La avalancha de pateras desde un bote de Salvamento: «Es la ruta más mortífera, el Atlántico se lo come todo»

Un integrante de los equipos de rescate explica a ABC cómo se vive desde primera línea la crisis migratoria de Canarias

Una de las embarcaciones de Salvamento Marítimo operativas ahora en Canarias EFE / Vídeo: Atlas

Lo primero es el anonimato. Las cosas están feas en Canarias, eso es una obviedad que no se le escapa a nadie. Y la primera norma para un Gobierno cuando algo no va bien es el silencio. Cuanta menos gente cuente las cosas, mejor. Así ... que no se puede hablar, al menos a pecho descubierto. Sin embargo, uno de los integrantes de los equipos de Salvamento que durante los últimos meses se están jugando el tipo en las aguas del Archipiélago aprovecha un momento de descanso para explica a ABC cómo son sus rutinas, el tipo de embarcaciones que han auxiliado y lo que se siente cuando, tras rescatar a decenas de inmigrantes, ves cómo están hacinados en un muelle durante días.

«Puede parecer egoísta, pero nosotros no podemos involucrarnos más allá del rescate. Si ya bastante tienes con dejarlos en tierra después de una travesía en la que puedes llegar a volcar una patera y que se ahogue alguien, no puedes plantearte si una vez en tierra están bien o mal . Estás trabajando y tienes que meterte como en una especie de cápsula. La salud mental es muy importante. Luego ya, cuando estamos en nuestras épocas de descanso, ahí sí que pensamos más». De esta forma resume el sentimiento este rescatador, que tiene muy claro el perfil del inmigrante que ahora está varado en Canarias.

«Lo que más cogemos son pateras marroquíes, son el 90% de lo que hemos rescatado en noviembre», sintetiza, justo antes de desgranar una cuidada relación de los tipos de cayucos que han auxiliado. En la patera marroquí, como subraya, caben «entre 20 y 30 personas». Además, los «sin papeles» marroquíes son los que más enteros llegan a puerto. Son los que hacen la travesía más corta aunque tampoco está exenta de riesgos: tardan entre tres y cuatro días .

«Llevamos diciendo que esta es la ruta más mortífera. Aquí desaparece mucha gente, lo que pasa es que los números no se pueden saber. El Atlántico se lo come todo y no deja restos»

Acostumbrados a la inmigración que cruza por el Estrecho, pocos reparan en la dificultad que tiene llegar a Canarias desde otros puntos de Marruecos más al sur, como Dakhla, punto de origen de un buen número de las pateras que han desbordado los servicios asistenciales de las Islas. Hay que echarse al Atlántico, que no es el Mediterráneo y exponerse a sus corrientes. «Llevamos tiempo diciendo que esta es la ruta más mortífera. Aquí desaparece mucha gente, lo que pasa es que los números no se pueden saber. El Atlántico se lo come todo y no deja restos», expone con crudeza este profesional, consciente de que muchos llegan, pero también hay muchos que no.

Cayucos con 200 personas

«El cayuco mauritano es más grande que la patera marroquí, puede traer a unas 50 personas y tiene una especie de agujero dentro donde meten el motor. Eso sí, de estos vienen poquitos», prosigue el rescatador, antes de describir las embarcaciones senegalesas: «Tienen unos 15 o 20 metros y son de una madera muy recia y colorida. En estas embarcaciones pueden venir entre 100 y 200 personas y son los que más tardan, entre siete y ocho días».

Una embarcación de Salvamento, tras un rescate, llega al puerto de Arguineguín EFE

Aunque su trabajo no sea únicamente rescatar inmigrantes del mar, los efectivos de Salvamento saben calibrar perfectamente la magnitud de los movimientos migratorios. «Esto no es nuevo. En Canarias ya hubo una avalancha en 2006 , luego en el sur de España hubo otra crisis en el verano de 2018 y este movimiento se debe a que las rutas migratorias se van reseteando. Si las zonas del norte de Marruecos se han ido controlando, ahora salen desde más al sur», revela este marinero, que reconoce que hay poco tiempo para el descanso en épocas así. Están activados durante un mes entero aunque hacen turnos de guardia entre las distintas embarcaciones disponibles para responder a cualquier emergencia durante las 24 horas.

Más seguridad

«La gente lleva años así, no son sólo estos meses. Y eso genera una carga física y emocional muy fuerte. Para mí es lo más importante. Hay que darse cuenta del trabajo que hacen estos compañeros, ponerlo en valor y resaltarlo con letras mayúsculas», reclama Cristian Castaño, responsable de Marina Mercante en CC.OO. y tripulante de Salvamento Marítimo. En la misma línea se posiciona Manuel Capa, delegado del Comité de Empresa por CGT en Salvamento, que pide más medios para poder afrontar futuras crisis como esta en la mejor disposición posible: «Lo que reclamamos es descanso, que equivale a seguridad, nadie ha pedido un euro más por la sobrecarga de trabajo».

Ambos sindicalistas, por eso, valoran positivamente el refuerzo anunciado por el ministro de Transportes, José Luis Ábalos, pero, como dice Castaño, «no siempre se puede esperar al último minuto, a estar desbordados, para tomar medidas». Y completa Capa: «Parece que nosotros tenemos que ir pidiendo que se refuercen las zonas, cuando ha habido una serie de olas de trabajo en los últimos años que al final vamos a tener algún accidente».

«Desde hace dos días nadie está cogiendo pateras, cuando estábamos rescatando entre ocho y diez cada día con una media de 20 o 30 personas dentro»

Y en los últimos tiempos, en Canarias ha habido muchas situaciones de emergencia, cientos de pateras que han llegado, con miles de personas hacinadas en su interior bordeando la desgracia. Por suerte, parece que la tormenta ha amainado un poco. «Desde hace dos días nadie está cogiendo pateras, cuando estábamos rescatando entre ocho y diez cada día con una media de 20 o 30 personas dentro», desvela el rescatador que, cuando todo pase y tenga unos días de descanso, saldrá de su cápsula y pensará en lo que ha pasado estas semanas en Canarias. Y en si se podían haber hecho mejor las cosas. De momento, no hay mucho margen más allá de intentar descansar un poco hasta que vuelva a sonar la alarma y haya que volver a echarse al mar.

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