ABC El rastro de sangre de los etarras acercados por Sánchez al País Vasco
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Alicia Muñoz Araújo: «Este Gobierno ha vendido a las víctimas»

Regresaba del trabajo el 12 de junio de 1991 cuando oyó que se había producido un atentado en Vallecas. A su padre lo habían matado

Cruz MorcilloPablo MuñozVídeo: D. del Río/D. Conde

«No es lo mismo decir se ha muerto mi padre que han matado a mi padre». Alicia Muñoz regresaba del trabajo en autobús cuando oyó que se había producido un atentado en Vallecas. «No sé si lo escuché o lo inventé», admite, porque hasta casi cuatro horas después no supo que su vida había saltado en pedazos. Se lo dijo su hermana, en mitad de la calle. «¿Que qué pasa? Que a tu padre lo han matado». Luego le ha pedido muchas veces perdón. Era 12 de junio de 1991. Un paquete bomba destrozó a los artificieros Andrés Muñoz y Valentín Martín en plena campaña de ETA contra las empresas que construían la autovía del Leizarán. Andrés, 51 años, tenía seis hijos de entre seis y 24 años, uno de ellos con parálisis cerebral. «En 19 días nos quedamos veintipico huérfanos y cinco viudas, todas esposas de Tedax», recapitula Alicia (otros tres artificieros fueron asesinados en Villaverde el 1 de julio).

De aquellos días de pesadilla, Alicia, hija, hermana y esposa de policía, rememora la despedida de su padre camino de Navaluenga (Ávila), con muchos madrileños aplaudiendo el paso del coche fúnebre y la guardia civil deteniendo el tráfico y la M-40 para el paso del cortejo fúnebre.

«Yo no les voy a perdonar. Tienen que cumplirse las condenas y no soy partidaria de ningún acercamiento»

Pero al día siguiente una realidad gélida se instaló en sus vidas. Ella tenía 18 años. Su madre se quedó con tres adolescentes, un menor que necesitaba atención permanente y otra que no había cumplido seis años. Tiraron entre todos del carro y siguen peleando por la memoria de su padre. «Siento impotencia, rabia, asco, cuando les veo sentados en el Congreso... No han pegado un tiro, pero han estado ahí».

Juan Jesús Narváez Goñi, uno de los autores del asesinato - EFE
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El camino de las víctimas nunca es lineal. Hay puntos comunes: saber quiénes son los asesinos, verles la cara en el juicio, la condena y ahora lo que los hijos, hermanos, esposas de quienes ya no están sienten como una traición. Presos con larguísimas condenas ya en libertad o cerca de sus familias. «El día que Urrusolo Sistiaga salió no te puedo decir lo que pensé... También en el juicio cuando trajeron a Goñi y a Alberdi de México. Eran unos paletos, unos incultos, como si acabaran de dejar el arado y nos miraban desafiantes sin ningún arrepentimiento». Narváez Goñi y su mujer Itziar Alberdi, condenados por la bomba que mató al padre de Alicia, fueron trasladados a finales de mes a Logroño. «Él dice que se ha arrepentido; ella ni eso».

Lo que Interior define como legalidad penitenciaria, Alicia lo llama privilegios. «El Puente de los Santos dan permiso a los familiares para que vayan a visitar a sus presos y yo estoy confinada y no puedo llevar un ramo de flores a mi padre. Es muy muy doloroso. A las víctimas este Gobierno nos ha regalado, nos ha vendido».

Alicia es taxativa: «Yo no les voy a perdonar. Tienen que cumplirse las condenas y no soy partidaria de ningún acercamiento. Si yo tengo que recorrer unos kilómetros para visitar una lápida, si tú has matado y estás en Canarias lo siento en el alma, habértelo pensado antes».