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Dejar caer ya a Puigdemont

Puigdemont exige una inmunidad imposible porque a todos los efectos es un presunto delincuente huido, y no un estadista por el que pase el futuro de Cataluña. Resultaría delirante

Manuel Marín

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Todo en Cataluña parece avanzar hacia el sacrificio de Puigdemont, envuelto en las últimas horas en rogativas mendicantes para ser investido a toda costa. Tan irresponsable sigue siendo su conducta tres meses después del 1-O que su exigencia de perpetuar el esperpento institucional en el Parlament pasa ahora por que Roger Torrent delinca desobedeciendo al TC. Puigdemont exige una inmunidad imposible porque a todos los efectos es un presunto delincuente huido, y no un estadista por el que pase el futuro de Cataluña. Resultaría delirante.

A su lado, el bloque de partidos separatistas haría bien en someterse a una profunda revisión neurológica. Los cuatro diputados de la CUP no saben a qué atenerse más allá de a sus soflamas contra la democracia y la legalidad. ERC se disputa a codazos los micrófonos entre quienes aspiran a «sacrificar» ya a Puigdemont porque no puede ser en ningún caso presidente de la Generalitat, y los que pretenden bloquear todo hasta la repetición de elecciones. Y en Junts per Catalunya la confusión más recalcitrante se ha convertido en su estrategia política.

Después de que el TC haya conservado su unanimidad y salvado los muebles al Gobierno in extremis, a Puigdemont no le queda margen de maniobra. Ni siquiera entregándose a la justicia española en un golpe de efecto sin parangón podría acudir hoy a su hipotética investidura. El Supremo no está para bromas ni consentirá que el Parlament se convierta en un teatro de parvulario. Si ERC y Junts per Catalunya han decidido definitivamente pasar página, designar a un presidente limpio de delitos para que las prebendas y privilegios del poder no queden en riesgo con unos nuevos comicios, y dar por superada la etapa más nefasta de un Gobierno catalán en democracia, les faltan horas para decirlo.

Ayer, otra diputada electa huida , Serret, renunció a su escaño para blindar la mayoría separatista. El independentismo tiene un plan, aunque aún nadie lo conozca, para desterrar a Puigdemont. Serret, tan grandilocuente como cursi, anunciaba su solemne «sacrificio»… sin haber pisado aún la cárcel, lo cual convierte su gesto en vulgar una mentira: su renuncia le ha sido impuesta para que todo cuadre, y que el pingüe negocio del separatismo continúe en marcha. Independentismo sin independencia. Y sin Puigdemont. Ese debe ser el plan oculto.

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