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Entre la abstención del PP o la de ERC: ¿Qué prefiere el PSOE?

Las preferencias en el partido son dispares, pero no hay capacidad real ni para cuestionar a a Sánchez ni para insinuar una hoja de ruta

Guillermo Fernández Vara (izqda.), junto a Emiliano García Page y Javier Lambán (tercero y cuarto de izqda. a dcha.), en un acto en el Congreso EFE
Víctor Ruiz de Almirón

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La unidad en el PSOE es una cuestión de fe. Unos confían en el candidato a las primarias, Pedro Sánchez . Otros confían en el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez . Ya se encargó la vicepresidenta de confirmar que eran personalidades distintas. Pero es precisamente el hecho de que sea una misma persona el pegamento de un partido, dos contando al PSC, tan diverso que en ocasiones parecen partidos distintos. Unos confían en el candidato a primarias que defendía la plurinacionalidad. Otros en el líder de la oposición que pactó con el PP la aplicación del artículo 155. Unos celebran con efusividad el pacto con Podemos, mientras otros se encogen de hombros. Y estos últimos aplauden la promoción de Nadia Calviño a la vicepresidencia mientras otros se miran de reojo. Unos vibran con cada discurso de Miquel Iceta . Otros, tiemblan.

Pero ninguno puede cuestionar a Sánchez. Y todos ellos se aferran al crecimiento electoral a su rebufo para mantenerse en sus puestos , lo que reduce de manera drástica la capacidad de crítica. Que Sánchez sea presidente ha terminado con las posibilidades de cuestionamiento.

Hay un punto, sin embargo, en el que los carraspeos de garganta se convierten en algo más. La terca aritmética no hace suficiente un pacto con Unidas Podemos, que nadie cuestiona. Que tiempos aquellos cuando un Comité Federal del PSOE (28 de diciembre de 2015) limitaba la capacidad de pactos de Sánchez: «La autodeterminación, el separatismo y las consultas que buscan el enfrentamiento sólo traerán mayor fractura a una sociedad ya de por sí divida. Son innegociables para el Partido Socialista y la renuncia a esos planteamientos es una condición indispensable para que el PSOE inicie un diálogo con el resto de formaciones políticas», decía aquella resolución política. La promesa de contención de Pablo Iglesias es suficiente ahora. Resignarse a una abstención de ERC mientras no se cuestione la soberanía nacional también está encima de la mesa. Nada de eso se permitió entonces.

Por aquel entonces el independentismo ni siquiera había fijado un rumbo ilegal y unilateral . Con lo que ahora tendría que ser más difícil poder armar esa mayoría. ¿Qué ha cambiado? Las primarias de 2017, que desacreditaron y desautorizaron a sus críticos, y el hecho de que Sánchez esté en el poder. «Se irá cuando él quiera o cuando pierda unas elecciones», dice un dirigente que lo apoyó ya en 2014.

No se dan las condiciones pues para un cuestionamiento de lo que Sánchez disponga. Pero, ¿qué prefiere el PSOE? ¿la abstención del PP o la de ERC para sacar adelante la investidura? Pues depende a quién se pregunte. Las dos almas del PSOE, esas dos sensibilidades que se divorciaron en 2016, siguen vivas. Entonces chocaron bajo una aparente disputa por el liderazgo del partido. Se jugaba el control del partido, pero también algo más.

Doble tripartito

En el PSC, por ejemplo, la posibilidad de entendimiento con el PP es un trampantojo. Aunque se insiste en que para futuros acuerdos con ERC en Cataluña es fundamental que estos abandonen la vía unilateral, la apuesta por la desinflamación incluye a medio plazo la apuesta por el doble tripartito en el Gobierno central y en la Generalitat de Cataluña . Pero esta misma semana, desde el PSC se advierte: «Todavía estamos lejos de ese escenario».

Desde una federación con presencia de fuerzas soberanistas se expresan así: «Nosotros dimos un mandato muy claro contrario al entendimiento con lo que venía a constituirse como nuevo liberalismo español» , señala un dirigente que rechazaba los pactos con Ciudadanos y que señala al entendimiento de la izquierda con nacionalistas e independentistas como único camino.

Dese otra federación mediterránea también son claros: «En estos momentos cualquier entendimiento PSOE-PP beneficia a Vox. Hay que evitarlo». En otra federación del norte del país reclaman un Gobierno con un discurso «en el que los distintos sentimientos identitarios no se vean especialmente atacados». Y rechazan también que haya otro camino: «Si el PP deja de ser la alternativa al PSOE porque lo “apoya”, Vox será la alternativa al PSOE y eso no es bueno para el conjunto».

Atando la coalición con Podemos Sánchez ha dado un paso que no genera críticas, más allá de la escenificación. «Te puedo asegurar que en este partido nadie habría defendido una gran coalición con el PP», dicen desde una federación habitualmente más crítica con Sánchez. Y es en el paso siguiente dónde está la clave y dónde surgen las discrepancias.

Aragón, Extremadura, Castilla-La Mancha o Andalucía han manifestado su preferencia por poder gobernar con una abstención del PP o con el apoyo de los diez diputados de Ciudadanos. Lo han hecho también miembros de la Ejecutiva federal como Santos Cerdán o José Luis Ábalos . De forma menos clara el propio Sánchez al reclamar la «responsabilidad y generosidad» de todos los grupos.

Pero las apelaciones no llegan al punto de reclamar al presidente que lidere un movimiento en forma de oferta para atraerse esos apoyos. Aunque una de esas federaciones sí plantea en privado que Sánchez debería ser quien diese el paso adelante, la totalidad de quienes prefieren esa vía han optado por reclamarla atacando a aquellos que piden sus votos.

La líder del PSOE andaluz, Susana Díaz , no ha puesto ningún reparo al acuerdo con Unidas Podemos. Consideraba que representan «diez puntos buenos» para el país que los «patriotas de boquilla» permitan que el Gobierno «eche a andar».

El presidente de Extremadura, Guillermo Fernández Vara , reclamó una abstención «generalizada» del resto de partidos para que la legislatura se ponga en marcha. Pero instaba a Sánchez a trabajar para buscar un acuerdo «de mayoría, pero sin independentistas».

El más claro de todos ha sido Emiliano García Page : «Toda España entiende un acuerdo con Unidas Podemos en temas sociales. Y todo el mundo entendería que se abriera el abanico a PP y Ciudadanos para abordar los problemas territoriales que son de todos».

Ese es el reto de Sánchez. Garantizarse el poder sin desarmar el equilibrio de intereses de un partido que se aferra a la visión que más le interesa de su líder para mantenerse unido.

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