Angustia en Puertollano por la explosión en la refinería, que causó tres muertos y 7 heridos
Dos de los siete trabajadores afectados se encuentran en estado crítico y los otros cinco están muy graves, todos ellos en hospitales de Madrid
«¡Qué mala suerte!, ¡Mi hijo, con 23 años!», gritaba, rota por la desolación y el dolor, la madre de Roberto Fernández Murillo, una de las tres víctimas mortales de la explosión y el incendio registrados ayer, a las ocho y cuarto de la mañana, ... en un tanque de combustible en el complejo petroquímico de Repsol YPF en Puertollano (Ciudad Real). «¡Hermano, cabrón, no te vayas!», exclamaba, también desesperado por la pérdida de un ser querido, un hermano de Roberto a las puertas del Servicio de Urgencias del Hospital Santa Bárbara de Puertollano.
El siniestro, además de los tres muertos al cierre de esta edición, causó heridas de gravedad a otros siete trabajadores, todos ellos de varias empresas contratistas que realizaban trabajos en esta planta, abierta hace 60 años. Una de las víctimas mortales y cuatro de los heridos pertenecen a la empresa de servicios «Isotron S. A.», y viajaban en una furgoneta en el momento en que se produjo la explosión, según confirmaron fuentes de esta subcontrata, con sede en Gijón. «Fue como un terremoto. Estaba en el subsuelo con otros compañeros, a unos 400 metros de donde ocurrió la catástrofe, cuando oí la explosión. La onda nos levantó los pantalones, dejamos las herramientas y salimos de allí corriendo hacia la calle, donde encontramos nuestra furgoneta con los cristales rotos», relataba a ABC un superviviente del suceso.
Otros trabajadores en prácticas no querían dialogar con los periodistas por orden de la empresa. No obstante, uno de los jóvenes relataba a ABC que él se encontraba en unas instalaciones cercanas, donde escucharon un estruendo «y se cayó parte del techo».
«Se aprende a vivir con ello»
Como consecuencia de la explosión y el incendio, además de Roberto Fernández Murillo, fallecieron José Artiagas Pérez y Mariano Bragado Sobrino. «La planta romperá antes o después», decía un empleado del hospital de Puertollano a otro a las puertas del Servicio de Urgencias. Y es que la población está atemorizada por la proximidad del complejo petroquímico, a tres kilómetros del casco urbano. «El pueblo está concienciado del peligro que supone la refinería y se aprende a vivir con ello», afirmaba el diputado regional del PP José Manuel Rodríguez Carretero.
El siniestro ocurrió en el área de almacenamiento de la refinería, en una cubeta en la que se encuentran situados siete tanques que estaban repletos de combustible. La compañía activó inmediatamente el plan de emergencia interior y de el incendio. Servicios internos de la planta y miembros de Protección Civil se unieron a bomberos de Ciudad Real, Valdepeñas y Puertollano para extinguir el fuego -en total trabajaron unas 400 personas-, que se originó en dos depósitos y se propagó a otros cinco a lo largo de la jornada. El ministro del Interior, Ángel Acebes, afirmaba en Córdoba que el origen de la explosión fue un «fallo interno» y no un atentado, como se llegó a creer.
Poco antes de las tres de la tarde, los periodistas que se encontraban a las puertas de la entrada número uno de la planta tuvieron que abandonar el lugar tras escucharse estruendos procedentes de la zona que estaba ardiendo. «Tienen que desalojar», comunicó con voz seca un policía.
«¡Tengo unos nervios...!»
La Guardia Civil ya había cortado al tráfico la carretera que une Puertollano y Calzada de Calatrava, paralela a las instalaciones de Repsol. Y habían llegado a la glorieta de la entrada número uno cuatro autobuses que trasladarían a los empleados del turno que terminaba a las dos de la tarde, aunque salieron a la calle media hora después de lo habitual. Junto a ese lugar permanecía desde hacía horas un trabajador de la empresa que acudió rápidamente al complejo al enterarse de la noticia, porque un hijo suyo estaba dentro de la planta cuando ocurrió el siniestro. Le habían asegurado que no estaba entre las víctimas, pero él no se marcharía del lugar sin verle. El tabaco le ayudó a relajarse, aunque relativamente: «¡Tengo unos nervios...!», repetía.
Políticos y responsables de la empresa debieron regresar de sus vacaciones al conocer el suceso, como el delegado de la Junta de Comunidades en Ciudad Real, Santiago Moreno, quien horas antes estaba en Cádiz, o el subdirector de Servicios Técnicos de la planta petroquímica, Jesús Talavera, de descanso en la Costa Brava. Moreno, que tiene familia trabajando en el complejo -aunque no resultaron afectados- recordaba que cuatro personas murieron en 1996 en otro accidente.
La confusión reinaba a las puertas de la refinería. No se sabía con certeza el número de muertos y heridos ni la causa. El vicepresidente de Castilla-La Mancha, José María Barreda, facilitaba unos datos cuando se produjeron los estruendos que precedieron al posterior desalojo de la zona por parte de los periodistas, que se encontraban a un kilómetro, aproximadamente, del foco. Una columna negra se divisaba a más de veinte kilómetros a la redonda. Mientras, los vecinos no se despegaban de la radio y de la televisión para informarse de la tragedia. La onda expansiva había despertado a muchos y los cristales de algunos inmuebles, como en el barrio de La Libertad, saltaron en mil pedazos. «De inmediato supe que había ocurrido algo en Repsol», decía a ABC un vecino que había trabajado de noche y se despertó por el estruendo. A otros, los que viven más cerca de la planta, las fortísimas vibraciones tras la explosión les tiró al suelo.
El suceso trastocó la vida normal de Puertollano en un verano muy caluroso. Ni siquiera la cafetería del Ayuntamiento cerró al público a su hora, porque desde instancias superiores se pidió que permaneciera abierta por la tarde. Una televisión local emitía a las cuatro un plano fijo de la planta ardiendo. La imagen iba acompañada de una música inquietante que algún informativo nacional de televisión utilizó en su día como «cortinilla» de sus noticiarios sobre el conflicto de Irak.
En el Hospital de Santa Bárbara también había confusión. Una enfermera que debía salir a las tres de la tarde hubo de permanecer en el puesto porque se había comunicado que llegarían trece heridos gravísimos. En el intervalo de una hora sólo llegó un bombero en una ambulancia afectado por problemas respiratorios debido, al parecer, a un «golpe de calor», a causa del incendio. De cualquier forma, en el hospital de Puertollano la mañana fue intensa a consecuencia del siniestro, al igual que en dos centros hospitalarios madrileños. Los servicios médicos trasladaron a cuatro de los heridos a La Paz, mientras que tres ingresaron en la Unidad de Quemados de Getafe. La gravedad de la mayoría requirió el traslado en helicóptero.
Tres días de luto oficial
El alcalde, Casimiro Sánchez, anunciaba por la mañana, a las puertas de Repsol, que la Corporación municipal decretaba tres días de luto en Puertollano, donde las banderas de los edificios oficiales ondean a media asta. El Consistorio suspendió también el «Puerto-rock», un festival de música para jóvenes que se iba a celebrar hoy por la tarde. Y en la cercana población de Argamasilla de Calatrava, a cinco kilómetros de la otra localidad, se unían al dolor de las familias y el Ayuntamiento también decretaba tres días de luto oficial.
Por la tarde, el ministro de Trabajo y Asuntos Sociales, Eduardo Zaplana, y el presidente de Castilla-La Mancha, José Bono, se desplazaron hasta Puertollano para conocer «in situ» el alcance de la desgracia que ha golpeado esta población, ligada desde hace años a la planta Repsol. Las consecuencias pueden ser aún peores.
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