'Control de togas': así definía Villarejo sus tentáculos en la Justicia
La colección de audios del comisario, que vuelve de nuevo a la palestra, evidencia el nivel de acceso que se le consintió a la médula del sistema
Hubo un tiempo en que el comisario José Manuel Villarejo gozaba si no de una reputación impecable, sí de una amplia red de contactos . Y muchos de aquellos que ahora, al hilo de la investigación que sigue sobre sus tropelías la Audiencia Nacional, ... se ven retratados en cintas, anotaciones y alguna que otra fotografía recuerdan que reunirse no es delito. Insisten en que no es de extrañar que existan relaciones fluidas entre jueces, fiscales, abogados y un comisario que está en activo, vive liberado y sólo responde ante el máximo uniformado de la Policía Nacional. O incluso más arriba. No les falta razón, tampoco a los que aducen que nadie aguanta una grabadora en una conversación privada.
Pero puesta la venda, cuando se airean los audios llega la herida. Y al final, todo ese arsenal que atesoraba el comisario lo que deja ver es hasta qué punto se movía confortablemente en la médula del sistema . Si levantó sospechas, nadie lo dijo y, cuando se dijo, no prosperó. Hasta ahora, que empieza jugándose cien años de cárcel.
Este diario ha venido informando de maniobras como librarse de una rueda de reconocimiento con ayuda de un secretario de Estado y un jefe policial. ABC ha contado que tenía quien le informaba de si en los juzgados de la Plaza de Castilla (Madrid) o en la Fiscalía Anticorrupción alguien le pasaba la lupa. Que pedía la cabeza de sus enemigos a cambio de favores dudosos . La lista del rédito que intentó o consiguió extraer de aquella red durante años es larga y está escrita, cuando no grabada.
La probabilidad de que sea ahora cuando necesite rentabilizar las cintas, con fines que sólo él conoce, es, por descontado, muy elevada. Pero ahí están. Y lo que muestran es que si hay un ámbito, además del político –las citas con personas como María Dolores de Cospedal y su marido son tan abundantes como delicadas, aunque no se ha apreciado delito–, donde se movía con soltura, era el del Poder Judicial: por ellas desfilan nombres como Baltasar Garzón, Dolores Delgado y Fernando Andreu .
Un audio recientemente revelado por 'El País' le sitúa con José Luis González Armengol, que hacía poco había dejado de ser el juez decano de Madrid, sentándole a desayunar con Esperanza Aguirre . Ella quería pedirle que su asociación levantase el pie en un juzgado madrileño (sí, también tenía una asociación que presentaba querellas cuestionables). Se jugaba un delito por huir de la patrulla que quiso sancionarla por estacionar en un carril bus. Armengol se cuidó de decir aquel día que «sería conveniente» que los abogados no supieran que él estaba «detrás» de la paz que buscaba la reunión.
Aquel tema tuvo su miga, según las agendas de Villarejo analizadas por ABC. El 10 de septiembre de 2014, víspera del café, el comisario anotó: «ARMENG. Quiere a toda costa que ayudemos a la ESPE. Ha quedado con ella en una hora. He prometido ayudarla». En la cita, el comisario dio su palabra de que no pediría diligencias al juez que llevaba el caso. Pero el exdecano hizo seguimiento.
El 15 de septiembre, otra anotación. «ARMENG JL. Dice que estuvo en el funeral de Isidoro Álvarez con ESPE y que sigue inquieta. Le tranquilizo». Para el 1 de octubre, apuntó el agradecimiento del exdecano «en nombre de ESPE por la ayuda recibida». En noviembre, siempre a la luz de las agendas, Armengol quería «saber si lo de ESPE va bien». En enero de 2015 lo que escribió es que «quería datos sobre la absolución de ESPE». Estas últimas anotaciones llevan aparejada además la previsión de verse. Relación fluida, pero hay más. En octubre había apuntado por cuenta de Armengol una cita con su sucesor en el Decanato, Antonio Viejo.
Pidiendo cables
No sólo se habla del exdecano de Madrid en las notas cuando él necesita algo. También Villarejo recurre a cambio. Como reveló 'El Periódico de España', Armengol le abrió las puertas del juzgado donde iban a procesar a un traficante de armas con el que Villarejo tenía unos temas . Y fue por Armengol que aquel juez de instrucción le recibió. El audio –parece que de cada reunión lo hay– no deja lugar a dudas. El comisario pidió un cable para su colega y el juez le dijo que, con un procesado por delitos fiscales, nada se podía hacer. Se quedó el comisario con una copla aquel día: que ese juez aspiraba a la Audiencia Nacional. Quizá lo apuntó por si algún día le servía el dato. La cosa es que la vida da muchas vueltas. Ese magistrado hoy forma parte del tribunal que decidirá si impone al comisario los cien años de cárcel que pide la Fiscalía. Y ni siquiera se acordaba de haberse reunido con él. Pero ya se encargó la defensa de pedir, sin éxito, que lo apartasen.
Fuera de Plaza Castilla, los audios y las agendas sitúan la vista en la Audiencia Nacional. Son conocidas las referencias a Dolores Delgado, fiscal responsable de terrorismo cuando comía con Villarejo, ministra de Justicia cuando esos audios se filtraban y fiscal general del Estado ahora, en plena incertidumbre porque se desconoce cuántas más conversaciones saldrán a la luz . Con ella, se difundió hace unas semanas la charla de un café en el que Villarejo se aseguraba de tener bien guardado su número de móvil.
Y Delgado iba de la mano de su entonces amigo y hoy pareja, Baltasar Garzón, instructor del Juzgado Central 5 de la Audiencia Nacional hasta que fue apartado de la carrera y a quien el comisario se refería como «Balta». El único audio que consta con él está en una pieza separada de la causa en la Audiencia Nacional. Es una breve conversación telefónica en la que quedan en verse y se preguntan qué tal van. Fue incorporada a la investigación sobre los 7 millones de euros que Villarejo cobró a dos navieros españoles diciéndoles que sólo así evitarían ser extraditados a Guatemala. Un millón, en teoría, era para Garzón, «el mago» que habría de apaciguar a los fiscales del otro lado del charco.
Han pasado cuatro años y ese dinero no ha aparecido, así que la tesis es que fue una estafa. Pero lo que sí está claro ya es que tenían relación, antes y después de que Garzón saliese de la judicatura. De antes, la célebre comida del restaurante Rianxo, en la que estaba junto a Delgado cuando ella llamó «maricón» a Grande-Marlaska. De después, una anotación en la que dice que Garzón se ofrecía a ser su abogado frente a la doctora Elisa Pinto, que le acusa de haberla apuñalado. «Me pidió que le permitiera ayudarme para la defensa», dice. Según la agenda, declinó.
Este diario publicó hace unos días el nombre de otro juez de la Audiencia Nacional, Fernando Andreu, de la Sección Segunda de la Sala de lo Penal. El audio no pasaría de un cotilleo entre colegas de no ser porque revela por qué dos periodistas de ABC acabaron jugándose tres años de cárcel tras dar una exclusiva. Había una relación que revela igualmente la agenda, pero esa charla deja también una frase que es todo un modus operandi. «No tengo la amistad que tengo contigo, pero dile que cuando quiera tomamos café». Es Villarejo hablando de Santiago Pedraz, otro juez de la Audiencia Nacional, en busca de una puerta de entrada como la que, según las notas, esperaba que le abriese Armegol con su sucesor.
Es la línea gris de Villarejo, que apunta fechas con rigor y pensamientos ambiguos. Menos perdona la grabadora. Y ahora, cuando en los mentideros se habla de un escándalo medido en gigabytes, hay fuentes que comentan el precio a pagar por quienes le estuvieron bailando el agua. Y ese precio, en el universo de Villarejo, tenía un nombre y hasta una carpeta en su disco duro. Se llamaba 'Control de togas' .
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