corrupción
Dos regímenes que se creían impunes
CiU gobierna Cataluña desde la transición, con la excepción de dos legislaturas; el PSOE, siempre en Andalucía. He aquí la historia de dos sistemas enfermos
mayte alcaraz
Jordi Pujol i Soley tiene 50 años y una cabellera más generosa que la actual. El 8 de abril de 1980 hace frío en Barcelona. TVE retransmite su toma de posesión como presidente de la Generalitat con el mimo de los grandes momentos. Tarradellas le ... cede el testigo bajo un retrato del Rey Juan Carlos con su hijo Felipe VI, entonces un niño rubio de ojos celestes.
Junio de 1990. Ahora quien promete su cargo es Manuel Chaves González. Él es más joven que el honorable: tiene 45 años. En Sevilla sí hace calor. Es Rodríguez de la Borbolla quien abandona la presidencia andaluza. También Chaves conserva por entonces un pelo más juvenil.
Con diez años de diferencia, dos Autonomías españolas, de las privilegiadas por el artículo 151 como Comunidades históricas, no ven nacer solo una nueva etapa en su autogobierno -como cuentan las crónicas oficiales- sino dos regímenes monolíticos y, al correr el tiempo, dos sistemas perforados por la corrupción y el clientelismo. Pero eso se conocerá después. Aunque se intuyó enseguida.
Catalanes y andaluces entregan su confianza, respectivamente, a un partido nacionalista -por entonces así se define Convergencia- y se la renuevan a los socialistas de Felipe González en la persona de su exministro de Trabajo. Cómo confianza: lo que entregan las dos sociedades, sin saberlo, es la llave de su casa, de su modesto utilitario y, lo que es peor, de su futuro.
Y ese futuro ha regresado un cuarto de siglo después en forma de saqueo institucionalizado. A Pujol le ha costado reconocerlo. Treinta y cuatro años. Y por cada año de olvido, cien mil euros -que se sepa- escamoteados a muchos de aquellos televidentes de la añeja televisión española que siguieron mayoritariamente el ascenso al paraíso, todavía no fiscal, del médico que había inventado la pomada antibiótica Neobacitrin. Porque el hijo de don Florenci Pujol cosechó su primer éxito inventando un ungüento milagroso que, a pesar de estar hoy todavía en circulación, no ha podido curar las purulentas llagas sobrevenidas en la sociedad que dijo defender por el enriquecimiento injustificado de su familia.
Mientras una tupida red clientelar escondía el escándalo de Banca Catalana, las comisiones del 3%, el atraco al Palau , los negocios de Prenafeta y Alavedra y hasta las florecientes ITV, con retorno a Oleguer (cómo no) Pujol Ferrusola, otra tan caciquil como aquella engordaba en Andalucía. También gracias al dinero público. Dinero para prejubilaciones gastado en cocaína o en patrimonios particulares; miles de euros guardados en colchones; mariscadas con fondos de los parados; paseos de consejeros en Porsche mientras sus hijos conseguían becas públicas de cien mil euros...
Los expertos no lo dudan: los dos escándalos son propios de sistemas longevos y enfermos por la falta de controles y los intereses creados de muchos años de monopolio político. Y de la impunidad que ello genera, claro. Porque aquellos dos flamantes presidentes y sus partidos a los que sus electores ofrecieron la mano y a los que tomaron finalmente el brazo, siguieron ganando elecciones. Los socialistas de Chaves y luego de Griñán nunca abandonaron el poder desde aquel verano de 1990 (y antes con Escuredo y Borbolla). Aunque hayan necesitado para ello en los últimos años la muleta de IU.
Por su parte, la federación de Pujol solo lo perdió en dos legislaturas: primero en manos de Pasqual Maragall y después de un tripartito encabezado por el PSC de José Montilla. Precisamente cuando Maragall osó en ese lapso reprocharle al hereu de Pujol, Artur Mas, el sistema de comisiones ilegales del 3% institucionalizado por los convergentes, la respiración se cortó en el Parlament. Así como en la Cataluña complaciente con el oasis artificial del nacionalismo. Pero un régimen como Dios manda no podía permitir la asfixia mucho tiempo: en breve, el oxígeno reparador volvió a los pulmones de Pujol y sus cómplices. El expresidente socialista pidió perdón días después. Aquí no ha pasado nada. Faltaría más.
Desoyeron a los supervisores
Andalucía no tuvo mejor suerte: la investigación tanto de los ERE como de los cursos de formación, otro escándalo que asciende a cientos de millones, habla de una directriz política continuada para captar votos y favores. Si en Cataluña hasta la Oficina Antifraude ha mirado hacia otro lado mientras recibía denuncias de empresarios sobre las «mordidas», en el Gobierno socialista andaluz, según la propia juez Mercedes Alaya sostiene en el sumario, se desoyó las advertencias de los supervisores. La instructora recuerda que la Intervención General de Hacienda de la Junta previno hasta el hartazgo y la saciedad. Pero Andalucía siguió aguantado y encabezando la lista de las Comunidades con más paro de España. Y votando al PSOE.
En el caso de los ERE, además, el silencio cómplice no solo se extendió a los cargos socialistas investigados sino también a los sindicatos. La red espuria se confeccionó gracias a un sistema ilegal y opaco para pagar prejubilaciones y ayudas de forma absolutamente libérrima a empresas y personas afines a los sindicatos UGT y CCOO. La mancha fue tan grande y oscura que sirvió para tapar bocas y asegurar votos. El cáncer de un régimen al que hoy hay que administrar cura.
Silencio en Cataluña. Silencio en Andalucía. Veinticinco años de silencio. Nunca roto, desde luego, por los medios de comunicación públicos vinculados a los partidos hegemónicos. Y, en Cataluña, hasta con la complacencia de algunos privados, cobijados junto al poder político bajo el paño protector primero del nacionalismo y, ahora, resueltamente del independentismo. Porque, a diferencia del andaluz, en el caso catalán se ha robado en nombre de la supuesta patria catalana.
La excusa para meterse en el bolsillo de los catalanes era perversa: quien roba es España y para combatirla hay que destruir todas las conexiones lingüísticas, históricas y culturales con el resto de la nación. Y se tuvo éxito: hasta que la mentira más grande jamás contada -la de Pujol y la de las subvenciones irregulares en Andalucía- destapó sus vergüenzas. Y lo hizo cuando más frío arreciaba sobre el alma en crisis de España.
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