Charo Cadarso: «Cuando mi padre salga de la tumba, hablaré con los asesinos»
A su padre lo mataron el 14 de abril de 1981. La información para asesinarlo la facilitó el padre de una alumna a la que ella daba clase
Cruz MorcilloPablo MuñozAl teniente coronel de la Guardia Civil Luis Cadarso el cura de Basauri le negó la extremaunción. Los pistoleros le dieron seis tiros por la espalda y lo remataron en el suelo a 50 metros de la parroquia con el periódico que acababa de comprar en la mano, pero el sacerdote se negó al sacramento porque era guardia civil. A Charo, su hija, se le nubla el coraje al evocar la escena. Han pasado 39 años. «Me despedí de él con un beso hasta la hora de comer pero a las once menos diez subió un vecino con el jefe de estudios del colegio y yo cuando les vi la cara no me tuvieron que decir nada. Sabía que a mi padre lo habían matado». Vasco, de Álava, amaba su tierra. Había pasado a la reserva seis meses antes ocultando a su familia que apareció en una lista de ETA. «Él no tenía miedo, decía que no había hecho daño a nadie y que no se pensaba ir».
La información para asesinarlo se la dio al comando un trabajador del ayuntamiento de Basauri, el padre de una alumna a la que Charo daba clase y un vecino del sexto. «Mi madre ya no pudo volver a su casa, tuvimos que llevarla a la que tenía en Cervera. Mi hermano, que estudiaba ingeniería, tampoco… el mayor vivía en Lesaka, pero nosotros nos quedamos». Charo y su marido tenían ya tres hijos. Los meses siguientes fueron el infierno: llamaban de noche al timbre y por teléfono, les seguían a plena luz del día. Los niños se daban cuenta. «Vivimos un año así y decidimos irnos. Yo no me fui del País Vasco, a mí me echaron». Se marcharon con lo puesto, dejando atrás su casa y sus trabajos. Eligieron Calahorra (La Rioja) y allí continúan.
Al teniente coronel Cadarso lo asesinaron el 14 de abril de 1981 y unos meses después su hija ya era miembro de la recién creada AVT, su otra familia. Peleó desde el principio y sigue. No paró hasta saber quién había disparado a su padre: en 2003 extraditaron de Venezuela a Sebastián Echániz y a José Antonio Borde. «Borde era conocido de la familia, había jugado con mi hijo». Enrique Letona, el tercer pistolero, ni siquiera fue juzgado. «Estuvo tomando café a nuestro lado durante el juicio», recuerda Charo con rabia. Cada cuatro meses la Audiencia Nacional le iba mandando informes sobre la condena que redimía Echániz. «¿Por qué? No lo sé, igual hacía bizcochos en la cárcel», ironiza.
«Tengo carácter para sentarme con Echániz y con 25 juntos pero cuando mi padre salga de la tumba, hablaré con los asesinos». Le irrita el «descaro y poca vergüenza del Gobierno». «¿Acercamientos? Yo no he podido volver a ver a mi padre, yo veo una tumba, le llevo flores (...) era mi padre, pero era un abuelo que adoraba a sus nietos, que se quedó huérfano a los seis años...». Lo mataron con el empleo de teniente coronel aunque en Cervera, donde está enterrado, siempre siguió siendo «Luis, el guardia».