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Los ciudadanos castigan en las urnas pactos «antinatura» y entre perdedores

En Extremadura, Cataluña, Galicia o Baleares, los electores pasaron factura a los «extraños compañeros de cama»

Los ciudadanos castigan en las urnas pactos «antinatura» y entre perdedores Inés Baucells

Mariano Calleja

Un pacto entre el PP e Izquierda Unida chirría, se mire por donde se mire, y los ciudadanos toman nota. Esperan cuatro años, y cuando tienen una oportunidad, pasan factura. Es lo que ocurrió el 24 de mayo en Extremadura, donde IU se quedó sin representación en el Parlamento regional, y el PP retrocedió casi 10 puntos en voto , lo que le llevó a perder el Gobierno regional.

Extremadura es el último ejemplo de los castigos que los electores suelen infligir a quienes pactan «contra natura» en política, a los que fuerzan alianzas entre tres, cuatro e incluso cinco partidos perdedores con tal de llegar al poder, y también a los que solo buscan «frentes anti», pactos excluyentes que a menudo desafían a los principios democráticos más básicos, al aislar a la fuerza política más votada por los ciudadanos.

La democracia en España ha dado variados ejemplos de esos castigos. Se penalizan los pactos que dan un poder desproporcionado a quien no lo ganó en las urnas, al que busca acuerdos a varias bandas con equilibrios imposibles propios de malabaristas más que de representantes del pueblo y a quien gobierna con radicales o con quien las urnas dejaron como partido testimonial. Los pactos tras el 24-M anuncian acuerdos de estas características, en Valencia, Madrid, Comunidad Valenciana, Baleares, Aragón, Navarra, Barcelona, Pamplona... En cuatro años, los ciudadanos juzgarán.

En Extremadura acaban de hacerlo, como ya ocurrió en su día en Cataluña con el «tripartito». Ese acuerdo a tres bandas (PSC, ERC e ICV) surgió del Pacto del Tinell, en 2003, y permitió gobernar a Maragall primero, y a Montilla después, a pesar de que en 2006 CiU ganó con 11 escaños más que los socialistas. El castigo se produjo en las siguientes elecciones, en 2010, con el nuevo Estatuto ya aprobado. CiU logró 62 de 135 diputados, 14 más que en las anteriores elecciones, y más del doble que el PSC. ERC perdió más de la mitad de los escaños, e ICV retrocedió otros dos. Los catalanes dieron la espalda a un PSC que, de la mano de sus socios independentistas, prometió un Estatuto que luego, en parte, chocó con la Constitución.

En Galicia, en 2005, el PSOE perdió las elecciones por mucha diferencia respecto al PP: 12 puntos menos, y 25 diputados frente a los 37 del PP de Manuel Fraga, que se quedó a uno solo de la mayoría absoluta. Los socialistas, con Emilio Pérez Touriño a la cabeza, no dudaron a la hora de abrazarse a los nacionalistas radicales del BNG, tercer partido con solo 13 diputados y un 18,5 por ciento de los votos, 27 puntos menos que el PP. El resultado fue un bipartito entre socialistas y nacionalistas para excluir al ganador, el PP. El PSOE dio la vicepresidencia de la Xunta a Anxo Quintana, del BNG, claramente en contra de la decisión de los votantes. En las elecciones de 2009, los gallegos reafirmaron al partido que dieron como ganador cuatro años antes, el PP, y le otorgaron la mayoría absoluta, para que no hubiera dudas.

Frente anti-PP en Baleares

En Baleares se han dado los mejores ejemplos de pactos múltiples, como el Pacto de Progreso, formado por el PSOE, Partido Socialista de Mallorca, Unión Mallorquina, IU y Los Verdes, todos unidos para excluir al PP. Ese pentapartito ha tenido dos ediciones, en 1999 y 2007, con el socialista Francesc Antich como presidente. Siempre fue castigado con mayorías absolutas del PP en las siguientes elecciones. Ahora, en 2015, puede darse una tercera edición. En 1999, el PP ganó las elecciones con una clara diferencia, y el PSOE obtuvo solo la mitad de los votos y menos de la mitad de los escaños de los populares. Pero optó por liderar un acuerdo a cinco bandas que aislara al PP. En 2003, el PP ganó por mayoría absoluta. En 2007, el PSOE volvió a liderar un pacto anti-PP, y en 2011 volvió a pagarlo en las urnas.

En 2009 se produjo un hecho histórico en el País Vasco: el socialista Patxi López fue investido lendakari, el primero no nacionalista. Lo consiguió gracias a los votos del PSE, el PP y UPyD, las fuerzas constitucionalistas en el Parlamento vasco. Pero el PSE no había ganado las elecciones, fue el PNV, con 30 diputados, cinco más que los socialistas. En las elecciones siguientes, en 2012, el PSE perdió cien mil votos y 10 puntos, en unos comicios marcados por la irrupción de Bildu.

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