Fondos reservados: «Carpetitas» y «hojitas» sin control operativo
La investigación de la operación Kitchen revela fallos e irregularidades en la gestión de dinero público en la Policía
«El manejo de los fondos reservados para mí era como de tercera. Yo soy un cajero pagador (...) Te dan cuarenta y tienes que responder de cuarenta». Con esta sorprendente definición explicó el testigo Miguel Ángel Bayo, asesor jurídico en la Dirección Adjunta Operativa ( ... DAO) de la Policía durante 32 años , su papel al juez y los fiscales Anticorrupción que investigan la operación Kitchen. Hizo esa función de pagar, de forma auxiliar, entre finales de 2015 y 2018, al ser una competencia del secretario general de la DAO cuya función asumió por encargo.
Fue él quien como «cajero pagador» entregaba cada mes en torno a 5.000 euros al comisario de la UCAO Enrique García Castaño por decisión directa del DAO Eugenio Pino, pero no solo durante Kitchen. Admite que a Castaño se le dio dinero muchas veces y que no se justificaba, más allá de un «recibí» en el que no constaba el fin de esos fondos discretos pero públicos , al fin y al cabo.
«Son cuatro apuntes contables muy sencillos», declaró para exasperación del fiscal y del propio juez. Bayo, entre titubeos, explicó cómo funciona el reparto de fondos desde la DAO. Admitió que la normativa de 1995 «está muy desagregada» y que lo que se refleja en las «carpetitas» y «hojitas» son números, no en qué se gastan . «No hay forma de controlarlo», llegó a reconocer, salvo que el DAO lo audite.
Esa orden de 1995, que ha permanecido bajo secreto hasta que fue desclasificada, precisamente, para su análisis en esta causa; es taxativa cuando dice que se exigirá «la justificación de la aplicación dada a los fondos recibidos» . Recoge hasta las plantillas de los conceptos que se deben consignar en una operación como esta, donde debe aparecer el nombre de la operación y un código para el gasto imputable a un confidente, como en teoría, era el chófer de Luis Bárcenas por 2.000 al mes.
«¿Se cumplía?», le interrogó el fiscal. «Yo solo me interesaba si me daban cien mil euros, repartir cien mil y que cada palo aguante su vela» , respondió Bayo, para añadir: «La carpeta tiene que hacerla cada uno».
Lo que explicó es que cada Jefatura Superior, cada Comisaría General y unidades específicas de la DAO como Asuntos Internos reciben al mes una cantidad de fondos reservados y «el número 2», Pino en este caso, es soberano para asignar. Si una de ellas necesita más presupuesto, también lo decide el DAO. No se justifica en qué se gasta, solo si alguien se pasa de una determinada cifra y quiere un extra. «Es muy mecánico muy sencillo porque lleva años funcionando y ya está establecido», afirmó Bayo.
Gracias a esta laxitud, Kitchen pudo ser financiada desde la DAO, como ha reconocido Pino, sin que saltaran las alarmas. «El DAO es soberano para asignar a quien estime oportuno darle el dinero para fines lícitos», declaró con solemnidad el funcionario. «¿Y cómo sabe que son lícitos si no sabe para qué operación es?», quiso saber el fiscal. «Yo soy el cajero pagador y si el DAO me dice dale dinero a este señor...»
Los mecanismos de reparto y control fueron laminados. La UCAO, la unidad que dirigía García Castaño, depende de la Comisaría General de Información y es desde ahí desde donde debía recibir los fondos reservados, pero «el Gordo» percibía el dinero al margen de la Jefatura de la que dependía. Iba a la sede de la DAO y recogía 4.500 o 5.000 euros al mes, según el sumario. «¿En calidad de qué los recibía?», preguntó el fiscal. «En calidad de que me lo han ordenado, que es un comisario principal y me lo dice el DAO» , respondió Bayo. Afirmó que no justificaba «nada» del destino del dinero pero la licitud se presumía por ser orden de Pino. «Yo les conozco, sé que estoy dando dinero a la persona correcta», apostilló.
«Ni un duro en Kitchen»
Bayo incidió en que «hay unas carpetitas archivadas en otro sitio», para asegurar que siempre existía un remanente importante en la DAO y que estaba «todo justificado». Esas justificaciones no constan.
García Castaño fue interrogado de forma explícita sobre el manejo de fondos para la operación Kitchen. Explicó que con esos fondos se paga a colaboradores ocasionales como el chófer de Bárcenas. No sabe cuánto tiempo estuvo cobrando, aunque sí que fue hasta que entró en la Policía, a finales de 2015: «Cuando se está pagando a un colaborador no se le deja tirado, se le sigue pagando (...) Hay que mantenerlos contentos».
Coincidió en que esos pagos los autorizó Pino verbalmente. «Los fondos reservados los entrega el secretario general; tiene allí la caja fuerte y los papeles. Dale 5000, 3000 o 2000, se lo dice Pino. Bayo no sabe para qué era».
El Gordo argumentó que todos los meses llegaba ese dinero, salvo dos o tres que tuvo que anticipar él los pagos. Aseguró, en todo caso, que no recibió «ni un duro» para Kitchen y lo que se pagó a Ríos se consignaba como «pago a colaborador». Lo entregaban en mano los encargados de «manipularle»: los también imputados José Villarejo y Andrés Gómez Gordo. «Se les paga y se le da un recibo. Hay colaboradores que no les gusta firmar... pero no hay nada reglado», apuntó.
Ríos sí firmaba, a la luz de la documentación que obra en el sumario, pero no siempre. «Yo creo que no le pedí el recibí, no me lo pedían. Yo se lo pedí una o dos veces», dijo al respecto el propio Gómez Gordo en su declaración. A preguntas del juez y los fiscales, no fue muy clarificador: «Los fondos reservados no se pueden justificar. Es lo que siempre han dicho allí» , acertó a decir. Carpetitas, hojitas y recibís en papelitos, ese fue en muchos momentos el control de los fondos reservados en el corazón de la Policía.
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