Alberto García Reyes
«Pablo, donde quiera que estés, gracias»
Feijóo y Moreno pactan la segunda refundación del partido en Sevilla y entierran el casadismo con la venia de Aznar y Rajoy. Los dos extremos geógraficos de España harán fuerza centrípeta hacia el centro
Alberto Núñez Feijóo saluda al auditorio
Lo importante no es a dónde va, sino de dónde viene Feijóo. El PP ha atravesado el vacío del casadismo, actor principal de los triunfos del sanchismo por falta de trapío, y ha puesto rumbo de vuelta a su origen para oficiar la catarsis. Con ... chivos expiatorios, claro, que estamos hablando de España. El presidente de la Junta de Andalucía, Juanma Moreno, es la nueva muleta de Génova. Las antípodas de la Península, los dos extremos geográficos, han pactado un movimiento centrípeto en la derecha histórica para empujar hacia el centro. Ideológico y físico. Por eso el andaluz le dijo al gallego lo mollar: «No te olvides nunca de dónde vienes, Alberto». Feijóo viene de la moderación. En el fondo y en las formas. Es el único de los actores principales del cambio que no usa el tono mitinero de los típicos profesionales de los partidos. Es de los que se quedan quietos cuando los toros pegan un tornillazo. Por eso el lío entre Ayuso y Casado fue una emoción para el PSOE y la solución al conflicto puede ser una conmoción. La derecha etérea ha cogido cuerpo para combatir en primer lugar a la derecha irascible y después a la izquierda irritante. Pero por el plenario de Sevilla pululan aún muchos zombis de la era trivial. Un presidente de comunidad con peso en el partido lo certificó en el bar de enfrente del Palacio de Congresos de Sevilla cuando le preguntaron por García-Egea: «Teo no ha venido, no era necesario». Ya dijo Rubalcaba que en España enterramos bien. Un veterano al que el 'difunto' secretario general mandó al ostracismo hace apenas un año declamó el discurso de Manuel Ruiz de Lopera cuando rescató al Betis de la desaparición: «Estábamos en la UVI, nadie daba un duro por nosotros». Ahora los muertos son los vivos y viceversa. De hecho, Aznar habló de Casado con tono funerario: «Donde quiera que estés, muchas gracias». Y Amalia Gómez, uno de los estandartes del PP andaluz, cantó el réquiem: «Feijóo es una bendición para el partido porque él nunca mete muchos muertos en el mismo velatorio». Cambiamos de tema para que la frase se eche una siesta.
Lo trascendente de Feijóo no es su destino, sino el andén del que parte. Y es crucial que asuma rápidamente que en España todos los trenes largos pasan por Atocha. Ayuso entró bajo palio en el plenario. Hubo tres marabuntas: la de Juanma, la de Mariano y la de Isabel. El poder verdadero se mide por la bulla. La presidenta de Madrid tiene público, suele vender todas las localidades. Un viejo que ha estado en más congresos que la gaviota avisó en un corrillo con la metáfora del radiocasete: «Cuidado, que Madrid le ha dado al pause, no al stop». La primera encomienda de Feijóo es cambiar la cinta antes de cambiar la música. En los pasillos cuentan que Cuca Gamarra sabe hacerlo y que Elías Bendodo sabe venderlo, pero que el fontanero que va a controlar las llaves de paso es Miguel Tellado, su valido en Galicia. Juan Vivas, el presidente de Ceuta, lo insinuó como si estuviera en la tribuna de Anfield Road: «¡Alberto, nunca caminarás solo!». De momento, hasta Ayuso le ha prestado a sus aficionados para que el PP deje de ir a ninguna parte y emprenda el camino de vuelta hacia sí mismo, hacia la segunda refundación en Sevilla, a Fraga rompiendo los folios para resucitar al partido sin tutelas ni tutías. Pero todavía hay militantes sin brújula. Una discreta afiliada con cargo de relevancia en la Junta de Andalucía se confesó antes de entrar a la ceremonia: «Yo ya no sé de quién soy». Un partido en el que los muertos se cambian las tumbas con los vivos en cada congreso está enfrentado con la esperanza. Y todavía hay navajas en celo. Hasta Rajoy conserva su retranca defensiva: «Espero que apoyéis a Feijóo tanto como a mí, no más».
Otro jefe regional apretó la puya desde el caballo de picar: «A ver qué dice Casado porque en los momentos importantes nunca ha sido racional, siempre ha pensado con el corazón o con las tripas». Pero Casado no ajustó cuentas. Apagó por fin la luz de su etapa y se fue pronunciando un discurso plano, haciendo menos daño que el pescado en blanco. Ahora Juanma Moreno «va a poder dejar de jugar al contrataque para tener la posesión del balón», contaba su gente en la ciudad en la que Bécquer escribió aquella rima terminante —«Dios mío, qué solos / se quedan los muertos»— con la que el casadismo se ha despedido llorando literalmente en su propio entierro.
Feijóo ha iniciado el camino de vuelta del PP a su esencia para intentar regresar al gobierno porque no es de los que mete muchos muertos en el mismo velatorio.