Con cara de sordo
Las víctimas van cambiando
«El papel sacrificial de la víctima, su sangre ofrecida en el altar político, es fuente de unión y legitimación y con ella se trazan las ‘lineas rojas’, las fronteras del discurso y el pensar»
María Jesús Montero y Fernando Grande-Marlaska durante la sesión de control al Congreso
Las víctimas de la así llamada democracia española están cambiando. Se produce un desplazamiento de las víctimas de ETA a las de violencia de género y el siempre agraviado colectivo LGBTI. El papel sacrificial de la víctima, su sangre ofrecida en el altar político, es ... fuente de unión y legitimación y con ella se trazan las ‘lineas rojas’, las fronteras del discurso y el pensar. Aunque el PP se esfuerza, y participa de las dos ‘narrativas’, las víctimas cambian.
En la sesión de control siguió preguntando por las de ETA. Lo hizo Casado, con su tono declamatorio, a cuenta de los ‘ongi etorri’: «Señor Sánchez, ¿víctimas o verdugos?»; y lo hizo el ovacionado diputado Mateu a Marlaska sobre la reunión de autoridades penitenciarias con ‘Kubati’ (López Ruiz), que en su Linkedin solo podría presumir de asesinatos. Lo tenía fácil Marlaska; negó la mayor y recordó que mientras el PP acercaba presos, él estaba amenazado; aun sufrió menos Sánchez llevando con Casado la conversación a la temible ‘ultraderecha’ y transformando su pregunta en otra: si su actitud con Vox iba a seguir «cambiando por días» y -así los llama él - «territorios» .
Porque el ‘lobo’, como Rufián llamó a Vox, ya no es ETA ni las pretensiones separatistas, sino la ‘ultraderecha’, Orban ¡uh! Bolsonaro ¡ah! Polonia ¡Brrr! Y tras las elecciones castellanas, la cuestión de fondo era el cinturón sanitario contra Vox, que Yolanda Diaz matizó «no es sanitario sino democrático». El silogismo del PSOE ya corre viral: si Vox es radical, ¿por qué dialoga el PP? Si el PP firma las leyes de género, si participa del nuevo credo democrático, ¿por qué pactar con los herejes?
Quizás por eso, nos maliciamos, al PP le tocaba recordar en esta ocasión la existencia de Bildu y ETA, fijar la atención en los pactos del PSOE, subrayar sus extremosidades. Implícitamente, esto concede más que niega. EL argumento de que si unos pactan con Bildu, otros pueden pactar con Vox, encierra algo más que una derrota argumental.
Pero la realidad parlamentaria es que las víctimas cambian. Cuando Abascal contrapuso ante Sánchez la realidad del coste de la vida con sus preocupaciones por las «matemáticas con perspectiva de género», el presidente le recordó, serio de repente, perdido un instante su bajo de rechifla, que hace poco un hombre había matado a una mujer joven y que no era asunto para «frivolizar». Abascal optó por no contestar: «La factura de la luz, el gas y el diésel. Menos demagogia», y tanto él como Espinosa y Ortega se centraron en las dificultades económicas más perentorias, lo que suele llamarse ‘el bolsillo de la gente’. ¿Cómo contrarreplicar a Sánchez cuando les acusa de «negar la ciencia»?
Sánchez ya no necesita hablar de patriotismo o socialismo, es portavoz en España de La Ciencia, como un prelado, y en este punto solo caben consensos. Errejón preguntó por Doñana y un posible «ecocidio», Aitor Esteban por los «corredores ecológicos» (las aves de Euskal Herria llegarán de algún sitio). En lo verde también es posible discutir, aunque Bildu no llegó ni a eso. Su representante le preguntó a Teresa Ribera por la consideración en Europa de la nuclear como energía verde y la ministra le dio la razón y las gracias. «Que no la llamen verde». Ahora lo verde empieza en este lado de los pirineos. El diputado de Bildu había recordado en su intervención «el gran camino de luchas» y la «cultura antinuclear en Euskadi». ETA formó parte de esa ‘cultura’ y de esa ‘lucha’. Y de qué forma. Ahora los Kubati están fundamentalmente de acuerdo con el PSOE y dirigen juntos su mirada piadosa a las víctimas de otro ‘terrorismo’, el del machismo incorregible.