Las claves de la estrategia: del yihadismo, al cambio climático o las pandemias

La competición estratégica entre Estados y el retroceso del multilateralismo elevan el «riesgo de que se produzcan tensiones con impacto directo sobre los intereses nacionales e incluso sobre la propia soberanía (...) cuya máxima expresión» podría ser un «conflicto armado».

Aumenta la actividad de los extremistas violentos y los terroristas utilizan medios más variados. «Los ataques físicos están acompañados de campañas propagandísticas». El Sahel, Magreb y Oriente Medio proyectan la amenaza terrorista sobre España. Hay peligro por las radicalizaciones, también en prisión, y los retornados.

La fragilidad de la cadena de suministros de recursos estratégicos y la dependencia para obtenerlos supone un riesgo alto para la seguridad.

Son objetivo de amenazas, físicas y digitales, que podrían llevar a una interrupción o negación de servicios. También son peligrosas las inversiones de actores, estatales o no, en esas infraestructuras por lo que supone la pérdida de control sobre las mismas.

Los principales riesgos son las inundaciones, los incendios forestales, accidentes en almacenes de sustancias peligrosas y los riesgos nucleares, radiológicos y biológicos, entre otros.

No se limita a instituciones y al Gobierno, pues afecta a otros sectores como la industria de defensa, las infraestructuras críticas o la investigación científica y tecnológica.

Su objetivo es generar confusión y socavar la cohesión social con la intención de desprestigiar o influir en el objetivo del ataque. No contienen necesariamente noticias falsas, sino manipuladas o distorsionadas. Por su peligrosidad, destacan las campañas de desinformación de actores extranjeros para polarizar a la sociedad y minar su confianza en las instituciones.

Hay dos tipos de riesgos: el ciberataque, y el uso del ciberespacio para realizar actividades ilícitas, como el cibercrimen, el ciberespionaje, la financiación del terrorismo o la radicalización.

Para España es esencial mantener la seguridad en los espacios marítimos y asegurar el funcionamiento de las infraestructuras críticas del litoral, como puertos, tuberías y cables submarinos.

Cualquier ataque a aeronaves, aeropuertos o instalaciones terrestres tendría un enorme impacto económico. Preocupan los drones.

La puede provocar un desequilibrio en las vías de financiación en la Hacienda Pública, una crisis internacional, la corrupción, el blanqueo...

La convergencia entre grupos terroristas y redes de crimen organizado aumenta. El segundo también tiene un relevante potencial desestabilizador. El contrabando, el cibercrimen o el tráfico de armas y drogas son una amenaza clara.

España, por su situación geográfica, está especialmente expuesta a este desafío y de hecho se espera un aumento de los flujos migratorios hacia Europa.

«El proceso de transformación del sector energético lleva aparejado nuevos riesgos asociados a un modelo de generación verde». La disponibilidad de nuevas materias primas, las energías renovables y el autoconsumo, entre otros, son elementos a tener en cuenta.

«La amenaza biológica, entendida como el empleo deliberado de agentes patógenos, toxinas o elementos genéticos u organismos genéticamente modificados dañinos por parte de Estados, individuos, redes criminales u organizaciones terroristas, supone una amenza real con posibles consecuencias catastróficas».

«El cambio climático es una amenaza para la seguridad global y, en Europa, especialmente para el área mediterránea. Por eso la mitigación y adaptación al cambio climático adquieren cada vez más urgencia», concluye el documento en este apartado.