Omella, la decepción perenne del independentismo eclesial

La presión de los obispos catalanes acabó arrastrando a la Conferencia Episcopal

Poderoso en Roma, el arzobispo ha sufrido presión y acoso para que avalara el ‘procés’

El presidente de la Conferencia Episcopal Española, Juna José Omella ABC

Durante un corto periodo de tiempo, el independentismo catalán soñó con sumar al cardenal arzobispo de Barcelona , Juan José Omella, al batallón de aliados eclesiásticos del ‘procés’. Los líderes del movimiento esperaban que el turolense siguiera el camino de sus predecesores, que fueron ... muy tibios, cuando no directamente afines, a un nacionalismo que les premiaba con apoyo institucional y mediático. El contexto del clero catalán, en gran medida entregado a la causa secesionista –obispos incluidos– dibujaba un escenario que hacía esperar que el afable Omella también caería.

Sin embargo, casi desde su misma llegada a la Ciudad Condal en 2015 el soberanismo constató el nulo interés del nuevo arzobispo barcelonés por la que él denomina política «concreta». También pudieron comprobar su escasa afinidad con las esferas de poder catalanista en las que sus antecesores se movían con soltura. Omella prefería las parroquias que las cenas con empresarios y políticos, un estilo hecho a imagen y semejanza del que ha empapado el pontificado del Papa Francisco. Omella incluso ha verbalizado su desprecio por la «confrontación» política que predican la mayoría de políticos soberanistas. La última vez, en un encuentro con periodistas en vísperas de la última campaña electoral catalana.

El ‘hombre’ del Papa

El interés del independentismo por ligar a Omella a su estrategia no es vacuo, se debe a su gran ascendencia dentro de la Santa Sede. No van errados. El prelado tiene desde 2014 hilo directo con el Papa, quien lo considera «su hombre» en el país. Sin duda, Omella es hoy uno de los españoles con más peso en la Santa Sede . De hecho, el prelado barcelonés viaja con extrema frecuencia a Roma para despachar con la Curia, una actividad que llena buena parte de su agenda aunque él y su equipo nunca publiciten esas reuniones. Entre otras responsabilidades, Omella es miembro de la Congregación para los Obispos, un poderoso organismo romano conocido como ‘la fábrica’ , ya que se encarga de la elección de los nuevos prelados en todo el mundo. Fuentes eclesiásticas resaltan su especial influencia en la designación de los obispos de países de habla hispana, hecho que le conecta bien con las jerarquías eclesiales de Latinoamérica.

Conscientes del peso simbólico, y fáctico, de la diplomacia vaticana, el independentismo especuló en 2017 con la eventual intervención de la Santa Sede en el conflicto catalán. Tal cosa nunca se produjo y la Iglesia se limitó a rebajar tensiones, tanto en público, como en privado, en medio de las presiones del soberanismo para lograr un respaldo de la Santa Sede que fuera en la línea de lo expresado por muchos sacerdotes y obispos catalanes, que respaldaron el 1-O (se llegaron a guardar urnas del referéndum ilegal en algunas parroquias) y cargaron contra la actuación de la Policía y el Gobierno en la tensa jornada del 1-O.

Tras confirmar la frialdad de Omella con el independentismo, el movimiento activó una contumaz operación de desgaste contra el prelado, una carrera de fondo que hasta hoy nunca se ha detenido y que se ha acentuado hasta derivar en embestidas públicas protagonizadas por Quim Torra y Carles Puigdemont . Lo cierto es que los partidos y entidades independentistas no le han perdonado que nunca se alineara con sus postulados como sí ha hecho gran parte del clero catalán y no pocos de sus obispos (Gerona, la Seu d’Urgell o Solsona, entre otros).

Con todo, ha sido tras el colapso del ‘procés’ cuando el hostigamiento ha subido de nivel, especialmente con el encarcelamiento de los responsables del referéndum ilegal, ahora indultados por el Gobierno con el aval del cardenal y de todos los obispos catalanes, agrupados en la denominada Conferencia Episcopal Tarraconense. Ha habido varios capítulos sonados. En 2020 la hermana del exconsejero Jordi Turull reprochó públicamente al obispo que no hubiera visitado a los políticos presos en la cárcel. «Yo respeto las leyes y las sentencias» , respondió entonces Omella. Afirmó además que él solo visitaba prisiones de su diócesis y que, aunque entendía el sufrimiento de los condenados, España era un país democrático y no iba a criticar la sentencia del Supremo.

Puigdemont y Torra

La respuesta del purpurado dolió tanto al secesionismo, que semanas después volvió al ataque. «No se comportó como un hombre de iglesia. Se comportó como un hombre de Estado. Y eso me parece inaceptable», afirmó Puigdemont en una entrevista en TV3 el pasado verano en la que valoró el papel de Omella en el primer otoño caliente del ‘procés’. Unas horas después Torra se sumó al órdago. «Mi Iglesia es la que está al lado de los presos y condena la represión», señaló el entonces presidente de la Generalitat antes de anunciar una sanción contra el arzobispado de Barcelona por celebrar una misa por los muertos de la pandemia en la que, según el Govern, se incumplieron todas las medidas anticontagios.

La frialdad entre Omella y el independentismo sigue vigente todavía hoy, aunque ello no ha evitado que el obispo barcelonés avale y respalde activamente los indultos a los líderes del 1-O, una polémica decisión surgida de la presión de los obispos catalanes y a la que el presidente de los obispos españoles ha acabado arrastrando a la Conferencia Episcopal.

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