflexionan fuentes de la lucha contra el terrorismo. Un ejemplo paradigmático es el caso de Idoia López Riaño, Margarita, aunque rebautizada periodísticamente como Tigresa, que actuaba con una crueldad casi sin límites.
«Es más; en los interrogatorios ellas siempre mostraron una capacidad de aguante mucho mayor que las de ellos; en estos trances romper psicológicamente al terrorista es clave para obtener la información que se busca, y las etarras siempre eran mucho más fuertes mentalmente. Por mucho que se las acorralara eran capaces de mantener silencio y apenas les arrancábamos confesiones, o eran muy básicas y sin implicar a nadie».
Hay otro dato que demuestra el escaso peso femenino en el entramado etarra. En los conocidos como «taldes Y», encargados de cometer actos de terrorismo callejero para presionar al Gobierno y que actuaron entre 1990 y 1995, el papel de las mujeres era inexistente . Y en los grupos de sabotaje, sucesores de los anteriores aunque sin dependencia alguna de Jarrai, las chicas apenas representaban un 5 por ciento del total de individuos que se dedicaban a esas actividades. Hay que recordar que unos y otros fueron la cantera de ETA.
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