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Una ley electoral de otra época que penaliza a los emergentes

Políticos y expertos coinciden:hay que reformar una norma cuya modificación pierde el interes de los partidos cuando entran en el Parlamento y pasan a beneficiarse de ella

En qué consiste el voto rogado

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Imagine una campaña electoral sin normas. Vox y otros partidos podrían haber participado en un debate a múltiples bandas. También hubiera habido uno –o mejor, muchos– debates cara a cara entre los distintos candidatos. Hoy habría encuestas y sondeos en todos los periódicos y televisiones. Y esta tarde los candidatos apurarían por pedir el voto a los indecisos más rezagados hasta las ocho menos un minuto de la tarde. Esa sería la parte buena. La mala, que no habría ningún control sobre la limpieza e independencia de las empresas demoscópicas , que las ciudades estarían empapeladas con las caras de los candidatos de forma perpetua, que llegarían mensajes a los teléfonos móviles pidiendo el voto a todas horas y que, en definitiva, esto sería una rutina extenuante.

Distopías aparte, la campaña ha vuelto a poner en tela de juicio la idoneidad de la Ley Electoral , para algunos anacrónica, para otros necesaria puesto que encarna las reglas del juego que todos los actores deben cumplir para defender la independencia de los electores. Con motivo de la jornada electoral, expertos y políticos de distintos partidos analizan para ABC los puntos más polémicos de dicha normativa.

Encuestas: no se publican la última semana

«Las cautelas que establece la Ley Electoral son entendibles desde el punto de vista teórico, ya que busca criterios básicos para que no se mediatice a la sociedad» , expone José Manuel Vera, catedrático de Derecho Constitucional en la Universidad Rey Juan Carlos (URJC), quien tiene claro que este modelo normativo se ha visto «superado» por la realidad pero tiene dudas ante los efectos que podría tener reformarla en aspectos como, por ejemplo, los márgenes de publicación de encuestas. «La gente tiende a votar al que va a ganar», indica Vera, quien acto seguido lanza una pregunta: «¿Qué se gana publicando encuestas hasta el último día? Desde el punto de vista informativo o político es evidente, pero a si se trata de mantener la limpieza del proceso electoral...»

Menos dudas tienen Txema Guijarro, candidato de Unidas Podemos al Congreso por Alicante. «No tiene demasiado sentido mantener esta prohibición porque lo cierto es que, de una forma más o menos velada, las encuestas de intención de voto se publican igualmente durante esa semana», subraya. Justo en eso coincide Ignacio Prendes, vicepresidente primero de la Diputación Permanente del Congreso por Ciudadanos, que va un paso más allá: «Es una limitación injustificada que no se aplica en otros países de nuestro entorno». Y en el mismo barco está José Antonio Bermúdez de Castro, secretario general del PPen el Congreso:«En su momento quizá podría haber tenido algún sentido, pero hoy, en pleno siglo XXI, parece que no lo tiene».

«Dado que la Ley Electoral contempla requisitos muy restrictivos para garantizar la fiabilidad de las encuestas y además castiga a las no fiables, no tiene mucho sentido imponer restricciones a las encuestas y barómetros », puntualiza, para añadir un argumento más, el profesor Carlos Flores, catedrático de Derecho Constitucional en la Universidad de Valencia.

Debates: reservados a los partidos del Parlamento

Reservados a los partidos del Parlamento

La primera parte de la campaña la marcó la discusión por los debates. No estaba claro si iba a haber ni quién iba a participar en ellos. Podemos y Ciudadanos, curiosamente, vuelven a coincidir en este punto, quizá porque como partidos más jóvenes que PP y PSOE siempre se han mostrado más decididos a reformar la ley electoral . Tanto Guijarro como Prendes proponen que la ley determine que tiene que haber «dos debates» obligatorios para que no se repitan escenas como la de esta campaña y para forzar a que el presidente del Gobierno acuda. Para responder a indirectas como esta, ABC intentó sin éxito que el PSOE participara en este reportaje.

Día de reflexión: no pedir el voto, pero y Internet?

Internet y las redes sociales juegan un papel cada vez mayor en las campañas electorales. Los partidos invierten dinero en colocar sus anuncios en Facebook o Twitter e incluso animan a los electores a comunicarse directamente con ellos a través de mensajes de WhatsApp. Por todo ello muchos, como Flores, cuestionan la pertinencia de que haya un día, el previo a las elecciones, en el que esté prohibida cualquier comunicación destinada a recabar votos. «No tiene ningún sentido», clama Flores, quien a continuación pone un ilustrativo ejemplo:«Nadie se metió ayer en un monasterio cartujo para decidir su voto. Los carteles estaban ahí, las redes sociales también, los periódicos y también el cuñado de cada uno».

Menos vehementes son desde los partidos. En Ciudadanos, Prendes recuerda que la obligación del silencio electoral en una jornada como la de ayer «es una figura que no existe» en países de nuestro entorno , pero no considera que sea un aspecto clave a la hora de abrir en canal la normativa. Guijarro, desde Podemos, también le resta importancia a la jornada por la influencia de internet y las redes sociales, pero manifiesta que «contribuye a la salud democrática que la ciudadanía cuente con un tiempo para reflexionar su voto antes del día de las elecciones».

Alternativa difícil: ningún cambio sin consenso

Y con todas estas opiniones sobre la mesa puede parecer que la reforma de la Ley Electoral no tardará en llegar, pero Vera advierte de que «hay que tener tranquilidad a la hora de proceder a reformas así que nos pueden llevar a una situación no suficientemente controlada». Para evitar algo así, Bermúdez de Castro aboga por «mantener el consenso de todos los partidos» si hay reforma , ya que esta normativa «establece las reglas del juego de nuestro sistema democrático, por lo que cualquier cambio debe hacerse por consenso», una idea que suscribe Flores:«No es bueno que haya una Ley Electoral con cada elección». «Quizá sea el mal menor», subraya Vera sobre una ley que, como completa Flores, «todos los partidos quieren cambiar hasta que llegan al Parlamento y entonces, ya beneficiados por ella, deja de interesarles».

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