Familias acosadas por defender el castellano: los otros 'casos Canet'
Los padres que han batallado para conseguir el mínimo del 25%de castellano en las aulas y que han sufrido el acoso social explican a ABC su experiencia: unos han cambiado de centro a sus hijos, y en algunas ocasiones han visto afectados sus negocios y han tenido que mudarse
«Esto es un aviso para navegantes: «¿quién se atreverá ahora a pedir más castellano?»
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Iniciar sesiónNi la primera ni posiblemente, y a pesar de que haya menores de edad de por medio, la última. La familia de Canet de Mar (Barcelona) que ha conseguido más educación en castellano para su hijo de cinco años, algo que por derecho constitucional ... le corresponde, lleva una semana siendo duramente señalada por colectivos nacionalistas, hasta el punto de que la Justicia ha tenido que interceder y dar un toque de atención a la Generalitat para que proteja a la familia de los ataques. Por desgracia, esta tensa situación, que día tras día coge más envergadura política, es la que otros ya han vivido tras haber reclamado bilingüismo para sus hijos.
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Con el mal cuerpo que deja el caso presente, y más pensando en el pequeño implicado de Canet , algunas familias afectadas cuentan a ABC cómo sufrieron en primera persona los ataques y cómo la situación afectó a sus hijos, a pesar de ser un colectivo especialmente vulnerable que tendría que quedar al margen de polémicas con claros tintes políticos y que van en contra de la igualdad y la calidad educativa. Mientras que la mayoría de los niños acabaron cambiando de escuela para pasar página del conflicto , algunos pueden explicar que siguen trabajando sin problemas. Otros se vieron obligados, incluso, a bajar la persiana de sus negocios o hacer las maletas y buscar los estudios fuera de Cataluña.
«Llegaron llorando a casa»
«Lo que nosotros vivimos fue muy parecido a lo de Canet , pero mis hijos tenían 10 y 9 años y quizás tuvieron más conciencia de lo que pasó», explica Agustín Fernández. Su familia empezó en 2015 su cruzada para conseguir más castellano en el colegio de Mataró (Barcelona) al que acudían y fue claramente señalada. Agustín recuerda, como si fuera ayer, que un lunes por la tarde se reunió con la dirección del colegio para abordar su caso y que al día siguiente ya se había filtrado la identidad de los demandantes. «El martes vinieron llorando a casa, se sintieron señalados» , explica. Dos días después, una concentración a las puertas del centro reunió a más de 2.000 personas –entre ellos políticos, pero también profesores de la escuela– contra el bilingüismo, en un claro acto de presión contra la familia. La polémica estalló, por suerte, a final del curso y los hijos de Agustín apenas sufrieron las consecuencias. «Algún niño les dijo en el patio que si se habían hecho famosos con un tono jocoso y tuvieron que escuchar algún comentario hiriente como '¿te tenemos que hablar en castellano para que nos entiendas? '», detalla.
Agustín tuvo problemas para encontrar abogados que quisieran representar a su familia y todavía a día de hoy no se ha rendido y sigue peleando en los tribunales para que se haga justicia por las coacciones que llegó a sufrir. Pero reconoce que fue un afortunado porque la polémica no afectó a su trabajo. «El mecanismo de los activistas-nacionalistas pasa por señalar y que esto sirva de escarmiento» para que otros no se animen a pedir más bilingüismo en clase, lamenta este padre.
Él acabó cambiando de colegio a sus hijos ese mismo septiembre después de que en el centro les invitaran a marcharse y de que les comentaran que darían las matemáticas en castellano, pero con el sinsentido de que los libros seguirían siendo en catalán. Ahora Agustín ve muy triste que «los derechos parece que sean de una lengua y no de las personas» , y alienta a las administraciones y a las entidades constitucionalistas a luchar jurídicamente para que exista un mínimo del 25% de castellano en los colegios catalanes.
Sin acudir a los cumpleaños
El hijo de Quique Roldán no tiene, a priori, problemas con sus compañeros de clase después de que se incorporará el 25% de castellano a su curso, pero su padre cuenta con pena que no ha vuelto a acudir a ninguna fiesta de cumpleaños, incluidos los de familias favorables al bilingüismo, «que no lo invitan porque van los otros y no quieren problemas». «Yo lo noto principalmente con un vacío de los padres: algunos me han dejado de hablar y veo algunas malas miradas» , explica.
«Mi hijo sabe que luchamos por tener más castellano pero no quiero implicarlo. No quiero que pase nada delante suyo y que coja miedo»
Quique Roldán
Llagostera (Gerona)
También recuerda, muy indignado, cómo un día un padre le recriminó a las puertas del cole, con malas formas y con los hijos delante, que hubiera más castellano en clase: «Mi niño se asustó y lo comenté a la dirección del centro, que me dijo que como había pasado fuera del instituto no podían hacer nada».
«Mi hijo juega bien con todos los compañeros de clase y es muy sociable, pero me ve solo en el parque y que el resto de padres están juntos. No es casualidad, es que se alejan de mí por este tema », confiesa, al tiempo que recuerda que las presiones llegaron al negocio de su padre, donde llamaron para explicar qué había ocurrido en el colegio de su nieto. «Mi hijo sabe qué pasa con la lengua y que luchamos por tener más castellano, pero no quiero involucrarlo en esto. Espero que esto no vaya a más, que no pase nada delante de mi hijo y que coja miedo a ir a clase», sentencia Roldán.
Para Ana Moreno, el caso de Canet «es más de lo mismo. Sale una sentencia, el colegio se pone en contra, implican a las asociaciones de padres... Es como si existiera un manual, una estrategia con pasos a seguir para hacer mella y que las familias desistan a pedir sus derechos». Ella vivió un calvario después de que la justicia fijara el 25% de castellano en el colegio de Balaguer (Lérida) al que acudían sus dos hijos, que entonces tenían 4 y 6 años.
Presión
Ahora, cinco años después recuerda la presión que vivió entonces, en un caso que alteró prácticamente a todo el municipio, una capital comarcal. Solo algunos ejemplos del acoso: algunos hablaron de tirarles piedras , de dejar solos a sus niños en el patio y se encargaron camisetas de protesta para el primer día de curso. Su negocio, además, dejó de tener clientes y acabó cerrando. «La sentencia solo afectaba a una asignatura, no a toda la lengua en el centro. No pensaba que la gente pudiera llegar a ser así de mala», lamenta Ana.
«El mecanismo de los nacionalistas pasa por señalar y que esto sirva de escarmiento para que otros no se animen a pedir más bilingüismo»
Agustín Fernández
Mataró
«Pedí un colegio con más horas o más calidad de educación en castellano y se rieron de mí. Sólo podía ir a Andorra o a Aragón», añade. Finalmente cambió de ciudad, y colegio, y la familia empezó una nueva vida, eso sí, con sus hijos escolarizados en un centro que también tiene inmersión. «Yo lo intenté y al final desistí, pero creo que mi caso también sirvió para avanzar en esta lucha, fue un paso más» ,destaca. Sin embargo, cree que episodios como el de Canet son «avisos para navegantes. ¿Tú crees que muchos se animarán a reclamar más castellano si ven casos como este?», se pregunta.
Otras, como Sandra Espeso y su madre Amaya –que aparecen en una fotografía de 2013 porque prefieren evitar una actual–, acabaron buscando la solución fuera de Cataluña. «Yo me tuve que marchar para poder seguir estudiando» , cuenta esta joven que ahora tiene 24 años y muy presente lo que vivió con doce años, cuando su familia se trasladó de Tenerife a Corbera de Llobregat (Barcelona) sin conocer ni una pizca de la lengua autonómica.
Caída en las notas
El colegio le brindó clases de acogida para aprender catalán, igual que las recibían otros recién llegados que no mostraban nada de interés por la lengua que el colegio priorizaba porque no entendían ni el castellano. Para asistir a estas sesiones perdió horas lectivas y, lo que es peor, acabó perdiendo el ritmo escolar y la estrecha relación del día a día con sus compañeros de clase. «Aprendí lo justo y en dos cursos me empezaron a exigir un catalán perfecto» , lo que le provocó una caída de las notas y enfrentamientos con los profesores. Su hermana pequeña también sufrió problemas por la lengua, desde ansiedad hasta 'bullying', por los que todavía tiene secuelas.
«La lengua nos ha condicionado de por vida. Si hubiera sabido todo esto antes, no hubiéramos venido a vivir a Cataluña»
Sandra Espeso y Amaya
Corbera de Llobregat
Con sus amigos al principio la cuestión lingüística pasó desapercibida, pero más adelante acabó recibiendo amenazas e insultos por Facebook. La familia se cambió de municipio y de colegio, sin grandes mejoras, y finalmente Sandra se trasladó a estudiar a un internado a Madrid, donde pudo pasar página de su mala racha estudiantil. «La lengua nos ha condicionado de por vida. Si hubiera sabido todo esto antes, no hubiéramos venido a vivir a Cataluña. Lo que hemos pasado ha sido horrible», apostilla su madre.
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