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El PSC, un dolor de cabeza hasta la llegada de Sánchez

Los socialistas catalanes asumen tesis nacionalistas y en 2012 casi rompen

Miquel Iceta, líder del PSC, en el Parlamento catalán el 1 de julio EP
Daniel Tercero

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La semana que viene se cumplirán 42 años del nacimiento del Partido de los Socialistas de Cataluña (PSC-PSOE) , uniendo el PSC-Reagrupament, el PSC-Congrés y la federación catalana del PSOE, y que supuso la renuncia del PSOE a tener presencia propia en Cataluña. Desde aquel verano de 1978, el PSC-PSOE «en virtud de su soberanía decide su participación en organismos representativos y decisorios comunes con el PSOE», tal y como quedó escrito en sus primeros estatutos. En realidad, la relación entre el PSOE y el PSC es casi confederal —asimétrica, pues los militantes del PSC deciden en la elección del PSOE, pero los del PSOE no lo hacen en la del PSC- y la tensión entre ambos solo llegó a mayores cuando alguna decisión de los socialistas catalanes contravenía una posición de la dirección del PSOE.

Desde sus orígenes, el PSC no solo no ha hecho frente a ciertos postulados nacionalistas catalanes, sino que los ha hecho suyos. La inmersión lingüística obligatoria en las escuelas, la proyección internacional de la Generalitat, la defensa de TV3, la búsqueda de un concierto económico... son solo algunos ejemplos en los que el PSC se diferencia poco o, prácticamente, nada con los postulados que durante 23 años puso en marcha Jordi Pujo l desde la Generalitat; y que Pasqual Maragall, primero, y José Montilla, luego, siguieron por inercia.

En los últimos años, el pulso independentista fracturó al PSC. El sector nacionalista —no estrictamente organizado— saltó del barco socialista coincidiendo con la pérdida de la Generalitat. Ayudó a la ruptura interna Pere Navarro , cuando en diciembre de 2012, ante el primer envite de Artur Mas, que acabó convocando el 9-N en 2014, aseguró que los socialistas catalanes no pondrían «palos en las ruedas» al independentismo, pero tampoco lo apoyarían , y llevó al PSC a la abstención. No contentó ni a los nacionalistas ni a los constitucionalistas de su partido, y forzó una intervención de Ferraz.

Tras una travesía de zozobra y en la que se puso sobre la mesa la ruptura con el PSOE, llegó Miquel Iceta a la sede de la calle Nicaragua (ahora Pallars). Conocedor de la potencia del PSOE, frente al PSC, Iceta pactó con Pedro Sánchez no agredirse. En 2017 firmaron la Declaración de Barcelona, que ahonda en las diferencias entre los dos partidos, supone, por primera vez, que el PSOE defiende «la realidad plurinacional» de España y hace suyas todas y cada una de las reivindicaciones nacionalistas del PSC (lengua, economía, cultura...). A cambio, el PSC renuncia a la independencia de Cataluña, con la que coqueteó en 2012, y muestra fidelidad total a la dirección del PSOE.

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