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Piden nuevas pruebas en Las Quemadillas al hallar 13 puntos «anómalos»

Cuando ya había acabado el registro, los geólogos detectaron más huecos sin explorar en el terreno. El juez suma diez indicios tras el último rastreo

Piden nuevas pruebas en Las Quemadillas al hallar 13 puntos «anómalos» abc

FRANCISCO J. POYATO

José Luis Rodríguez Lainz, el juez titular de Instrucción 4, parece ser consciente de la trascendencia que ha podido tener la ausencia de pruebas concluyentes en la última búsqueda, de ahí que en su último auto no deje ninguna puerta cerrada y, sobre todo, la de la finca de los Bretón, pese a que gran parte del recurso de la defensa para pedir su libertad —desestimado como ya se sabe— haya girado en torno al infructuosos rastreo.

«El fracaso del registro —llega a decir— es un mal perfectamente asumible, sin mover un solo ápice el nivel de seriedad y contundencia de los múltiples indicios que pesan sobre el encartado», arguye. Y va a más. «El resultado de la diligencia de registro descartaría en un alto porcentaje la posibilidad de encontrar restos de los niños en el interior de la parcela o en las dos parcelas vecinas objeto del registro; pero nada más. La dificultad técnica del lugar y sus dimensiones hacen imposible descartar que los niños pudieran estar realmente allí». El togado no termina de blandir su tesis.

En este sentido, el informe de prospección geofísica que ha redactado el equipo de geólogos, ingenieros y arqueólogos que intervinieron de forma voluntaria en la búsqueda determina que existen trece puntos más en el terreno de la finca con « claras anomalías» , capaces de albergar, como reza el auto judicial, «objetos del tamaño de los cadáveres de dos niños de corta edad». Estos puntos fueron detectados tras examinar de forma exhaustiva —«examen contundente» dice el juez—toda la información recabada con el geo-radar y el vuelo de un helicóptero con cámara térmica, y una vez que finalizó el registro, por lo que no fueron objeto de análisis y valoración.

Es por ello que el citado informe «recomienda» hacer nuevas pruebas y prospecciones en el interior de la finca de Las Quemadillas. En total, fueron fijados 27 puntos en todas las zonas rastreadas en las parcelas con anomalías en la composición del terreno, catorce de los cuales se descartan, pero trece necesitan un mayor contraste.

Un barril de brea

No es la única incidencia constatada por el juez a tenor de las dos semanas de trabajo en la parcela. Por ejemplo, fue encontrado: un barril de brea. Este material suele utilizarse para sellar y aislar humedades de determinadas superficies. Lo extraño de todo, según refleja el auto, es que no se halló, por contra, rastro alguno de material destinado a ejecución de obra de solería en el interior de la casa, pese a lo que llegó a apuntar la propia hija de José Bretón a su madre sobre las «reformas» de su progenitor.

En el interior de la casa principal aparecen también «enigmáticas anotaciones manuscritas» de Bretón datadas el 7 de octubre de 2011, el mismo día en que regala un ramo de flores a Ruth Ortiz y una carta para intentar acercar posturas tras la separación. En sus declaraciones, el acusado no recuerda cuándo escribió esa carta ni porqué aparece en la casa.

Lo escrito alude al episodio de reconciliación. Bretón negó ante el juez que escribiera esas líneas en Huelva, o la tarde del 7 de octubre cuando acude a la parcela a llamar a su amiga; ni el día de autos. Para el juez, «las extrañas lecturas que da su teléfono móvil de madrugada» podrían hacer pensar que esa misma noche la pasara Bretón en Las Quemadillas e hiciera esas anotaciones.

Las incidencias novedosas se agolpan en el auto. Pese a que el encartado negó que los vecinos pudieran haber visto luz en las dependencias de la planta superior de la casa principal «muchas noches y madrugadas», el último registro sirvió para constatar que desde el dormitorio de la casa trasera a la de Bretón era visible en línea recta la única bombilla que ilumina, por ejemplo, el salón de esa planta.

De igual forma, los investigadores han podido verificar que buena parte de los juguetes de los niños , el ajuar familiar (incluso ropa de primera puesta de bebé) y hasta los dos carritos que tanto Bretón como su mujer declararon que se guardaban en Las Quemadillas habían desaparecido sin que, por contra, el acusado haya dado explicación «minimamente razonable de su destino».

Según el togado, nadie del entorno familiar sabe nada del paradero de estos utensilios, por lo que Rodríguez Lainz llega a concluir que «el encartado se deshizo de tales efectos con anterioridad [a la desaparición de los niños] lo cual resulta especialmente preocupante en orden a suponer las perspectivas de futuro que tenía el encartado respecto de sus hijos».

Por otro lado, Ruth Ortiz constató que parte de la ropa que fue a la hoguera y desapareció estaba colgada en un armario, en completo uso, la última vez que ella estuvo residiendo en la parcela de Las Quemadillas.

Hay otro elemento algo truculento de esta cascada de incidencias relatadas por el juez instructor. La aparición de los cadáveres de cachorros y un perro adulto en el registro. En ambos casos, en el mismo lugar enterrados. Según recoge el auto judicial, la muerte pudo ser inferida por el propio Bretón por asfixia metiendo en una bolsa a los cachorros y atando la cabeza del perro adulto en otra bolsa. En este último caso, Bartolomé, padre de José, ha llegado a responsabilizarse de ello.

Finalmente, José Luis Rodríguez Lainz recoge en su auto el episodio ya conocido en los días del propio registro sobre los comentarios que Bretón, presente cada día en los mismos, realizó a uno de los investigadores sobre el paradero de los niños. «Bretón llega a sugerir a uno de los agentes que si lo dejaban en libertad dos meses encontraría a sus hijos, apostillando, acto seguido que vivos o muertos; dando a entender de este modo que sabía perfectamente cómo y dónde encontrarlos, y que sabía cuál era su fatal destino», escribe el magistrado, que añade una última pauta advertida esos días: la colocación del coche con los niños para que éstos, esa tarde del 8 de octubre, según lo descrito por el padre, durmieran la siesta.

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