Huelga general 14-N: aquella huelga poco general del 29-M… a pesar de los disturbios en Barcelona

Pero ni los graves disturbios protagonizados por decenas de encapuchados en el centro de Barcelona –donde varios escaparates fueron reventados y una cafetería y gran cantidad de contenedores fueron pasto de las llamas– pudieron maquillar el resultado de la que era la séptima huelga general de la democracia y la tercera desde que comenzó la crisis: un fracaso.

Tan sólo uno de cada cinco trabajadores de media secundaron el paro , a pesar de la fuerte campaña de los sindicatos y la ofensiva de IU y PSOE, un día antes, en el mismo Congreso: «¡Los trabajadores darán mañana una respuesta clara a esta reforma, porque no queremos ser esclavos del siglo XXI!», exclamaba un diputado socialista.

Pero más allá de la industria –donde las plantas de coches no llegaron a arrancar y la metalurgia, en la que el Gobierno tuvo que reconocer un «seguimiento medio-alto»–, lo cierto es que la huelga del 29-M tuvo escaso impacto en el resto de sectores . Cómo es la norma habitual, el baile de cifras fue importante: según el Ejecutivo, el paro fue secundado por poco más del 20% de los trabajadores, mientras que para los sindicatos había sido un «éxito indiscutible» que había llegado hasta el 77%. Los detenidos fueron 194 y los heridos 104 .

Pero incluso si tenemos en cuenta únicamente el porcentaje siempre al alza que dieron los sindicatos para el 29-M (ese 77%), aquella huelga general fue la que menos éxito tuvo de las acaecidas en los últimos 20 años. La que se produjo en 1992, con Felipe González en el Gobierno, fue secundada, según estos datos sindicales, por el 80% de los trabajadores. Y la de dos años después, por el 90%. La única huelga que sufrió Aznar fue seguida por el 84%, y la de Zapatero, en 2010, por el 90%. El fracaso, pues, fue evidente.

Los graves disturbios acaecidos en Barcelona intentaron amplificar los resultados de un paro poco secundado, y tuvieron ciertamente cierto eco en los medios internacionales. Como si de una huelga general a la griega, decenas de encapuchados desbordaron el dispositivo policial y la emprendieron con todo lo que encontraron a su paso: más de 220 contenedores fueron quemados , un Starbucks fue asalto e incendiado y decenas de comercios fueron reventados. Entre ellos, el mismo Corte Inglés, al que también se intentó prender fuego.

Sin embargo, fueron Navarra y el País Vasco las comunidades que más seguimiento registraron (90 y 95%, respectivamente, según los sindicatos, y 45 y 60%, según el Gobierno).

Pero, en general, poco afán de huelga. Los transportes, imprescindibles para tomar medida del paro, cumplieron escrupulosamente los servicios mínimos , y en Barcelona y Madrid incluso se superaron. Lo mismo ocurrió en los comercios, mientras que la caída del consumo eléctrico, uno de los datos más fiables que se tienen en cuenta a la hora de medir el impacto, era menos pronunciada que en las huelgas anteriores: igualaba a la de Zapatero, era un 5% menos que en la huelga de Aznar en 2002 y un 15% respecto a las huelgas contra González en la década de los 90.

«Una huelga tiene éxito o no en función de que se cumpla su objetivo, que es cambiar la reforma laboral y por eso esta es un fracaso, porque estoy convencido de que el Gobierno no va a cambiar nada», aseguraba Josep Antoni Duran i Lleida .