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La crisis catalana y la desaceleración, retos principales del nuevo Gobierno

Casi 37 millones de españoles están llamados a las urnas en unos comicios marcados por la incertidumbre sobre el resultado y sobre el futuro inmediato

Ana I. Sánchez

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Tan solo dos años y diez meses después de las últimas elecciones generales, los españoles vuelven hoy a las urnas para escoger al que será al nuevo presidente del Gobierno. Muchas cosas han cambiado desde aquel 26 de junio de 2016 que sacó a a España del primer bloqueo político de la democracia. Pero la principal diferencia es que la fragmentación política no es hoy menor, sino mayor que entonces . Y con ella han crecido la incertidumbre ante el resultado electoral y la crispación política entre los líderes, pero también en los propios ciudadanos.

Un total de 36,9 millones de españoles están llamados a elegir entre los dos bloques que ha consolidado la campaña electoral. El debate político ha vuelto a pivotar entre izquierda y derecha, quedando atrás la pugna entre partidos nuevos o viejos de los últimos comicios. El bloque conservador estrena división y pugna entre tres opciones fuertes, PP y Ciudadanos y Vox. Las consecuencias de esta fractura, inédita en España, son imposibles de anticipar, más allá de que por primera vez se sentará en el hemiciclo un partido situado a la derecha del PP. La izquierda, en cambio, presenta un panorama menos convulso donde ya no se cuestiona el liderazgo del PSOE y en el que Podemos ha cambiado el hostigamiento por la colaboración. La división del voto entre estas cinco propuestas políticas, todas ellas con potencia política significativa, impide espantar a priori al fantasma del bloqueo político aunque sí ha logrado vencer la resistencia existente a tejer ejecutivos de más de un color. Las coaliciones de gobierno, tan habituales en Europa, podrían estrenarse en la Administración Central de España. Tanto en el bloque de la derecha como en el de la izquierda, esta posibilidad ya no se rechaza.

Alta movilización

El voto por correo -el segundo mayor de la historia- augura que los españoles tienen ganas de participar en unas elecciones en las que el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, aspira a movilizar al votante de izquierdas y concentrar voto útil. Sus mantras han sido la agenda social y la amenaza de un gobierno de derechas que esté condicionado por Vox . Sirviéndose de ello y de la fragmentación del bloque rival, el líder socialista espera crecer un 50 por ciento en escaños, hasta los 125-130 desde los 84 que ostenta ahora. Cree Sánchez que esta previsión le permitiría mantener el poder sumando con Podemos y el PNV, sin tener que recurrir a los partidos independentistas catalanes. Si aún así no alcanzara los 176 escaños que marcan la mayoría absoluta, intentaría un acuerdo con ERC y JxC o incluso con Ciudadanos si le dieran los números, aunque el presidente naranja, Albert Rivera, ha rechazado una y otra vez esta posibilidad.

Por su parte, el líder del PP, Pablo Casado, se ha fijado como objetivo retener 100 de los 134 escaños que su partido alcanzó en 2016. Dado que el bloque de la derecha se encuentra dividido en tres, con esta cifra aspira a tejer un acuerdo con Ciudadanos en el que daría entrada a Vox si fuera necesario. El PNV es otra opción de cortejo que mantiene en la recámara si se queda a las puertas de la mayoría absoluta. Aunque las encuestas publicadas no le otorgan esos 100 escaños que ansía , su ambición puede cumplirse si Ciudadanos y Vox obtienen un resultado fuerte pero quedan justo por detrás del PP. Ante la división de la derecha, el líder popular ha intentado aglutinar el voto útil enarbolando el temor a que Sánchez vuelva a pactar con los independentistas catalanes. El mismo objetivo tiene el presidente de Ciudadanos, Albert Rivera. Su intención es liderar un gobierno constitucionalista que expulse a Pedro Sánchez de La Moncloa y, en su caso, necesita adelantar al PP en escaños. Rivera se ha presentado como alternativa al viejo bipartidismo recalando en que no puede haber más cesiones hacia los separatistas.

En cambio, el secretario general de Podemos, Pablo Iglesias, es el único que reconoce abiertamente que no aspira a liderar el próximo gobierno sino a influirlo. No ha establecido techo ni suelo de escaños sino el objetivo de obtener una posición fuerte que obligue al PSOE a pactar con él y no con Rivera. Éste ha sido, precisamente, el mantra de su campaña: la idea de que un Podemos débil no tendrá fuerza para hacer cumplir al PSOE su agenda social.

La gran novedad de la campaña ha sido la irrupción de Vox cuyo presidente, Santiago Abascal, pretende ganar las elecciones seduciendo a los votantes del PP que se sintieron decepcionados por la gestión de Mariano Rajoy, fundamentalmente en el tema territorial. Una perspectiva desde la que aspira a atraer a los simpatizantes de la ultraderecha.

Cataluña

Y es que la elección entre los dos bloques antagónicos determinará sin remedio cómo van a relacionarse Cataluña y el resto de España durante los próximos años. PP y Ciudadanos consideran que ha llegado el momento de poner fin a las cesiones y creen que la solución pasa por hacer cumplir las leyes con toda su fuerza y sin vacilaciones, incluyendo una nueva aplicación del artículo 155 de la Constitución. Vox aboga, además, por la retirada de competencias y la eliminación de las autonomías . Los partidos de izquierda apuestan por el diálogo para encauzar la crisis territorial y encontrar un encaje que reduzca el movimiento independentista a las cotas del pasado.

El 29-A para los líderes

En este contexto, el único partido que estrena dirigente es el PP. Casado se presenta por primera vez a unas elecciones generales y lo hace tan solo siete meses después de asumir las riendas de Génova. En cualquier otro momento, la juventud de su mandato sería motivo suficiente para que el partido le concediera otra oportunidad aunque el resultado no cumpla las expectativas. Pero a 12 horas de las elecciones nadie es capaz de apuntar cómo digerirá el PP la fractura de su electorado. Para todos los demás candidatos, es la tercera vez que se presentan a las elecciones. Sánchez, Iglesias, Rivera y Abascal se ofrecen a los españoles para dirigir el Gobierno de la nación desde el año 2015. Al presidente del Gobierno no le basta ser el más votado sino sumar para retener el Gobierno. El único jefe de Ejecutivo que ha perdido el poder tras caer derrotado en unas elecciones generales fue el socialista Felipe González en 1996, y tras ello se retiró de la política. Al menos hasta ahora, no se entendía que un exjefe del Gobierno pudiera liderar la oposición. Pero también hasta la legislatura fallida, ser el candidato más votado llevaba aparejado alcanzar el Ejecutivo. Ante la encrucijada se encuentra también Pablo Iglesias ya que tras irrumpir en el Congreso con 69 diputados el 20-D, ha ido perdiendo votantes desde entonces. Un millón de españoles le retiraron su apoyo solo seis meses después , el 26-J, tras decidir coaligarse con IU y abrir fracturas internas. Todas las encuestas publicadas recogen ahora que no logrará repetir ni siquiera este resultado. Para Albert Rivera la situación es menos delicada ya que los sondeos pronostican que mejorará su último resultado. No obstante, el listón que él mismo se ha puesto es «sorpassar» al PP y aquí puede estar la medida de su futuro político. Ajeno a las cuitas de todos ellos, Abascal se sabe victorioso por la sola entrada en el Congreso, sea cuál sea el resultado.

A tan solo unas horas del cierre de los colegios electorales, la única certeza que existe es que los antecedentes que hasta ahora se utilizaban para pronosticar la foto final de las elecciones han dejado de servir y cualquier hipótesis es creíble.

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