HABLAN LOS PIONEROS DE LA CONSTITUCIÓN
Garrigues, fundador del Partido Demócrata Liberal: «No reconocer que hubo una Transición positiva y audaz es ignorar la verdad»
Fue y sigue siendo adalid de la moderación y de la convivencia a través del diálogo, que ve hoy en peligro por el avance de los populismos y el empobrecimiento del debate político
El abogado Garrigues Walker durante la entrevista con ABC
Antonio Garrigues Walker nos recibe en una sala de su despacho de abogados, uno de los principales del país. Está en un edificio moderno, de grandes cristaleras, muy cerca del Paseo de la Castellana. Es uno de los pocos dirigentes de la Transición que ... sigue en activo, aunque haya dejado la política hace muchos años. Fue el fundador del Partido Demócrata Liberal y uno de los protagonistas de aquella época.
-¿Qué le parece el intento de algunas fuerzas políticas como Podemos de revisar la Transición y presentarla como un cambio para perpetuar el franquismo bajo una fachada democrática?
-No creo que Podemos pueda mantener esa opinión con firmeza. No reconocer que en España hubo una Transición positiva y audaz es ignorar la verdad. En aquellos momentos había dos obsesiones: integrarse en Europa y recuperar la democracia. Eran dos objetivos maravillosos. Fue una época muy confortable porque no había nadie, cualquiera que fuese su ideología, que no estuviera de acuerdo con esos dos objetivos. Recuerdo esa etapa con alegría porque lo que se hacía era para el bien de todos en un clima de colaboración constructiva. No había nadie que pusiera palos en la rueda.
-¿Fue tan importante el consenso al que alude?
-Fue esencial. Sin duda. En aquella época el consenso era natural porque nadie quería volver atrás. Todos queríamos avanzar. Y allí estábamos al margen de nuestras posiciones políticas, económicas o culturales.
-Usted creó el Partido Demócrata Liberal, que no tuvo demasiado éxito electoral…
-Sí, es cierto. No tuvimos ningún éxito. Por un lado, la razón es que el liberalismo no es fácil de entender, no es una ideología dogmática. Exige autocrítica y también adaptación a los cambios sociales. Meterse a codazos en aquella época entre el socialismo y los partidos conservadores era muy complicado. Por otro, esto no pasó sólo en España sino en toda Europa. Yo tenía amistad con Hans-Dietrich Genscher, el líder de los liberales alemanes, que eran un partido bisagra. Tenían mucha fuerza con pocos votos. Allí sí jugaron un papel importante. Pero el liberalismo, que ha sido una ideología muy respetada, nunca arraigó en Europa, ni tampoco existe hoy la posibilidad de que un partido liberal juegue un papel relevante.
-También fue un fracaso en España a mediados de los 80 la creación del Partido Reformista Democrático, que era una alianza entre los liberales que encabezaba usted y el nacionalismo catalán moderado, con Roca como candidato. ¿Qué sucedió?
-No supimos ocupar el espacio político que estaba en manos de los socialistas y los conservadores. Fue una idea muy bonita, tuvimos colaboradores muy destacados, como Federico Sáenz de Robles, y tuvimos una financiación razonable. Pero fue un fracaso del que no podemos echar la culpa a nadie. No nos votaron y los ciudadanos siempre tienen razón. Algo hicimos mal. Nuestro mensaje no llegó. La imagen no fue la adecuada. Pero tengo buenos recuerdos de aquella experiencia política. Los liberales tenemos buenas ideas, pero una cierta ignorancia de los mecanismos de la vida política. Confío en que, si alguna vez se intenta algo similar, los que la pongan en marcha tengan más acierto. La vida política es muy dura y no basta con tener buenas ideas.
-UCD desapareció y el bipartidismo se consolidó durante décadas. ¿Por qué quebró el bipartidismo hace pocos años?
-El bipartidismo sigue ahí, aunque con menos presencia. Ciudadanos ha hecho un esfuerzo admirable para romperlo, pero el bipartidismo mantiene su hegemonía. Creo simplemente que lo que ha pasado en España ha sucedido también en otros países europeos. En Alemania, en Italia, en Gran Bretaña y en otros lugares.
-¿Cuál es la causa de la eclosión de los partidos populistas y nacionalistas tras la última crisis económica?
-El populismo es el fenómeno que tenemos que examinar con más cuidado porque ha ido avanzando y pone en peligro y empobrece la democracia. En EE.UU., ha triunfado con Trump en su escala más alta. Por eso yo me alegro del éxito de Biden. Espero que, a partir de ahora, los populismos empiecen a decaer. Pero los no populistas tenemos que aceptar una cosa muy clara: que los populistas ocupan un espacio político que han abandonado los partidos tradicionales. No hemos sabido crear una alternativa atractiva al populismo. Debemos hacer las cosas mejor. Defienden simplismos tremendos, pero, en ausencia de otras alternativas, la gente los asume. Eso sucedió con Trump y su «America First», un mensaje estéril que caló en muchas almas porque el Partido Demócrata no ofrecía ninguna otra fórmula mejor.
-Además de la expansión del populismo, ha habido un renacimiento de las ideas identitarias. En Cataluña, por ejemplo, el nacionalismo es muy fuerte. ¿Cómo se puede solucionar este conflicto con el Estado?
- Es un tema muy complejo y muy antiguo en el que no hemos encontrado las claves para una solución . La idea de que Cataluña en algún momento abandone su pasión identitaria y soberanista no es realista. Ya Ortega hablaba de que había que «conllevar» el problema catalán. Pero yo soy optimista y creo que la situación está mejor y que irá a mejor. Hay que conllevar el problema con inteligencia porque no va a desaparecer.
-¿No le parece una paradoja los acuerdos entre el Gobierno y partidos independentistas como ERC y Bildu?
-Lo que me preocupa es cómo se maneja el asunto. Por un lado, me parece buena idea que los partidos independentistas participen en la política nacional. Es una forma de templar la situación y suavizar las tensiones. Vamos a ver cómo funciona. Pero, por otra parte, tal vez el PSOE tenga que reconocer algún día que esas alianzas van a tener un precio muy alto, un precio que no merece pagarse para mantenerse en La Moncloa. A veces la erótica del poder puede con todo y va contra la racionalidad.
-Se ha dicho que estos Presupuestos son poco realistas y que pecan de voluntarismo en el cálculo de los ingresos. ¿Son los que necesita España en plena pandemia?
-No he hecho el estudio que habría que hacer y sólo puedo hablar por lo que he leído. No se puede menospreciar la importancia de los Presupuestos en el impulso económico del país. No son manipulables, pero sí manejables. Vamos a ver cómo se utilizan. No sólo estamos en una crisis sanitaria por la pandemia, sino que estamos entrando en una situación económica muy complicada, con una importante pérdida de empleo. En este contexto, los partidos están obligados a dar ejemplo y buscar un consenso. El problema es que en España las alianzas y los consensos nunca han funcionado bien. Lo estamos constatando en la coalición del Gobierno, la primera en la democracia, que está saliendo relativamente mal. En nuestro país, muchas veces priman los personalismos. Tendremos que aprender a gobernar en coalición, como sucede en Europa. Pero a todo se aprende.
-¿Será mejor la España de 2030 que la de 2020? ¿Hemos entrado en un declive irreversible?
-No. Yo no soy pesimista. La pandemia no durará eternamente. Y cuando el virus desaparezca, se van a generar una euforia y un optimismo económico tremendo. El propio anuncio de las vacunas ha disparado las bolsas. Cuando salgamos de esta crisis sanitaria, España dará un salto enorme, incluso con un crecimiento superior a la media europea.
-La derecha está dividida y ello genera dudas sobre si existen posibilidades de que pueda volver a gobernar. ¿Qué piensa usted?
-La derecha ya está recuperando poder. Poco a poco esas formaciones se van dando cuenta de que tienen que hacer algo más para convertirse en una alternativa seria. Comprendo los problemas entre el PP y Vox. Es muy delicado manejar esas diferencias, pero tiene que haber una alternativa. Sería muy malo para España que existiera una sensación de que no hay una alternativa al actual Gobierno. La derecha debe reflexionar sobre lo que hay que hacer para cambiar la actual relación de fuerzas.
-¿Cómo explica el éxito de Vox y sus 52 diputados en el Congreso?
-En España hay una extrema derecha y una ultraizquierda como en casi todos los países del mundo. El crecimiento de los partidos radicales es preocupante, pero yo creo que el motivo de este fenómeno es que los partidos que ocupan el centro del espectro no han sido capaces de ofrecer soluciones atractivas y sensatas. Se engañan al creer que todo ya está hecho, tienen que ofrecer alternativas y no lo hacen.
-¿Se ha convertido la política en un mero espectáculo en el que el relato prima sobre los proyectos y las ideas?
-En España existe una enorme pobreza en el debate político e ideológico. La democracia sólo puede crecer a través del debate y del diálogo. La democracia no consiste en ponerse de acuerdo, sino en convivir en el desacuerdo. Los actuales líderes políticos están tan ocupados en sus tareas que no tienen tiempo para reflexionar. Ya no hay debates en televisión que merezcan la pena, sólo veo insultos y descalificaciones. Es muy poco confortante. A la ciudadanía no le gusta eso.
-El Gobierno ha planteado medidas como la reforma del sistema de elección del Poder Judicial o la Comisión de la Verdad que amenazan la división de poderes. ¿Está de acuerdo?
-Me preocupan esas iniciativas. Son malas para la democracia. Y eso no se puede permitir y además es imposible. Las decisiones importantes requieren un quórum reforzado, no basta la simple mayoría. Los partidos políticos tienen que ser conscientes de que la ciudadanía no es tonta.
-Gabriel Rufián, el diputado de ERC, ahora defiende una armonización fiscal que nunca les había gustado a los nacionalistas…
-Es sorprendente, pero no tiene por que ser negativo. El que un partido cambie de opinión es lo habitual, aunque eso no sucede en el mundo normal, donde la gente se pone colorada. Pero la realidad política es maleable, flexible y poco vertebrada.
-¿Está en peligro la Monarquía en España?
-En Europa existen diez monarquías parlamentarias. Y son los países con mayor calidad democrática y nivel de vida. Por tanto, me parece que cuestionar ahora la institución carece de sentido.