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La otra mirada desde la sala

Elogio de San Caralampio

Los últimos testigos han intentado despistar a los jueces con una ignorancia inverosímil sobre sus trabajos para la consulta ilegal del 1 de octubre

Jaume Mestre, ayer en el juicio Efe
Pedro García Cuartango

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Todos los veranos, aprovechando mis vacaciones en Bayona, suelo hacer una visita a San Caralampio, cuya memoria se venera en la ermita de la isla de la Toja , rodeada por las aguas de la ría de Arosa. Sus paredes están construidas con conchas de vieira en las que los enamorados escriben sus deseos.

San Caralampio es el patrón de los borrachos y los cojos, lo que le hace especialmente simpático a mis ojos. Para quien no lo sepa, diré que este santo varón fue un eximio sacerdote de Éfeso, que murió descuartizado por no renegar de su fe en el año 202.

El comandante romano Lucio le sometió a juicio y le prometió que sería absuelto si abjuraba de Cristo. Pero, como se negaba, le torturaron salvajemente con unos ganchos de hierro que le despellejaron.

Mientras agonizaba, exhortaba a sus verdugos a acatar la voluntad divina y afirmaba que la salvación sólo puede estar en la verdad. Parece evidente que los últimos testigos que han pasado por el Supremo no son devotos de San Caralampio ni comparten esa pasión por la verdad que le llevó a mantenerse firme en el juicio en el que fue torturado y condenado a muerte.

Lo que vimos ayer durante la comparecencia de Jaume Mestre como testigo ante el tribunal fue más bien una actitud opuesta a lo que predicaba con su ejemplo San Caralampio porque este sujeto, responsable de las campañas publicitarias de la Generalitat, hizo auténticos esfuerzos por no decir la verdad. Resultó tan escandaloso su proceder que el fiscal Jaime Moreno solicitó que se le abriera un procedimiento por falso testimonio . Marchena le advirtió a Mestre de que el Código Penal no sólo castiga la mentira sino además «el silencio de hechos relevantes que estuvieran en su conocimiento».

Tras una serie de omisiones, ambigüedades y elusiones , la paciencia del fiscal Moreno se colmó cuando negó haberse encontrado con Nuria Llorach, presidenta de la Corporación Catalana de Medios Audiovisuales, para hablar de la inserción de unos anuncios sobre la consulta. Llorach había declarado al juez Llarena que se había reunido con Jaume Mestre.

Pero este funcionario de la Generalitat no es el único que presumiblemente no ha dicho la verdad porque el testimonio de Enric Vidal de anteayer fue igualmente inverosímil cuando aseguró que no sabía quien le había hecho el encargo de contratar la impresión de una campaña ni quien la iba a pagar. En el mismo sentido, los directivos de Artyplan y de Unipost manifestaron una ignorancia similar.

Ese empeño de los testigos en fingir que no se enteraban de nada induce a pensar lo peor: que están encubriendo a los responsables de la Generalitat para los que trabajaron. ¡Que diría el pobre San Caralampio si se levantase de su tumba!

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