El golpe y la Transición contadas a través del tacto de una chaqueta
La diputada Anna Balletbó repasa aquellas horas decisivas de hace 40 años y defiende la Transición
Confiesa Anna Balletbó que aún tiene guardado en el fondo de su memoria el tacto de la guerrera del agente de la Guardia Civil al que se agarró del brazo cuando salió del edificio de las Cortes aquella noche del 23-F , aprovechando que estaba embarazada. «Era una tela áspera, dura, para proteger del frío y la lluvia. No se me olvidará jamás», recuerda la entonces diputada socialista en el Congreso. Como pasa con aquellos recuerdos vividos en momentos de gran tensión, una sensación física como el tacto de aquella chaqueta ha acompañado a Balletbó estos últimos 40 años. «Al cabo de unos años, otro agente me contó que aquellas guerreras se habían cambiado por otras de tacto más fino y suave», recuerda la exdiputada, casi trazando una metáfora, a través del textil de los uniformes, de los cambios que han transformado España en los últimas décadas.
El recuerdo de esa chaqueta forma parte de la memoria íntima de Balletbó, pero el relato personal de aquellas horas en las que fue en parte protagonista de la historia de España forma ya parte de la memoria colectiva de nuestro país, probablemente una de las anécdotas más transitadas de aquellas horas decisivas.
En la bancada socialista, una fila por detrás de los diputados catalanes Salvador Clotas y Ernest Lluch, Balletbó descubrió ese día «el coraje y la autoridad» que otorga a una mujer estar embarazada. «Si no lo hubiese estado no me hubiese atrevido a levantar la mano. Y sin estar embarazada el guardia civil que vino a preguntarme que qué me pasaba, si estaba herida, no me hubiese hecho caso. Cuando me preguntó, le dije: ‘No, no estoy herida, pero me voy de aquí’». Y así fue como Balletbó y su panza de embarazada se levantaron de su escaño. «En ese momento tuve miedo de caer. Solo falta que en medio de un golpe de estado acabé rodando escaleras abajo, me dije. Así que me agarré del brazo del guardia civil», rememora Balletbó dibujando una escena que, en realidad, tuvo mucho de dramático. Anécdotas al margen, lo que vivieron en el interior del hemiciclo los diputados no fue una broma. « Pensé claramente que nos iban a matar a todos . La sensación de que de un momento a otro podían dispararme fue terrible. Y si me herían iba a perder a mis gemelos. Eso no fue un festival», apunta Balletbó, que fue diputada entre 1979 y 2000 y que ahora canaliza su activismo a través de la Fundación Olof Palme, que preside.
Lo que sucedió con Balletbó ya fuera de las Cortes también forma parte de la historia de esa jornada negra. La llamada a Jordi Pujol para que le facilitase el teléfono de la Zarzuela, y, de manera destacada, su conversación con el Rey. «Me preguntó por la graduación de quienes entraron en el Congreso, cuántos eran, por si había heridos», apunta Balletbó, quien quiso también despejar dudas: «¿Puedo preguntarle yo? ¿Usted qué va a hacer? ‘El Rey está al servicio de los más altos intereses de España’, me contestó. Quise aclarar más, y Don Juan Carlos zanjó: ‘Al servicio de la Democracia'». Ya no hubo más dudas. El ofrecimiento de Balletbó de acudir a La Zarzuela a ayudar fue declinado cortesmente: «Vaya a casa a descansar».
«Fue una suerte»
Cuarenta años después de aquello, la perspectiva histórica no ha cambiado la visión de Balletbó: «Lo que le diré le sonará a paradoja, pero para mí el 23-F fue una suerte. Fue una suerte porque no salió bien, claro, pero permitió poner el foco sobre un tema que se movía por debajo, una amenaza real que se cernía sobre la democracia».
La misma perspectiva histórica es la que le lleva a defender con convencimiento ese difícil trayecto que significó pasar de una dictadura de 40 años a una «democracia plena» frente a quienes por intereses partidistas están decididos a impugnar el «régimen del 78». «Dicen ahora que hay que liquidar el Régimen del 78. Me gustaría saber cuál es el recambio. ¿ Liquidar el sistema que permitió que España avanzase en democracia, que se constituyese como un país europeo de pleno derecho, la separación de poderes , el estado de las autonomías», se pregunta Balletbó. «Hay dos aliados, que son el independentismo y los de morado, que creen que como más debiliten el sistema más posibilidades tienen de imponer lo que ellos quieren. La paradoja es que esto les sale gratis. La misma democracia que ellos denigran es la que les permite hacer esos ataques».
Sobre Juan Carlos I, Balletbó habla claro: «Yo no sé si ha quebrantado la ley, eso si verá. Creo que seguramente, como otras personas, ha cometido, errores, pero me niego a que no se le reconozca la importancia que tuvo en la historia de España, concretamente en el periodo de la transición. La perspectiva de los años pondrá las cosas en su sitio. Juan Carlos I fue clave, para desmontar el golpe, y en la Transición española».
De 1981 a 2017
«Siento una profunda vergüeza cuando desde el independetismo catalán se compara la democracia española con Hungría, o Turquía. Es solo uno más de sus juegos de palabras para confundir». Anna Balletbó es rotunda al descalificar el movimiento independentista, al que acusa, de perpetrar también, no un «golpe» en el sentido clásico, como el de 1981, pero sí con muchas reminiscencias. «Si delante de mi portal comienzan a desfilar uniformados armados yo me sentiré cohibida, claro. Pero si yo tengo un gobierno que cree que la definición de constitucionalista es un insulto, ya no te digo la de españolista, puede que también me sienta cohibida. Silenciar al adversario, que es lo que ha estado sucediendo en Cataluña es también una forma de presionar. ¿Eso es un golpe de estado? No, pero hay muchas reminiscencias. Váyase usted a vivir a Manresa, Olot, Banyoles, allí es mucho más difícil».