Quince años sin Miguel Ángel
Tres lustros después del asesinato del edil del PP, el «espíritu de Ermua» se ha diluido en un pueblo que mira al futuro
itziar reyero
Hace ya algún tiempo que los ojos de Ermua se secaron. Nadie sabe bien cuándo, pero el latido del pueblo que gritó «¡libertad!» y viró la mirada del mundo entero ante la tragedia humana arrastrada por ETA lleva años a ritmo pausado. Salvo para ... Miguel Ángel, la vida continúa en este pueblo de 16.000 habitantes que une Vizcaya con Guipúzcoa. Sus preocupaciones andan sujetas a la crisis del dinero y a problemas de tipo doméstico, como las obras de la variante que debiera descongestionar el denso tráfico de camiones que circulan por su espina dorsal y cuya parálisis sacó el viernes a dos mil personas a la calle para protestar. Una pancarta reclamando su construcción ocupa ahora el lugar que durante años se reservó para el cartel de «ETA, NO» en el balcón del Ayuntamiento, engalanado con los colores rojiblancos del Athletic. En la plaza central, decorada con las banderitas que anuncian las fiestas de Santiago, sus gentes permanecen ajenas a los actos que la Fundación Miguel Ángel Blanco, el Ayuntamiento y el PP vasco ultiman para hoy y mañana por el XV aniversario del asesinato de su vecino más inmortal.
Mismo lugar y protagonistas que, en julio de 1997, se concentraron durante tres largos días y noches con lazos y globos azules, velas y manos blancas, en la que fue la mayor rebelión cívica de nuestra historia moderna contra el chantaje más miserable que ETA pudo concebir. 48 horas de angustiosa espera y final programado por las pistolas: la ejecución de Miguel Ángel Blanco, el joven edil del PP cuya muerte agónica , tras ser recogido malherido junto a un árbol, hizo estallar las conciencias de la mayoría y elevó a la víctima a la categoría de símbolo por la libertad.
Pero tres lustros después, en el pueblo hay poco rastro de lo que se llamó el «espíritu de Ermua» . Hoy, que ETA no mata y Batasuna ha regresado a las instituciones, los ciudadanos parecen asumir con más hastío que nada la presencia de los periodistas. «Es que siempre nos preguntáis por lo mismo, como si no tuviéramos otros problemas», contesta con cierta desgana una mujer, que aguarda con la merienda a que sus hijos terminen de jugar en las «colonias» de verano municipales.
A escasos metros del polideportivo que lleva -por dentro- el nombre de Miguel Ángel Blanco, Luciano, un jubilado castellano de 77 años sí se emociona al recordar aquellos días en los que al terminar el turno en la fábrica, él y sus compañeros bajaban a hacer vigilia en la plaza. «No hay derecho lo que le hicieron. Era un pobre chaval que no tuvo culpa de nada», dice, enjugándose las lágrimas otra vez.
Lección para la escuela
Luciano, como el resto, le ha tenido que contar a sus nietos quién fue Miguel Ángel, porque en la escuela no se incide en su figura. Ainhoa y Laurene, dos chicas que apenas han cumplido la quincena, sí conocen su historia porque un día vieron el nombre del pueblo en la televisión y preguntaron en casa. «Sabemos que era un señor del Ayuntamiento, que le cogieron y le mataron», describen a duras penas. Su generación ha vivido los últimos latigazos de ETA y no recuerdan haber pintado nunca una paloma blanca en memoria de las víctimas. «Bueno, con los trenes de la muerte dibujamos corazones en clase», añade una de las niñas mientras sujeta a su perrito.
Como en el 97, Ermua está gobernada por el PSE, aunque esta vez en coalición con el PP, quizá la muestra más palpable de la unidad de los constitucionalistas, ahora que el Gobierno de Patxi López termina. Fernando Lecumberri, teniente de alcalde y portavoz del PP, dio relevo en 2007 a los compañeros de Blanco en el Ayuntamiento. «Una de las concejales se fue a Galicia, otro enfermó y otro lo dejó», resume en triste balance, pese a que el PP conserva hoy sus cuatro escaños.
Sin el menor ánimo derrotista, Lecumberri glosa el significado del apellido Blanco como el «desencadenante de la mayor rebelión cívica contra ETA, que permitió al Estado de Derecho imponerse» a los totalitarios del tiro en la nuca. Y tampoco se resigna a creer que su memoria, como el resto de las víctimas, se haya esfumado del pueblo, donde hace años que la familia ya no reside y los restos de la víctima fueron trasladados a la Galicia de sus antepasados.
«Creo sinceramente que nadie de Ermua se olvida de Miguel Ángel. Todo el mundo lo tiene presente, de una forma más o menos intensa», asegura el concejal, que ofrece una primera explicación «lógica» y «natural», la de que «el paso del tiempo se lo lleva todo», a la ausencia de referencias a Blanco en la vía pública. Pero en la conversación se asoma la idea compartida de que hay quien prefiere «tapar una realidad dolorosa», la del asesinato por muchos justificado, para evitar remover las conciencias. «No podemos obviar que Bildu ha vuelto al Ayuntamiento con tres escaños, sin condenar a ETA y queriendo imponer el borrón y cuenta nueva», sostiene Lecumberri, que conviene en que, pase lo que pase, el nombre de Miguel Ángel quedará por siempre en el imaginario colectivo de ermuatarras y españoles en general.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para registrados
Iniciar sesiónEsta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete