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ENTREVISTA

Feijóo: «No cambiaría la Xunta por un ministerio»

«Rajoy actúa sin hacer ruido; le gusta mucho más la cerveza que la espuma», asegura el presidente de la Xunta de Galicia

montserrat lluis

Presidente con mayoría absoluta. Del Partido Popular. Gallego. Licenciado en Derecho por la Universidad de Santiago. Funcionario. Formó parte del Gobierno de Aznar. Fue vicepresidente de la Xunta. Encontró a su pareja rondados los cuarenta. Ocurrente. Discreto. Consecuente. Cercano. Mirado hasta en el uso de la palabra. Gana en las distancias cortas. Y en las carreras de fondo. Y de obstáculos. No es Mariano Rajoy. Es Alberto Núñez Feijóo, cuya biografía guarda un parecido razonable con la del próximo jefe del Ejecutivo español. Incluso algún oráculo de la política lo señala como su inmediato sucesor en La Moncloa cuando, dentro de ocho años, haya cumplido 57, la edad actual del triunfador del 20-N.

De momento, sin embargo, el presidente de la Xunta prefiere no mirar tan lejos, sino más bien hacia otro lado. A Galicia. A la gallega. Se autodescarta también como ministro, aunque es fácil concluir que sabe más del nuevo Gabinete que la media de sus compañeros del PP. «Hemos llegado en el peor momento». «Nuestro objetivo es dejar un país mejor». Se le nota implicado. Feliz. «Satisfacción máxima» de tener un paisano, colega y amigo al mando de España, y de haber contribuido a ello con los mejores resultados de la historia en su comunidad. «No se puede pedir más. Misión cumplida».

—El PP ha ganado dos de cada tres diputados gallegos. 52,49% de votos, ocho puntos por encima del global nacional. ¿Efecto Rajoy, efecto Feijóo, la crisis, el «caso Campeón»?

—Lo difícil fue ganar las autonómicas de 2009, con un partido que no estaba en el Gobierno y con Zapatero en Madrid, y cuando la crisis ni el paro eran aún tan evidentes. Ahí debo agradecer la campaña que hizo conmigo el presidente. Rajoy se vació en ella para volver a ilusionar a Galicia. Esa fue la clave. Sacamos mayoría y, a partir de ahí, ganamos todas las elecciones.

—«Rajoy calla pero Feijóo actúa», advertía Rubalcaba en la campaña. Es curioso que los ciudadanos hayan aumentado el apoyo a un Gobierno que impone sacrificios y recortes, frente a quienes prometieron brotes verdes y que paguen los ricos.

—Ja, ja… La factoría de Ferraz venía por aquí y decía que mucho cuidado porque Rajoy iba a imponer el modelo Feijóo. Pero 186 a 110 no está mal, ¿no? Así que no debe de ser un pésimo modelo... Había cierto interrogante por si una política como la nuestra, que ha consistido en rebajar el presupuesto el 15% y en cumplir con el límite de déficit público podía o no tener impacto electoral negativo. Y se ha visto que la gente, más que nunca, quiere olvidar estos ocho años en los que hemos perdido posiciones y autoestima y nos hemos empobrecido, y pide un Gobierno que adopte decisiones.

—También en campaña fue clamorosa la soledad de José Blanco en su propio feudo gallego. ¿Cree que se retira de la primera línea política por esto o, como dice él, ya lo tenía decidido?

—En política, cada uno tiene su historia clínica. Y choca que alguien que se ha convertido en adalid de dar consejos y pedir dimisiones a los demás se vea inmerso en un caso de tráfico de influencias y cohecho. Después de ocho años como secretario de organización del PSOE, solo tenía una posibilidad, que era la renuncia a ir en las listas. Su postura ha sido de enorme incoherencia. Por dos motivos. Siendo él y Zapatero los autores intelectuales de una política frívola e improvisada, tener cabida en el siguiente PSOE era casi imposible. Y la gota que colma el vaso es tener un caso abierto en el Tribunal Supremo. Sus compañeros lo habrían retirado por cualquiera de ambas razones.

—¿Lo veremos en el banquillo?

—Mire, tenemos que iniciar una nueva senda política en España y respetar las reglas. Hemos perdido mucho en el respeto entre políticos desde el Pacto del Tinell de Cataluña y toda la política de sacar de la pista al PP que ha practicado el PSOE. No sé si se sentará en el banquillo, no voy a administrar la misma medicina que nos han impuesto a algunos compañeros del partido, pero lo que si sé es que, si fuese compañero del PP, no iría en ninguna lista en el Congreso o el Senado; lo tengo clarísimo.

—¿Qué legitimidad tienen los políticos para pedir sacrificos a la ciudadanía cuando ellos aprovechan sus cargos para enriquecerse?

—Corrupción y política son incompatibles. Puedo admitir que un político meta la pata, pero no la mano. No conozco a ninguno que se haya enriquecido siendo honrado. Un político vive en España con un sueldo digno, pero el que quiera enriquecerse que lo deje.

—A usted también quisieron implicarle en el «caso Campeón». ¿Temió que afectara al resultado electoral?

—Ja, ja… Es absurdo, no. Dentro de su desesperación, el PSOE dijo que el presidente de la Xunta había recibido a esos empresarios. Es verdad que los recibí. Sí, con luz y taquígrafos en mi despacho, no en las gasolineras. El mismo partido que justificaba un encuentro en una gasolinera con un coche oficial y un primo que presuntamente percibía minutos antes sobres con billetes de 500 euros que venga ahora a censurar que un político reciba en su despacho, con sus secretarias, a esas personas es, cuando menos, inverosímil. Absoluta tranquilidad. Ya le digo que podemos hacer las cosas mal, pero en mi Gobierno ya se sabe que meter la mano acaba con un cese.

—Al final, un presidente gallego en Moncloa y, además, del PP y su amigo personal. No se puede pedir más.

—Pues sí, no se puede pedir más. Rajoy sabe que estoy en el PP de Galicia porque él me lo pidió en 2003 y cuando me presenté a candidato a la presidencia del PP gallego en 2006. Que esa persona haya conseguido ser presidente de España es una satisfacción máxima. Digamos que misión cumplida.

—¿Qué le pedirá para Galicia?

—Los intereses de Galicia son perfectamente compatibles con los de España. Lo único que no quiero es un Gobierno hostil. Quiero que sepa que somos la despensa de España en lácteos y hacemos más barcos que todo el país. Y que somos el territorio con mayor potencial pesquero del mundo. Hay comunidades que llevan veinte años disfrutando del AVE. Nosotros, si queremos ver uno, tenemos que ir hasta Valladolid. Estoy convencido de que Rajoy sabe perfectamente lo que Galicia necesita, porque la conoce igual o mejor que yo.

—Usted ha sido fiel desde el principio a Rajoy. Lo apoyó por gallego, ¿y por qué más?

—Porque le conozco personal y profesionalmente, es honesto y mucho más resistente de lo que la gente piensa. Y porque es el mejor que tenemos. No me caben dudas. Sabía que es un político de raza, que toma las decisiones sin hacer ruido: le gusta mucho más la cerveza que la espuma. La clave en estas elecciones no era ganar, pues estábamos convencidos de que podíamos, sino perder el miedo a la mayoría absoluta. Para eso, en España se necesita un político moderado en las formas, contundente en las determinaciones y en los objetivos a alcanzar, y dialogante.

—¿Le molesta ver ahora al lado del presidente a algunos que en otro tiempo le pusieron zancadillas?

—Ja, ja. Es importante tener memoria... Todo el mundo tiene derecho a cambiar, y si es en esa dirección...

—Parece que usted iba para ministro de Fomento si Rajoy hubiese ganado en 2004. Ahora le pilla mal...

—No, bueno… Tengo un contrato, el de 2009, con mis electores y es mi obligación cumplirlo. Lo hago encantado. No cambiaría la presidencia de la Xunta por un ministerio. Y no vamos a ser tan ilusos de decir «yo no quiero ser ministro». No me han ofrecido ser ministro, ni me lo ofrecerán. Rajoy y yo sabemos perfectamente que soy el primer ministro de Galicia.

—Hay quien le ve como su sucesor en Madrid dentro de ocho años...

—Hombre, hablar de eso cuando ni ha tomado posesión me parece ciencia ficción. La clave para Rajoy es elegir un buen Gobierno. Si se rodea de buena gente, será un excelente presidente de España. Primero, porque deja trabajar. Segundo, porque tiene claro cuáles son sus objetivos y no tiene más enemigos que los de España. Es una persona dispuesta a hablar, consensuar e incluso pactar esos acuerdos. El talante no se improvisa.

—¿Habrá ministros gallegos?

—Sin duda, vamos a tener un ministro gallego, que es el presidente. A partir de ahí, le tocará decidir a ese presidente gallego. Los ha habido en el último Gobierno socialista y la verdad, notar, notar, no lo hemos notado nada.

—Le espera una legislatura muy complicada. ¿Resistirá el desgaste?

—Nosotros sabemos que hemos llegado en el peor momento. Va a ser el presidente con más problemas y menos recursos económicos. Y es el primero que, antes de tomar posesión, ya está gobernando. Y lo ha hecho desde las primeras siete horas del cierre de colegios, afrontando el problema financiero, el déficit público autonómico, la reforma laboral y el traspaso de poderes.

—Usted fue el primero en hacer esos recortes que le tocan a Rajoy.

—Intentamos introducir el principio de austeridad en el diccionario político español en 2009, cuando aún no se llevaba esto. Hemos demostrado que se puede hacer más con menos. Que se puede cumplir con el déficit. Que Galicia puede funcionar con el Gobierno más pequeño de su historia. Y debemos seguir.

—¿Sin recortar servicios?

—La crisis no nos ha impedido incrementar la actividad sanitaria, ni las plazas de guardería o residencias de la tercera edad, o hacer más hospitales. Un buen político no es el que gasta. Gobernar no es gastar, sino administrar, gestionar. Cuando un político acude a una inauguración, algún periodista debería preguntarle: «Oiga, señor ministro, ¿esto está pagado o lo deja usted a deber?» Cuando esto sea así, España tendrá mucha mayor madurez como nación.

—¿Tener dos lenguas oficiales sale caro?

—Hay que acabar con la discusión del castellano y el gallego. Aquí el problema es el inglés. Somos los europeos con menos conocimiento de inglés.

—Usted se bajó el sueldo un 15%. Con 71.960 euros, ¿se considera bien pagado el presidente gallego?

—En la situación actual, sin duda, aunque cobro la mitad que cuando era presidente de Correos en 2000. Pero no he venido aquí para ganar dinero. En tiempo de bonanza económica, sí habría que discutir ese asunto para retener y mantener a gente buena en política.

—¿Y Galicia debe, puede o necesita tener un banco gallego?

—Es la quinta economía de España en términos de PIB, tenía dos cajas y tiene derecho a intentarlo. Como hay un banco que proviene de las cajas vascas y catalanas. Aunque es muy difícil tal y como el Gobierno y el Banco de España han llevado la política financiera en los dos últimos años. Y sabiendo que no hay banco si no hay solvencia.

—¿Acabarán por devolver las indemnizaciones millonarias los ex directivos de Novacaixagalicia?

—Una directiva de la UE dice que las entidades con fondos públicos no deben fijar indemnizaciones que superen los dos años de retribución fija. Así lo notifiqué al Banco de España y, si tuviera competencias, lo habría ejecutado. Me consta que en este momento se está negociando un reintegro de cantidades. Algunos de ellos han reintegrado ya, pero lamentablemente le corresponde al Banco de España.

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