Regalos, un debate en salazón
Si recibir «dádivas», por parte de una autoridad, al margen de su valor, es un «cohecho pasivo», ¿qué son las latas de anchoas que Revilla le regala a Zapatero? No hay reglamentación al respecto
¿Son o no son un cohecho pasivo las anchoas que el presidente cántabro Miguel Ángel Revilla regala a José Luis Rodríguez Zapatero cada vez que le visita en Moncloa? Si nos atenemos a la doctrina aplicada por el Tribunal Superior de Justicia de la ... Comunidad Valenciana a Francisco Camps para implicarlo en el «caso Gürtel» podría ser así, según sostuvieron ayer dirigentes del PP. El magistrado le da más importancia a la «dádiva» de unos trajes que al precio de los mismos que, llegado el caso, puede ser «escaso» o «ridículo». Es más, la imputación se refiere sólo y exclusivamente al hecho de haber recibido este regalo, que no lo podría hacer en calidad de «autoridad o funcionario público».
¿Qué diferencia hay entre recibir unos trajes o una caja de anchoas o de aquellos carísimos puros habaneros que se han saboreado en Moncloa, si lo realmente importante es que se regalan para recibir algo a cambio? Desde el PP se aferraron a esta duda para meter el asunto de los regalos en salazón. Porque unas anchoas pueden llegar a ser más importantes que un reloj de lujo, según lo que se reciba a cambio. Lo dijo ayer Rita Barberá, al pedir que se investiguen las anchoas, la «dádiva» de Revilla a Zapatero, ya que si se pide la dimisión de Camps tendría que seguirle «todo el país, empezando por el presidente del Gobierno. Todo el mundo conoce que Revilla obsequia a Zapatero por agasajo o complacencia».
La recurrencia, en casos como este, tampoco funciona a favor del que regala y el que recibe, pues según sostiene el magistrado José Flors en su auto la reiteración de regalos no pueden ser equiparados a detalles de cortesía que «los usos sociales aceptan como inocuos y admisibles».
Sin legislación
¿Cuántos y qué regalos reciben los políticos? Imposible saberlo porque no hay una normativa que regule el destino de estos obsequios. Como norma no escrita, los regalos que reciben los presidentes del Gobierno se envían a Patrimonio del Estado, excepto los que tengan valor sentimental o personal, como una placa de agradecimiento o un producto perecedero.
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