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El balón botando

«La sedición es un término medio que de un lado manda una seria advertencia a quien quiera volver a intentarlo, y del otro permite manejar la política y los tiempos en la medida en que los condenados entiendan la gravedad de lo que han hecho»

El juez del Tribunal Supremo Manuel Marchena EFE
Salvador Sostres

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Es una sentencia a la que se le notan las ganas de haber hecho precisamente esta sentencia, y no otra. No era fácil discernir entre lo cínico y fraudulento que había en el independentismo político de engañar a sus bases con fatua gestualidad; y lo que aquellos días tuvieron —que lo tuvieron, aunque los líderes fueran de farol— de intimidatorio y violento desafío a la convivencia, al orden constitucional y al Estado. Entre soltarles un par de sopapos por imbéciles y cargarles el delito rebelión, que merecerían más por cretinos que por rebeldes, la sedición es un término medio que de un lado manda una seria advertencia a quien quiera volver a intentarlo, y del otro permite manejar la política y los tiempos en la medida en que los condenados entiendan la gravedad de lo que han hecho y se comprometan a respetar la Ley y la convivencia.

Es una sentencia que respeta la Justicia y favorece la política . Arderán los ultramontanos de uno y otro lado, y habrá terreno de juego para los moderados. De un lado, veremos insultar al juez Marchena los que hasta hace dos días tanto le ensalzaron ; del otro, veremos a los independentistas más irredentos comparar esta sentencia —lo han hecho ya— con el fusilamiento de Lluís Companys, en una demostración de que siempre habrá una España, y en su interior una Cataluña, irreconciliable, cerril y prebélica.

El Tribunal rechazó sellar en la sentencia que los acusados tuvieran que cumplir los dos tercios de la sentencia para obtener beneficios penitenciarios. Habrá que distinguir también entre el oportunismo de mercadear con lo que no tiene repuesto —Sánchez es propicio a hacerlo— y la magnanimidad que suele tener España —esta sentencia es otra muestra— cuando intenta que vuelvan las aguas a su cauce.

El Supremo ha dejado el balón botando. Pero que haya una oportunidad no significa que haya inteligencia para aprovecharla.

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