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Quim Torra: un jardín tan pequeño

Tras dos años y medio de no haber hecho nada, en 10 días dejará de ser presidente por una inhabilitación que él mismo ha forzado para no tener que tomar ningún riesgo ni quedar ante los suyos como un cobarde

Torra amaga con cocinar unos caracoles en un acto en Lérida EFE
Salvador Sostres

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Le conocí en 2008, saliendo de Dry Martini, la tarde antes de irme de luna de miel, y le dije que le escribiría un libro sobre la experiencia. Enseguida nos pusimos de acuerdo. Yo entonces escribía en «Avui» y era el más independentista. Quim justo ... había dejado su cargo de ejecutivo en Winterthur por no quererse ir a vivir a Madrid. Como jefe de estrategia tenía un alto potencial, según la compañía, que le había tenido algunos años en Suiza, formándolo. Él era un patriotero exaltado, más emocional que elaborado, más por ser algo en la vida, porque su vida no era nada : lo de Madrid fue una excusa y la verdad es que se aburría y el semblante de aburrido nunca se le ha borrado. A veces se queda con la mirada perdida y la cara se le ponía mitad como si le molestara el sol y mitad como si algo le estuviera dando asco pero a suficiente distancia como para no preocuparse demasiado. Nada le divierte. Come mal y en lastimosos restaurantes, con la otra mano en la rodilla, bajando la cabeza en lugar de subir la cuchara y su exagerado modo de abrir la boca no guarda proporción con el tamaño del cubierto. Bebe poco. Más por insustancial que por moderado.

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