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Txiki Benegas: «A pesar del lío de Roldán y Mariano Rubio, perdimos las elecciones de 1996 por 300.000 votos de nada»

El exdirigente socialista admite que fue muy «felipista» y que cuando Guerra dejó el Gobierno el corazón se le quedó «partío»

Txiki Benegas: «A pesar del lío de Roldán y Mariano Rubio, perdimos las elecciones de 1996 por 300.000 votos de nada» abc

marisa gallero

Le pregunto si le llamo Txiki , como le conoce todo el mundo, o José María. Soy un poco mayor para eso de Txiki -me dice riéndose-. «En su día envíe una carta a todos los medios, pero ni caso, y lo dejé por imposible». Como también tuvo que renunciar, después de reuniones eternas hasta la madrugada, de ser nombrado lehendakari tras ganar las elecciones al Parlamento Vasco en 1986. Ahora reivindica en política , lo que llama las cocinas, negociar compromisos que cuajan lentamente, en lugares discretos, conociendo las dificultades del contrario, y sin nada de prensa. Así estuvo detrás del Pacto de Madrid, el de Ajuria Enea o la reforma de los Estatutos de Autonomía. Con escolta desde los 29 años, «que se discutió en la Ejecutiva de ETA su asesinato», el mes antes de cumplir 66, cuando Pedro Sánchez y Eduardo Madina se disputaban los avales para liderar el PSOE, el hombre que controló el aparato socialista durante una década, se operaba de un cáncer de pulmón, cuya próxima revisión es nada más comience el nuevo año.

Guerrista de corazón, felipista de piel , conversa despacio, como si quisiera sembrar la duda de si continuará la frase o se quedará en el aire. En esas pausas, el sonido del «clic» del botón del bolígrafo, que sostiene en la mano, mide la intensidad de sus silencios.

-¿Cómo llega al Partido Socialista?

-Ingresé en el partido en Vizcaya a principios del año 71 por Enrique Múgica, que me avaló junto al histórico Ramón Rubial. Cuando critican al PSOE de haber estado en los cuarteles de invierno durante la dictadura, no es cierto. Nos detenían, teníamos la organización infiltrada, te hacían redadas por toda España. Múgica ha pasado la frontera en el maletero de un coche con agujeros para respirar, e incluso cruzó a nado el Bidasoa con Nicolás Redondo.

- La primera vez que intervino en el Pleno del Congreso de los Diputados fue en octubre de 1977 cuando se aprobó la Ley de Amnistía.

-Era mi primera intervención parlamentaria y fue un gran orgullo representar al Grupo Socialista en el Congreso en un día histórico. Sin esa Ley no se hubiera podido producir la reconciliación entre las dos Españas. Se olvida que fue una de las reivindicaciones de la izquierda, siempre que salíamos a la calle el eslogan era «Libertad, Amnistía y Autonomía». En aquellos tiempos, todavía había muchísimos exiliados que no podían entrar en el país, juicios pendientes ante el Tribunal del Orden Público, y condenas salvajes.

-Le correspondió defender el Título VIII de la Constitución frente a Manuel Fraga Iribarne.

-Fue un debate durísimo. Fraga había estado en Caracas y me había dicho que antes de que entrara una ikurriña en el País Vasco, había que pasar por encima de su cadáver, entonces se me ocurrió mencionarlo en la pelea que fue ardorosa. Usted ha dicho esto, y se puso hecho un basilisco, que se había mencionado su cadáver en el hemiciclo, que retirara las palabras….

-¿Cómo ve la petición de Pedro Sánchez de abordar una reforma constitucional, pero sin concretar su propuesta?

-Uno de los problemas de la situación política española actual es que no hay cocina, es todo a través de la prensa. Si uno ha adelantado una posición, dar marcha atrás, parece que se la está envainando. Me parece increíble que Rajoy no quiera ni oír hablar de unas conversaciones exploratorias, hasta dónde se puede llegar para reformar la Constitución.

-Escribía en un artículo que lo que está ocurriendo en Cataluña ya pasó en el País Vasco con Ibarretxe.

-La gran diferencia es que Ibarretxe fue respetuoso con la legalidad, aceptó ir al Congreso y la sentencia del Tribunal Constitucional cuando impugnó y anuló la convocatoria. No hizo ningún llamamiento a la insumisión, ni a la independencia por la fuerza. Artur Mas es un aventurero que está llevando al pueblo catalán a una situación sin salida.

-Iñaki Esnaola de Herri Batasuna dijo que usted le pidió una gestión a finales de 1982 para negociar con ETA...

-Ha habido muchos intentos de negociación con ETA. El primero en la etapa de Martín Villa, en la que participé indirectamente. También es posible que en el 82 lo intentáramos, pero no se avanzó nada hasta la Mesa de Argel. El problema es que no llegábamos a discutir nada del fondo, sino la metodología. Durante la etapa de Corcuera se adelantó, pero tuvo que dimitir por la patada en la puerta. Luego vino Toni Asunción, que no le gustaba la vía, porque pensaba que era mejor la de las cárceles, y ya hasta Zapatero.

-De los siete que firmaron el Pacto de Ajuria Enea, usted es el único que sigue en política .

-El Pacto de Ajuria Enea es idea mía. Garaikoetxea decía que proponía un coro de plañideras, y el PNV que no se trataba de firmar nada. Se me ocurrió intentarlo en Madrid, a raíz del atentado de Hipercor, empecé a hablar en círculos concéntricos, primero con el CDS de Suárez, con Fraga de Alianza Popular, Convergencia, el Partido Comunista. Al final estaban todos, menos el PNV. Convocamos a Xabier Arzallus a una comida con Felipe González, Adolfo Suárez y Miquel Roca, donde le dijimos que se iba a quedar fuera, y firmó. Después del Pacto de Madrid, planteé el vasco.

- En 1986 José Antonio Ardanza fue lehendakari porque usted no logró el apoyo para gobernar, ¿se temió uno socialista?

-Intentamos todos los acuerdos posibles. Primero con Euskadiko Ezkerra. Me llegaron a plantear que fuera lehendakari Bandrés. «Pero, ¿cómo?» -les decía- «Si vosotros tenéis 9 diputados, y nosotros 19». Me rebatían: «Porque tú no sabes euskera». «Joder, ni Bandrés tampoco». También estuvimos negociando un Gobierno tripartito. Luego quedaba el PNV, que me dijo que prefería ir a la oposición, antes de apoyar un lehendakari socialista. Me estaba comiendo todo el tiempo, y repetir las elecciones era un fracaso tremendo, así que fuimos a un Gobierno de coalición.

-Me equivoqué, pensé que las heridas en el PSOE estaban cerradas, ¿siguen abiertas?

-Las heridas han cicatrizado, lo que puede haber son discrepancias, y me preocupa que a la gente no se le dé el tiempo necesario para desarrollar un proyecto. A Pedro Sánchez hay que pedirle y exigirle, pero acaba de llegar. El PSOE tiene un problema de credibilidad como partido y con Sánchez parece que estamos recuperando algo del electorado que se marchó.

-¿Ser guerrista se lleva por dentro?

-Es que joder esto de ser… ¡Pues también he sido muy felipista! Nunca dejé de serlo. Ni lo uno, ni lo otro. El candidato del guerrismo era Felipe González, y fue al que apoyó siempre. Hay un momento que se deterioran las relaciones entre los dos, cuando sale Guerra del Gobierno, y eso afecta y divide los corazones. Mi corazón se quedó partió. Hubo un momento que me entendía mejor con Guerra, pero para mí Felipe era el gran político, el que tenía las intuiciones, el líder.

-El ministro de Justicia defiende las escuchas sin permiso judicial y niega que supongan un Estado policial, ¿qué piensa usted que en su día le pincharon el teléfono?

-Me parece una barbaridad. Siempre hay tiempo para que una escucha la autorice un juez, se puede convertir en un arbitrismo total, ahora escucho a éste porque se me ha ocurrido. Es increíble que pueda producirse en una democracia avanzada.

-Esas grabaciones dinamitaron su autoridad en Ferraz, ¿tanto poder tenía para ir contra usted?

-Decían que tenía poder, porque en Ferraz mandaba mucho. Hay que recordar que se filtran en la Cadena Ser, ¿por qué? No digo más. En su último libro Alfonso Guerra cuenta que fue el CESID quién estaba detrás. Felipe González se portó muy bien, incluso Solchaga, al que llamé «enano de Tafalla». Le dije: «Te mando la dimisión ahora, pero esto es terrorismo informativo… ¡No se puede hacer!». Y me contestó: «No me mandes ninguna dimisión. Ya me doy cuenta de que es grave». (Suena con insistencia el clic del botón del bolígrafo). Le llamaba «Dios» y «number one», ¡era una manera que teníamos de hablar!

-Sus críticas a Felipe González pusieron al rojo vivo las tensiones entre el Gobierno y el PSOE, ¿fue el motivo para que lo apartaran?

-Me pusieron en una situación complicada. Luego viene Filesa, que no tenemos nada que ver, ni Marugán, ni yo, pero nos toca dar la cara, y enrareció el clima. De los 14 años que gobierna Felipe González, 10 soy secretario de Organización, y de ellos, 9 son perfectos, todo bien engrasado, el PSOE, el Gobierno. El último año se empieza todo a desbaratar, se produce el desencuentro entre los dos, la dimisión de Guerra, el nerviosismo de muchos que piensan que si se va Felipe, Guerra se queda con el partido… Y a pesar de todo el lío de Roldán, de Mariano Rubio, perdimos las elecciones de 1996 por 300.000 votos de nada.

-Si en aquella época calificaba a Felipe de Dios, ¿ahora qué es?

-Un fuera de serie, un político por encima de todo lo que tenemos actualmente. Si las empresas le llaman, porque es un capital no sólo político, sino de conocimiento. ¿O un presidente no puede a los 17 años de haber dejado el cargo tener responsabilidad en un consejo de administración?

-En un juicio en el 2011, Amedo reitera que la decisión de crear los GAL fue de Felipe González, con el consentimiento de otros cargos del partido como usted, Damborenea y Jáuregui.

-Otra de las cosas que va contando Amedo, pero no tiene nada que ver conmigo. Hubo actuaciones al margen de la ley, pero no controladas por el Gobierno, eran bastante autónomos. Por el GAL creo que fueron 26 muertos. En la etapa de Adolfo Suárez, hay 117 en total. ¿Acaso el Batallón Vasco Español lo organizó alguien del Gobierno de Adolfo Suárez? No. ¿La Triple A? ¿Los guerrilleros de Cristo Rey que entraban rompiendo todo con cadenas cada vez que había un atentado en San Sebastián? Pues no.

- ¿Es su última legislatura como diputado?

-Hay que dejar paso. En mi circunscripción en Vizcaya está Patxi López y Eduardo Madina, que irá el tercero, y es una pena porque creo que no saldrá. Además, con este «juvenismo», no te dan trabajo. Te dicen: «¡Estuviste en las Constituyentes!». Eres como una reliquia, y todavía más desde que se ha ido Alfonso Guerra.

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