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Salvador Sostres - DIARIO DE LA CUENTA ATRÁS

No sois nada

Salvador Sostres

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Uno de los cánticos que con más energía vociferó la turba concentrada ante el departamento de Economía fue el de «sin pistolas no sois nada», cariñosamente dirigido a los agentes de la Guardia Civil que acudieron a practicar los registros ordenados por el juzgado número 13 de Barcelona.

Pero el caso es que el Estado compareció ayer sin pistolas ni ningún otro argumento que no fuera la Ley, como hacen los países modernos civilizados. En frente se encontró el populismo de las masas con todo el esplendor de su folclore, banderas y cánticos: soberbia demostración de buena entonación, de capacidad operativa para la coreografía. El Gobierno, mientras tanto, desmantelaba el referendo: requisó diez millones de papeletas, inutilizó el sistema informático de los organizadores y detuvo a los autores materiales de los prohibidos preparativos para el primero de octubre. La eficacia de un Estado serio contra la agitación tribal de los que cuando no consiguen que les den lo que quieren recurren al chantaje de la calle. La democracia -que no es otra cosa que cumplir y hacer cumplir la Ley- contra el tumulto que clamaba por saltársela.

Las masas impresionan siempre a los aprensivos pero resultó algo ridículo ver a los concentrados en la Rambla haciendo el simulacro de la revolución de los claveles sin tanques y reclamándose víctimas de la masacre sin masacre. Afectada escenificación de lo que no tuvo lugar: nada raro en quienes se reclaman mayoritarios y en ninguna elección lo han demostrado. Están tan persuadidos de tener razón que en su suerte de pensamiento mágico creen que La Civilización se solidarizará con su tam-tam callejero cuando el único lenguaje que entienden las naciones vertebradas y libres es el del orden y el del respeto a la Ley.

Ayer el Estado hizo su trabajo y el independentismo su folclore. Puede que el circo haga temporada en la ciudad pero ha sido políticamente derrotado por un Estado que no tuvo que hacer uso de ninguna fuerza entre otras cosas porque los manifestantes no tomaron ningún otro riesgo que el jolgorio mañanero de jubilados, parados y estudiantes y luego al atardecer la entrañable fiesta de pijamas. No es desde luego el mejor espectáculo, pero en la fina línea de las más altas responsabilidades el equilibrio entre contundencia y proporcionalidad no es una ciencia exacta y tener paciencia es de padres y de Estados que saben que hay que llegar al final del día con todo en su sitio pero también con las criaturas a salvo.

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