«SOY UN ARTISTA CONSCIENTE DE LA REALIDAD»

Recuerda sus primeros dibujos a los siete años en la escuela de su padre, pero la verdadera formación artística de Alfonso Costa (Noia, 1943) comienza en Barcelona a los diecisiete y tomará otra dimensión tras viajar a Florencia. También indagará en el grabado y en la escultura. Entre sus maestros están Goya, Velázquez, Picasso y Giotto. Trabaja con materiales que le aporten cierta garantía a la hora de expresarse; actualmente utiliza sobre todo el acrílico. Pasa la mayor parte del día en el estudio, unas veces dibujando ideas, otras pintando o leyendo. Hay momentos estériles en los que la inspiración está ausente, pero en su mente, siempre llena de proyectos, planea una gran exposición en Alemania y un futuro lleno de experimentación. Tras su paso por Vigo, y antes de recalar en Ourense, la retrospectiva que le dedica Caixanova se exhibe en Pontevedra, ciudad «puente» entre dos ciudades. Si Alfonso pudiera, también querría un puente que le permitiese vivir dos vidas: una en el Renacimiento y la otra en el próximo siglo.
Supongo que es consciente de que se está usted convirtiendo en un clásico vivo .
Si ser clásico es intentar hacer las cosas bien, meditar, profundizar, investigar para no quedar atrapado por el dominio del «yo» como objeto decorativo sometido a los vaivenes de la moda imperante en el arte, debo decir que soy un clásico. El artista es ante todo un ser independiente que construye su propio mundo.
Tengo entendido que quiso acceder a un puesto en la Caja de Ahorros...Ironías del destino: ahora es una Caja quien ha llamado a sus puertas .
Bueno, en aquella época decidí estudiar mecanografía y taquigrafía y mi madre, con buen criterio, me insinuó que el futuro era opositar para entrar a trabajar en las Cajas de Ahorro. Pero nunca pasó por mi cabeza dedicarme a ese oficio.
También en su juventud noiesa fue aprendiz de relojero. ¿Le ayudó esa experiencia a conseguir la precisión de los mecanismos del arte?
Entré a trabajar en la relojería de D. Ezequiel -mi abuelo fue relojero- y mis progenitores estaban convencidos de que por mi sangre navegaban las horas. Ver y sentir el latido del tiempo en aquellos cientos de relojes que no cesaban de funcionar provocó en mí un extraño deseo de atrapar los límites del universo. De ahí mi interés por el tiempo y el espacio.
Un buen día de 1960 cogió su maleta y emigró a Barcelona. ¿Se fue para triunfar o triunfó porque se fue?
Mi viaje a un mundo desconocido, «Barcelona», en busca de un futuro, me reveló la dura realidad. Fueron años de ilusiones rotas, de zozobra, de soledad, pero mi fuerza de voluntad por ser pintor fue grande y poco a poco las sombras se transformaron en luz. Los sueños comenzaban a convertirse en realidad.
Y entonces la Fundación March se cruzó en su camino.. .
La beca de la Fundación March me dio la posibilidad de viajar a Florencia y conocer más de cerca las maravillosas pinturas de Giotto, Cimabue, o Miguel Ángel. Al contemplar sus obras experimenté el resurgimiento de la belleza, el goce artístico, lo real y lo imaginado.
El «Giro cósmico» de una peonza (también presente en el cuadro «Universos»), su vieja bicicleta azul... son elementos que aparecen a menudo en su obra. ¿Es duro retratar la infancia perdida ?
El tic tac de los relojes, el tiempo en constante crecimiento, las peonzas girando, los brillantes radios de mi primera bicicleta azul reflejándose en los escaparates, el sonido del mar atrapado en la caracola son evocaciones que pertenecen a mi infancia y los recuerdo con agrado.
Su trayectoria artística podría hacerse en base a la simbología presente en sus trabajos, de no ser porque estos símbolos, que parecían pertenecer a etapas ya cerradas, acaban por volver, haciendo participar al público en un diálogo con el pasado (del artista y de los propios «espectadores»).
En la niñez uno adquiere el derecho a soñar, todo lo que nos rodea es novedoso. Descubrimos como en nuestra memoria se va formando un mundo de vivencias, a nuestro alrededor todo evoluciona de una manera natural. En la vida de las personas todo vuelve. Es como una espiral que viaja en el cosmos. Los símbolos retornan a nuestra mente evolucionados, cada etapa es una nueva experiencia. No es lo mismo el diálogo del niño que mira asombrado como nacen y mueren los días o como crecen las flores. La edad camina con nosotros y el arte tiene el poder de revivir los sueños de la infancia para vivirlos con otros ojos. Es un nuevo diálogo, el pasado y el presente unidos por la magia.
Su abstracción es casi onírica. Muchas de sus obras parecen estampas soñadas. ¿Pinta usted con el material del que están hechos los sueños?
Los sueños muchas veces son frágiles, lo formal y lo informal surgen espontáneos. Cerramos los ojos y vemos otros colores, otras dimensiones, el vacío está en el mundo de las imágenes inconcretas que deambulan por nuestro subconsciente. Queremos atraparlas para plasmarlas sobre el lienzo, pero muchas veces al despertar desaparecen.
Recuerdo haber leído que usted a veces soñaba que era Leonardo da Vinci. ¿Explica eso su afán multidisciplinar?
Me interesa investigar, romper los límites de la forma, construir un mundo de necesidades expresivas utilizando para ello otros métodos, manipular la materia para darle vida. No se trata de tener una idea, es necesario hallar su propia solución.
Su obra se ha vuelto más narrativa a la vez que se aleja cada vez más de la figuración de sus primeros años.
Toda mi vida artística ha sido y es una constante en la búsqueda de mi propia identidad, necesito experimentar nuevas sensaciones. Es un proceso interminable, la realidad se mantiene en la sombra, la figuración da paso a otra imagen abstracta que suscita en mí otros sentimientos, sin que por ello renuncie a otros campos de exploración.
¿Qué importancia le reconoce usted a la influencia que Francis Bacon y la neofiguración británica en general hayan podido tener en su pintura?
En la década de los 60 en la ciudad condal los jóvenes artistas buscábamos un lugar en el arte. La neofiguración estaba presente, se respiraba un aire nuevo. El artista se sentía atraído por los grandes creadores: Francis Bacon, Picasso, Max Ernst, Kandinsky, Franz Marc o Dalí, y cada uno de nosotros necesitaba independizarse, formar su propio lenguaje. Estos maestros me enseñaron muchas cosas, me abrieron los ojos y la imaginación para poder crear.
El crítico Monterroso Montero afirma que en su producción hay tres temas que sobreviven con identidad propia: la pintura, la música y el movimiento.
Es cierto que en toda mi obra existe una necesidad de expresar el movimiento. Nada permanece estático, el dinamismo interpretado con gran libertad. La música como un sueño irrealizable que permanece en mi interior y la pintura que no cesa de sugerirme nuevas ideas para sentirme un hombre apasionado.
¿Cuál es el mensaje esencial que pretende transmitir?
Soy un artista consciente de la realidad, soy un hombre ilusionado por la vida y creo que la humanidad aún puede y debe ser capaz de salvar este planeta. Y mi mensaje está encaminado a crear un mundo más habitable, me conmueve la idea de que si no lo cuidamos estamos expuestos a la extinción.
¿En qué medida le interesan lo cotidiano y lo contemporáneo como temáticas?
Todo lo que rodea mi mundo me interesa. Hay temas que me conmueven, como la pobreza, las guerras, la destrucción de la belleza, etc. Y en muchas de mis obras se ven reflejadas esas desgracias.
Y como hombre atento a su tiempo, ¿qué opinión le merecen el trabajo de colegas contemporáneos como Lamazares, Leiro, Nóvoa...?
Soy un gran admirador de todos los artistas auténticos que crean ilusión y trabajan en libertad, y ellos lo son.
¿Y por qué cree que la pintura tiene más legitimidad para intervenir a título propio en los debates publicísticos sobre el gusto -o su ausencia- en la cultura visual contemporánea?
Tanto la pintura como la escultura o el dibujo son obras de arte. Muchas veces la crítica y el exclusivo mundo de las galerías se inclinan por el cuadro como objeto de deseo para coleccionistas. El cuadro pintado sobre tela adquiere otra valoración.
Su obra ha tenido un gran reconocimiento, como lo prueba esta retrospectiva, pero ¿arropan suficientemente los espacios institucionales a los artistas o es necesario recurrir más a las galerías (u otros espacios)?
A veces las Instituciones organizan concursos o conceden becas para ayudar a los jóvenes. Pero es necesario valorar el trabajo del artista vocacional y apoyarlo para que pueda vivir holgadamente. Las galerías siguen siendo un buen escaparate para mostrar sus obras al público y a la crítica. n
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