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La crisis de Pegasus deja al descubierto las fisuras políticas del Gobierno

Dos de los ministros de Sánchez, Robles y Bolaños, salen tocados pese al cortafuegos del relevo en el CNI

Podemos insinúa que Sánchez ha sido chantajeado por Marruecos y ERC sigue presionando a Moncloa

Mariano Alonso

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La vulnerabilidad en las comunicaciones del Gobierno al más alto nivel dada a conocer por el propio Ejecutivo y las escuchas de los servicios secretos a Pere Aragonès y otros dirigentes independentistas han provocado un terremoto político saldado esta semana con la destitución de la directora del Centro Nacional de Inteligencia (CNI). Paz Esteban se ha convertido así en la cabeza de turco de la que se ha servido Moncloa para permitir a ERC cobrarse una pieza política y tratar de recomponer las relaciones con uno de sus principales socios. Pero al mismo tiempo que eso ocurría, y que la seguridad del Estado se abría en canal a pocas semanas de que nuestro país albergue a final de junio en Madrid la cumbre de la OTAN , la crisis del ya conocido como caso Pegasus ha puesto al descubierto otras fisuras, de carácter político, en el seno de un Ejecutivo que como pocas veces antes ha entrado en convulsión.

Las dos figuras más salpicadas por lo ocurrido, el ministro de la Presidencia, Félix Bolaños , y la titular de Defensa, Margarita Robles , salen con una imagen bastante alterada sobre los perfiles que habían cultivado hasta la fecha. El primero, al que hace unos meses el expresidente José Luis Rodríguez Zapatero llegó a definir como «Superbolaños», cimentando así su leyenda de gestor eficaz para todo tipo de situaciones, sufre ahora el primer borrón de envergadura en su expediente, dado que velar por la seguridad de las comunicaciones era, como admitió el propio Gobierno este año en una respuesta parlamentaria, competencia de Presidencia. La segunda, con una tradicional buena imagen entre la oposición y entre los votantes más a la derecha del PSOE, y con una amplia trayectoria política y jurídica a su espalda, que incluye su paso por los gobiernos de Felipe González en los noventa, desbarató parte de ese capital político con una gestión de la crisis oscilante y culminada con una comparecencia en la que informó, sin dar motivo alguno, del relevo en la cúpula de la Inteligencia. Además de ello, y aun con el cortafuegos político de la sustitución de Esteban servido en bandeja, la relación con ERC ha vuelto a resentirse, aunque en el seno de la cúpula socialista cunde el convencimiento de que los republicanos independentistas nunca terminarán de romper la baraja. Por otro lado, tampoco mejora la relación con el socio de coalición, Unidas Podemos, que ha aprovechado el episodio para desmarcarse hasta el punto de pedir la dimisión de Robles. Y por último, pero no menos importante, está la alargada sombra de la sospecha sobre Marruecos como autor de las escuchas a Sánchez y la ministra de Defensa, que se extendieron también al responsable de Interior, Fernando Grande-Marlaska , y que se intentaron realizar, aunque sin éxito, al ministro de Agricultura y exembajador en Rabat, Luis Planas .

El borrón de Bolaños

La leyenda de «Superbolaños» llevaba tiempo gestándose. Cuando Zapatero le definió así estaba reciente el repliegue del pasado verano en Afganistán , coordinado por el flamante ministro. Pero ya antes, como secretario general de la Presidencia, se había hecho notar. Por ejemplo cuando en 2019 se encargó hasta el último detalle, y supervisó in situ, la exhumación de los restos de Francisco Franco del Valle de los Caídos . Una operación que gestionó y negoció personalmente con la familia del dictador . Luego, ya en 2020, y todavía como secretario general de la Presidencia, su figura siempre estuvo presente en los grandes momentos, incluida la pandemia o ya en 2021, en una de las grandes decisiones políticas de la legislatura, la de indultar a Oriol Junqueras y el resto de los condenados por sedición por el Tribunal Supremo por el golpe al Estado en Cataluña de 2017. Se había convertido en el hombre para todo, por su solvencia técnica como jurista (primero de su promoción de Derecho en la Universidad Complutense) y por la confianza depositada en él por Sánchez, que también le encargaba tareas más políticas, como la negociación con el PP para la renovación del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ), retomada ahora.

Bolaños sufre el primer borrón en su leyenda de gran gestor, que hizo a Zapatero bautizarle como «Superbolaños»

Pero Bolaños ha sufrido la primera mácula en ese expediente de gestor intachable. El ministro de la Presidencia protagonizó el pasado lunes 2 de mayo una insólita rueda de prensa, dado que ninguno otro de los gobiernos cuyas comunicaciones han sido infectadas por Pegasus lo ha comunicado públicamente, poniendo en solfa la seguridad del Estado. Además, el ministro ha comprometido su palabra en que fue el fin de semana previo a esa rueda de prensa cuando se tuvo conocimiento de que los móviles del presidente y la ministra Robles habían sufrido un ataque de Pegasus y se les había sustraído una ingente cantidad de documentación, de hasta 2,6 gigas en una de las intrusiones al teléfono del jefe del Ejecutivo. Sin embargo, Moncloa ya había recibido meses atrás sólidos indicios de que los móviles de Sánchez y Robles habían sido infectados en mayo y junio de 2021, si bien el informe completo del Centro Criptológico Nacional no llegó hasta ese domingo 1 de mayo. La propia Robles, en una intervención parlamentaria al hilo de las denuncias de los independentistas sobre las escuchas, había dicho premonitoriamente que «quienes ahora se escandalizan se van a llevar una sorpresa».

Robles busca sobrevivir

Al margen de ese desliz en un discurso en el Congreso, el papel en esta crisis de la ministra de Defensa, cargo que ostenta desde el primer Gobierno de Sánchez en 2018, tiene varios y ambivalentes episodios. Enseguida los focos se pusieron en su Ministerio, del que depende el CNI, y enseguida armó una coraza retórica para eludir responsabilidades. El 4 de mayo llegaba ufana a la comisión de Defensa del Congreso y en declaraciones a la prensa señaló por primera vez a Bolaños como responsable, aun de manera harto críptica. «No hay más que mirar las leyes» dijo entonces sobre a quién correspondía la seguridad de las comunicaciones del Gobierno, para luego, ya en la comisión, hacer una defensa cerrada de la todavía directora del CNI . Apenas seis días después, la propia Robles daba la puntilla a Paz Esteban, siendo la encargada de comunicar su cese en una rueda de prensa donde se mostró en todo momento a la defensiva, en la que evitó justificar las razones de la defenestración de su colaboradora y en la que incluso negó que fuese una destitución, sino, dijo para pasmo de propios y extraños, una «sustitución». Había logrado que Sánchez le permitiese pilotar el relevo, nombrando a su número dos, Esperanza Casteleiro, como nueva responsable del CNI, pero su imagen de miembro del Ejecutivo respetada por sus rivales y por los votantes del centroderecha quedaba seriamente afectada por una alocución en la que, además, parecía sobreactuar en la descripción de su relación con Sánchez. «Tengo la plena confianza del presidente. Llevo muchos años trabajando con él. Le conozco, admiro y respeto. Y eso es algo que no me lo va a poder quitar nadie», afirmó con gran énfasis, en lo que muchos vieron más como un síntoma de debilidad que de fortaleza. Esta misma semana el ex líder de Podemos, Pablo Iglesias, siempre al quite y con varias antenas sobre las interioridades del Consejo de Ministros, reclamó su cese e incluso lo planteó como viable en una eventual crisis de Gobierno.

Los morados ya habían pedido su dimisión y no han parado de tensar las relaciones con el PSOE, hasta el punto de votar con los nacionalistas por una comisión de investigación que los socialistas solo evitaron con el apoyo de PP, Vox y Ciudadanos. Sin embargo, Yolanda Díaz ha evitado hacer sangre con esta cuestión.

Robles logra pilotar el relevo en el CNI y apela a su trayectoria, pero su figura de ministra respetada por la oposición pierde enteros

Todo lo contrario que el presidente del Grupo de Unidas Podemos, Jaume Asens , quien ha sugerido la idea de un posible «chantaje» a Sánchez, basado obviamente en el material extraído de su móvil, que explicaría el giro dado sobre la cuestión del Sahara. Un asunto, este último, de los que más ha soliviantado al socio de coalición, afecto a la causa saharaui. Además, Asens pidió a Bolaños en el Congreso un compromiso para no volver a usar el software Pegasus e incluso que se llamase a consultas al embajador en Israel, por considerar que este país, propietario del sistema informático, podría estar supervisando la utilización de Pegasus por otras naciones. La aceptación de los postulados marroquíes sobre el Sahara a través de una carta a Mohamed VI es, sin duda, el gran volantazo de Sánchez en política exterior. Y la crisis de Pegasus extiende serias sospechas, como verbalizaba Asens, sobre los verdaderos motivos de ese cambio radical en las relaciones con el vecino del sur.

Las mismas sospechas y parecida desconfianza que la que esta crisis suscita en Pere Aragonès. Un dirigente que ya sabe que fue vigilado en 2019 cuando era vicepresidente catalán y Sánchez ya estaba en La Moncloa. Ambos han acordado una próxima reunión, pero parece difícil que su relación vuelva a ser igual tras ser clave ERC en la investidura de 2020 y en la aprobación de los dos Presupuestos aprobados hasta ahora por el Gobierno.

Sánchez afirmó el jueves que «ninguna turbulencia» ni «crisis puntual» le apartará de su hoja de ruta. Pero Pegasus ha ahondado en el desgaste de su gabinete y en el deterioro de la relación con sus socios.

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