Javier García Gaztelu
«Txapote», el frío asesino que no mira a sus víctimas
Toda la altanería que muestra ante los jueces se desploma cuando se cruza con los familiares de sus asesinados. Entonces, el etarra baja la cabeza
pablo ojer
Recientemente decía un abogado que todavía le impresionaba mirar a los ojos a Javier García Gaztelu, «Txapote». Pero no por el número de asesinatos, sino por la sangre fría que demuestra en cada uno de ellos. Sin embargo, Reyes Zubeldia, viuda del concejal de UPN ... asesinado en Leiza el 14 de julio de 2001, pedía este viernes poder mirarle a la cara durante la celebración del juicio al etarra y al comando que ejecutó su orden. Y es que Javier García Gaztelu no es un etarra como los demás. La fría crueldad que ha demostrado en sus acciones y el desprecio hacia sus víctimas le hizo ascender hasta lo más alto en el organigrama terrorista de ETA.
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Sin duda, Txapote es conocido como el autor material del asesinato del concejal del PP de Ermua Miguel Ángel Blanco . Aquellos días de julio de 1997 no sólo mantuvo secuestrado y maniatado a un joven edil bajo amenaza de matarlo si el Gobierno no acercaba a los terroristas presos en 48 horas, sino que fue capaz de llevarlo al monte, ponerlo de rodillas, todavía maniatado, y descerrajarle dos tiros en la nuca. Porque la macabra especialidad de Txapote es el tiro en la nuca, el disparo por la espalda. Y mediante este método, Javier García Gaztelu es el autor material de varios asesinatos, casi todos ellos cometidos contra concejales y políticos
Por la espalda
Otro de los asesinatos que le encumbraron hacia la cúpula terrorista fue el de Gregorio Ordoñez . Aquella tarde del 23 de enero de 1995 (todavía no está claro si él o Valentín Lasarte) entró en el bar donde comía el concejal del PP en San Sebastián junto con otros compañeros de partido y le disparó a bocajarro, por la espalda. A Txapote nunca le importó si la víctima estaba acompañada o sola ni por con quién estaba. Así, el 6 de febrero de 1996, asesinó al político Fernando Múgica delante de su hijo, José María. El histórico socialista fue asesinado igualmente con un tiro en la nuca, por la espalda.
Y es que según los psicólogos, el asesino evita siempre cruzar la mirada con el asesinado en un gesto de cobardía. Y, del mismo modo, Txapote no mira a los familiares de las víctimas durante los juicios. No lo hizo el pasado viernes mientras Reyes Zubeldia relataba el asesinato de su marido. No se atrevió. Pero, al mismo tiempo, no hay juicio donde García Gaztelu no monte uno de sus numeritos. Se encara con los policías que lo custodian, como sucedió en el juicio por el asesinato de dos guardias civiles en Salent de Gállego en abril. Insulta a los jueces llamándoles «monigote de circo» o mandándoles al «carajo». Pero nunca dirige su mirada hacia las víctimas.
Quizá esa gallardía y chulería que muestra ante la autoridad fue la que enamoró, si se puede utilizar la palabra «amor» entre asesinos, a Irantzu Gallastegui, alias Amaia, otra de las más crueles etarras. Gallastegui y Txapote llevan ya años de relación. Cuando él mató a Miguel Ángel Blanco y ella le esperaba en el coche para huir, ya eran pareja. Participaron juntos en varios asesinatos más del comando Donosti. Ahora están casados y han tenido dos hijos. Incluso cuentan con algunas ventajas por ser matrimonio. Pueden verse 10 horas mensuales en siete citas. Cuatro encuentros de 40 minutos a través de cristales, un vis a vis íntimo, el familiar y el de convivencia.
Si el historial como pistolero es abultado, sanguinario y despiadado, no lo es menos como máximo dirigente de ETA, puesto al que accedió tras la caída de su compañero y «maestro» José Javier Arizcuren, «Kantauri», en 1999. A partir de entonces, Txapote ordenó el asesinato de, al menos, 55 personas. La última en atribuírsele, José Javier Múgica, concejal de UPN en Leiza y por cuyo asesinato se le juzgó el pasado viernes.
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