«La isla Perejil es de mi madre»
Hoy se cumple un año desde que el islote Perejil se hiciera famoso. En el pueblo de Bel Yunech, que bordea el perímetro de Ceuta, todos siguen su vida con normalidad excepto Rahma Achiri, que también saltó a la fama a la vez que el islote. Esta señora, a la que todavía espera allí su rebaño de cabras, no ha podido regresar a «su isla».
BEL YUNECH (MARRUECOS). Rahma, con 74 años y una pierna que la lleva un poco a rastras, ha aprendido a reírse de su desgracia, que no ha sido otra que perder su rebaño de cabras. Por eso, esta mujer desdentada, que chapurrea andaluz mezclado con ... árabe, se siente la principal perjudicada del incidente que subió a las más altas temperaturas la crisis entre España y Marruecos.
Pero la señora, con nueve hijas y un hijo, sigue sin querer saber nada de conflictos y sólo piensa en recuperar lo que por tradición considera suyo. «¿Que allí quién manda ahora? Pues los moros y los cristianos, los dos. Y eso que la isla no vale nada, ya no tiene hierba ni nada, sólo piedras», dice.
La vida en Bel Yunech ha transcurrido siempre sin que nadie se preocupe lo más mínimo sobre si el islote era de soberanía marroquí o española. El hecho es que sobre él no hay casas, ni vive nadie y los kilómetros que lo separan de la Ciudad Autónoma de Ceuta hacían de este sitio, en la práctica, un lugar que pertenecía, al menos en cuanto a uso y disfrute, a los habitantes del pueblo.
En el fondo la gente de Bel Yunech sabe que aquél que ordenara la operación para ocuparlo militarmente fue a ellos mismos a los que perjudicó más directamente. «Antes teníamos un barquito y cruzábamos a comer en la isla y pasar allí las tardes. Las niñas iban nadando. Ahora no te puedes ni acercar», comenta Rahma Achiri apenada pero sin perder la sonrisa.
Su casa se encuentra justo frente al islote, apenas a ciento cincuenta metros de la costa, y desde hace un año no ha podido regresar. Un grupo de militares marroquíes, apostado por medidas de seguridad en la zona, ha impedido a los escasos vecinos que vivían en el lugar retornar a sus viviendas. Por eso Rahma vive ahora en casa de una de sus hijas, en la parte más alta del pueblo, y no ha podido volver a ver cómo están sus cabras, testigos privilegiados del asalto por parte de los soldados marroquíes y de la operación del Ejército español una semana después. «Tenía un rebaño de doscientas pero ahora creo que sólo quedan unas noventa. Unas murieron reventadas cuando aterrizó el helicóptero español para recuperar el islote, muchas otras se ahogaron al caer al mar y otras se las han comido», explica. La señora siguió los acontecimientos de aquellos días desde la tribuna de excepción en la que se convirtió su casa. Primero, la llegada de la barca con los militares marroquíes, justo la víspera de que el Rey Mohamed VI celebrara su matrimonio en Rabat con Salma Benani, y después, la operación desarrollada en la madrugada del 17 de julio por la que los legionarios recuperaron el enclave. Las televisiones y los periódicos pronto acudieron a entrevistarla y hacerle fotos. Así fue como la «señora de las cabras del Perejil» se hizo famosa gracias a los telediarios y a alguna que otra portada de periódico que, orgullosa, guarda enmarcada. Pero ni ella ni sus hijas tienen muchas esperanzas de poder posar sus pies de nuevo sobre el Perejil. «Sólo pedimos poder volver a ir a nadar y comer allí como lo hacíamos antes, pero creo que ya no va a poder ser», comenta Fátima, hija de Rahma, en la terraza de su casa, desde la que se domina la pequeña inmensidad del Estrecho de Gibraltar. Un año después, todavía no les cabe en la cabeza cómo se gestó todo el conflicto alrededor de la isla, ni entienden porqué vigilan junto a su casa, ni saben quién les va a pagar las cabras... Lo que sí tienen claro, al menos para ellos, es que «la isla es de mi madre», como asegura Fátima elevando su mano al cielo.
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