en primera persona

«Nadie vigila en Barajas de dónde venimos»

Recién llegados de Egipto, donde les han hecho control de síntomas varias veces al día, una pareja madrileña narra el impacto de entrar a España sin ningún filtro sanitario. El aeropuerto se desinfectó por fin ayer

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Imagen del interior de Barajas, ausente de controles Efe

«No había nadie vigilando quién aterrizaba ni de dónde procedíamos, nadie nos ha parado... salimos los primeros del avión, en el control de pasaporte hay una barrera para no acercarse demasiado al mostrador y el policía, que tenía la mascarilla bajada, me indicó que pasara sin hacerme preguntas», narra Isabel. «Nosotros dos nos dijimos: «nos encontramos sanos», pero uno no sabe si está incubando ..., en realidad pensamos que habría algún control, que nos diría «váyanse a casa y cuídense»», añade. Pero no. Como si no hubiera mandato de confinamiento ni, entonces, casi 14.000 infectados.

Desde Aena, gestor de los aeropuertos, recuerdan que ellos no deciden ni adoptan medidas por su cuenta, sino que cumplen lo que el Ejecutivo ha dispuesto en el real decreto contra la crisis sanitaria y órdenes sucesivas. Esto es: en materia de vuelos internacionales, cero restricciones de entrada o partida, al margen de la mencionada con Italia. Una gran excepción, habida cuenta de que más de 110 países lo han hecho. Egipto -explica Isabel- los suspendió todos ayer, por eso el día antes, cuando ellos salieron, desde El Cairo se agilizaban los despegues rumbo «a Milán a Ámsterdam, a Madrid... estaban intentando sacar a todos los europeos» antes de cerrar el país. «Sabemos de gente que ha visto las pirámides y se ha vuelto al día siguiente», cuenta.

Por todo, la ausencia de protección en Barajas fue un shock. Ha habido muchos. «Nos fuimos de un mundo a otro mundo, a Egipto, y volvemos a otro distinto...» , reflexiona. Allí no han recibido demasiada información, al principio algo - «parecía que hablaban de otro país, no de España...» , recuerda-, luego los guías dijeron no saber y la familia siempre tuvo el buen sentido de no agriarles el viaje poniendo por delante en los whatsapp que todos estaban bien.

Son las ocho. Empiezan a oírse los vítores en los balcones. «¿Esto es por...?», pregunta. «Los sanitarios, hoy también por las fuerzas de seguridad», le digo a Isabel, que se despide con entusiasmo, «me voy a aplaudir».

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