'Anboto': el traslado al País Vasco de la jefa de ETA que hiela la sangre

Porque como aquel que dice, esta etarra que no ha hecho otra cosa en su vida que ser una terrorista, desde que en su caserío familiar se cobijaba a pistoleros y su padre colaboraba con la banda siendo ella adolescente, esta criminal que mató en el 'comando Araba' y el 'comando Madrid', está apenas empezando a cumplir pena en España. Catorce asesinatos tiene. Por eso cabría preguntarse si en esta página en que cada día se habla de lo excepcional, lo que rompe la normalidad, siempre asociado a un nombre con apellidos, más valdría escribir de Pedro Sánchez o de Fernando Grande-Marlaska por haberse saltado todos los límites, los que ellos mismos pusieron, enviando al País Vasco a una presa que es la misma ETA. Y que no solo ni colabora con la justicia ni se arrepiente –solo hay que verla en sus últimos juicios, dice la AVT– sino que está pendiente de responder por 6 atentados aún, recién entregada por Francia en 2019, al inicio de su recorrido penitenciario.

O no. Porque cuando el Ejecutivo vasco haga como la Generalitat, ahora que tiene la competencia de las cárceles, y se ponga a dar permisos a los etarras como se hizo con los presos del procés, 'Anboto' estará allí ya. La primera. Y de aquí a nada andamos de amnistía, si no al tiempo... Es el precio a pagar por dormir en La Moncloa.

Soledad Iparraguirre ha sido la mujer con más poder dentro de ETA, solo por detrás de Dolores González, ‘Yoyes’, que llegó a ser jefa política del aparato militar y más tarde sus camaradas abatirían a tiros. A saber: Soledad mandó desde 1994 los comandos ‘legales’ de la banda y luego llevó las finanzas de la organización, amén de ser pareja de Mikel Albisu, ‘Mikel Antza’, quien desempeñaría el liderazgo más largo como número uno de la banda. Son los años del secuestro de José Antonio Ortega Lara y de la ejecución de Miguel Ángel Blanco. De 1993 a 2004, cuando ambos fueron detenidos en el sur de Francia en la operación 'Santuario'. Los agentes que cazaron a los dos juntos no daban crédito. En el registro de la casa encontraron varios misiles.

La justicia gala les condenó a 20 años de cárcel. A los catorce, él fue entregado a España y dejado en libertad por no tener causas pendientes. Ella no. Tenía doce. Su primera condena una vez aquí es a 122 años, por matar dos días antes de la Nochebuena de 1995 al comandante Luciano Cortizo haciendo explotar su coche. La última, la de esta semana a 46 años, por colocar una bomba trampa que fabricó para reventar a los guardias civiles que acudieran a desactivarla. Falló. Se sentará en el banquillo por haber ordenado matar al Rey, un atentado en Vitoria por el que el Fiscal le pide 488 años, otro en Sallent de Gallego, Amurrio...

«Haréis cosas que nos helarán la sangre», dijo la madre del policía Joseba Pagaza, asesinado en 2003, no a los etarras, sino a los dirigentes socialistas. Hasta 'Anboto' está ya en el País Vasco. Vaya si se hiela...