De Cecilia a Olvido; de Borja a Los Yébenes
Un pueblito bueno
JAIME GONZÁLEZ
Entre el Ecce Homo de Cecilia y el vídeo erótico de Olvido -como quien no quiere la cosa- nos hemos ventilado el verano. Va a ser cierto lo del anuncio de Aquarius: «Déjate adoptar por un pueblito bueno». Pues bien: ya todos somos hijos adoptivos ... de Borja y de Los Yébenes». ¡Viva el turismo rural! ¡Viva la España interior! Será por la crisis o los efectos retardados de la ola de calor, pero que el termostato patrio está descangallado se evidencia en la reacción de un país capaz de convertir la anécdota en un puerto fuera de categoría, esos donde la cima se alcanza sin apenas oxígeno y la meta se cruza bajo las brumas que nublan el entendimiento colectivo. Tal vez, la obsesión por lo intrascendente no sea más que un espontáneo mecanismo de defensa frente a la gravedad, pero entre el mural de la anciana de Borja y los muros íntimos de la concejal de Los Yébenes media la distancia que determina la longitud exacta de una nación que se sofoca por las pequeñas historias, como si se estuviera preparando para el día de la batalla final. Puede que lo de Olvido no sea más que la metáfora de un país necesitado de estímulo, el relato privado de una mujer que alcanzó la fama por un WhatsApp furtivo. Olvidaría a Olvido si no fuera porque los invasores del Twitter y otras redes sociales han convertido un cortometraje doméstico en una película de consumo masivo y apta para todos los públicos, sin reparar en que las auténticas víctimas del vídeo erótico son los hijos de esta imprudente concejal que algunos quieren convertir en mito. Si por mi fuera, la condenaría a recordar eternamente que la imprudencia suele preceder a la calamidad. Y luego, nada más; no sea que me quemen vivo en la hoguera, entre los rescoldos de lo políticamente correcto. Aunque sospecho que esta pequeña historia seguirá provocando sofocos en un país que vive tan al día que ha vuelto al pueblo en verano para poder respirar. Me gusta el anuncio de Aquarius: «Déjate adoptar por un pueblito bueno. Y es que somos un país extraordinario, lleno de gente extraordinaria...».
Entre el Ecce Homo de Cecilia y el vídeo erótico de Olvido -como quien no quiere la cosa- nos hemos ventilado el verano. Va a ser cierto lo del anuncio de Aquarius: «Déjate adoptar por un pueblito bueno». Pues bien: ya todos somos hijos adoptivos de Borja y de Los Yébenes». ¡Viva el turismo rural! ¡Viva la España interior! Será por la crisis o los efectos retardados de la ola de calor, pero que el termostato patrio está descangallado se evidencia en la reacción de un país capaz de convertir la anécdota en un puerto fuera de categoría, esos donde la cima se alcanza sin apenas oxígeno y la meta se cruza bajo las brumas que nublan el entendimiento colectivo. Tal vez, la obsesión por lo intrascendente no sea más que un espontáneo mecanismo de defensa frente a la gravedad, pero entre el mural de la anciana de Borja y los muros íntimos de la concejal de Los Yébenes media la distancia que determina la longitud exacta de una nación que se sofoca por las pequeñas historias, como si se estuviera preparando para el día de la batalla final. Puede que lo de Olvido no sea más que la metáfora de un país necesitado de estímulo, el relato privado de una mujer que alcanzó la fama por un WhatsApp furtivo. Olvidaría a Olvido si no fuera porque los invasores del Twitter y otras redes sociales han convertido un cortometraje doméstico en una película de consumo masivo y apta para todos los públicos, sin reparar en que las auténticas víctimas del vídeo erótico son los hijos de esta imprudente concejal que algunos quieren convertir en mito. Si por mí fuera, la condenaría a recordar eternamente que la imprudencia suele preceder a la calamidad. Y luego, nada más; no sea que me quemen vivo en la hoguera, entre los rescoldos de lo políticamente correcto. Aunque sospecho que esta pequeña historia seguirá provocando sofocos en un país que vive tan al día que ha vuelto al pueblo en verano para poder respirar. Me gusta el anuncio de Aquarius: «Déjate adoptar por un pueblito bueno. Y es que somos un país extraordinario, lleno de gente extraordinaria...».
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