entrevista
Joan Mesquida: «En ETA hay gente irrecuperable, incompatible con la democracia»
El exdirector general de la Policía Nacional y de la Guardia Civil no renuncia a nada en política. Suenan primarias y él publica un libro, sobre socialismo e izquierda en el siglo XXI.
anna grau
¿Qué pasaría si el PSOE tratara de desandar aquella bifurcación en la que por apenas nueve votos decidió confiar su destino a José Luis Rodríguez Zapatero y no a José Bono? Si quisieran tratar de rectificar, ¿podría ser Joan Mesquida el hombre? El que ... fue director general de la Policía Nacional y de la Guardia Civil publica en Deusto un libro sobre socialismo e izquierda en el siglo XXI que le devuelve a la palestra, quizás incluso a las primarias. Quien tuvo, retuvo, y además tiene claro que no hay que fiarse de ETA
-Usted no tiene nada claro que no volvamos a ver pronto un atentado de ETA…
-Yo me alegro de la situación de debilidad que sin duda padece ETA. Y esta situación de debilidad no es porque ETA haya querido, sino porque ha habido eficacia policial, muy buena cooperación internacional con Francia, ha habido firmeza judicial, y cuando ha estado en vigor la ley de Partidos y ha sido efectiva, ha sido también un factor que ha contribuido. Pero a ETA nunca hay que interpretarla con sentido común. Ahora desde el sentido común podría pensarse que estamos en la fase terminal de ETA. Pero sigue habiendo en ETA personas que son incompatibles con la democracia. Personas que tienen la raíz de la violencia muy interiorizada.
-¿Son irrecuperables?
-Sí, yo creo que hay personas que son absolutamente irrecuperables. No sé cuántas pueden ser, pero sé que estas personas cuando salgan de la cárcel van a decir, yo no he estado quince años en la cárcel para…
-…¿poner una panadería?
-Poner una panadería, sí. Por tanto, yo creo que haría mal el gobierno confiándose en que estamos en el final de ETA mientras ETA no se disuelva y no entregue las armas y los explosivos. Y además hay delitos que todavía no se han esclarecido y que hay que seguir investigando.
-¿Entonces qué es lo que hay que hacer?
-Yo creo que hay que continuar en la misma vía, la de la eficacia policial, la firmeza judicial, la colaboración con Francia…
-…pero no negociar nada…
-…yo creo que lo que dijeron algunos presidentes del gobierno, como José María Aznar cuando dijo, sabré ser generoso si ETA deja las armas…
-…Aznar también dijo que los asesinos se pudrirían en la cárcel…
-…sí, pero son tantas las ganas que hay en la sociedad española de no volver a vivir lo que hemos vivido con ETA, con más de mil asesinatos, que en cualquier momento, si se produjera una disolución de la banda y una entrega de las armas, cualquier gobernante podría entrar a analizar determinados aspectos.
-Pero eso no va a ocurrir.
-Yo creo que no. Yo creo que lo que ETA realmente está haciendo es un proceso de acumulación de fuerzas, como ellos lo llaman. Acumulación ideológica, penetración en la sociedad a través de las instituciones, generar recursos económicos y bueno, después se buscará la excusa de que el Estado español no ha dado ningún paso en favor de la normalización del conflicto político, como ellos lo llaman, sigue deteniendo, sigue con su política opresora, etc, por tanto, no nos queda otro remedio que retomar la lucha armada. Eso van a decir.
-¿Qué opina usted del fin de la doctrina Parot?
-Evidentemente a mí me supuso una gran decepción. Pero más tarde o más temprano íbamos a asistir a la salida de muchos presos de ETA. Desgraciadamente en estas circunstancias siempre hay que estar al lado de las víctimas y tratar de evitar por todos los medios que se produzcan actos de apología del terrorismo.
-¿Qué me dice del caso Faisán?
-Cuando se produjeron los hechos yo estaba tomando posesión como director general de la Guardia Civil. El tema se ha investigado judicialmente con normalidad. Pero el pensar que desde instancias políticas puede haber habido una instrucción para que una determinada acción policial de lucha contra el terrorismo fracasara con ánimo de preservar el proceso político, a mí no me cuadra. Porque yo recibí instrucciones del ministro del Interior de, independientemente de que ETA estuviera en tregua, pisar más que nunca el acelerador de la eficacia policial.
-Pero este es el país del caso GAL, donde sí asistimos a cierta contaminación entre lo político y lo policial. ¿No puede haber habido otro caso GAL al revés?
-Cuando yo entré en el ministerio del Interior tuve muy claras dos cosas: la primera, que había que tener siempre en la cabeza la peor hipótesis. Para ser eficaz contra ETA, piensa que puede pasar lo peor y acertarás. Y en segundo lugar, no hagas nada que no puedas explicar. Esta leyenda urbana de las cloacas del ministerio del Interior…en absoluto. Yo no tomé ninguna decisión.
-Leyendo su libro, que levanta acta entristecida del divorcio entre la socialdemocracia fallida y la gente…¿podemos concluir que para un socialista es una pena que Zapatero derrotara a Bono en aquel congreso del PSOE?
-Es muy difícil analizar qué habría pasado sin esos 8 ó 9 votos por los que Zapatero derrotó a Bono. Las ideas son importantes pero también lo son las personas. Zapatero tuvo la desgracia de tener que lidiar con la peor crisis económica que ha vivido España desde la guerra civil.
-De acuerdo, pero lo hizo muy mal.
-Yo creo que hizo lo posible en aquellas circunstancias…
-Pues el libro de usted le pega un buen repaso. Y además, dolorido.
-Sí, a ver, yo creo que a veces se hizo lo posible, y otras veces, no sé por qué, no se tomaron unas decisiones que habrían podido determinar un resultado distinto. Por ejemplo, la dación en pago. Yo recuerdo haberle escuchado a un ministro socialista que no había que avanzar en la dación en pago porque esto supondría no sé cuántos miles de millones de pérdidas a los bancos.
-Qué pena.
-Bueno, a día de hoy se ve claro que esa decisión evidentemente fue errónea.
-Zapatero ganó a Bono por la mínima, como usted muy bien recuerda, y con el apoyo del PSC…de Maragall. ¿De aquellos polvos vienen estos lodos? ¿Qué opina usted de la que está cayendo en el socialismo catalán?
-En primer lugar yo creo que el presidente de la Generalitat está llevando la situación política a un cierto callejón sin salida. En segundo lugar yo creo que lo de la consulta es un despropósito. Obviamente una parte no puede decidir por el todo. Si se hiciera así este tema podría no tener fin, podría salir otra comunidad autónoma pidiendo lo mismo, o incluso partes del territorio de una comunidad autónoma. ¿Qué pasa si los vecinos de Pedralbes en Barcelona piden independizarse porque ellos pagan más impuestos que los del barrio de la Mina? Apelar a que yo pago más y por eso me tocan más derechos es como querer ir al hospital con la declaración de la renta en la mano y pretender no hacer cola porque tú tributas más.
-En su libro llama la atención la desacomplejada defensa de la ley Sinde, la demanda de una lucha valiente contra la piratería. No todo el mundo desde la izquierda se atreve.
-Yo desde la Policía he tenido que luchar contra la piratería. Entendí las críticas a mis actuaciones pero me parecía más importante defender los derechos de propiedad intelectual de los creadores.
-¿Se fue cobarde con este tema?
-Sí, yo creo que se podía haber sido más firme.
Padre separado por culpa del terror
Los domingos Joan Mesquida se levanta temprano, de siete y media a ocho, y lo primero que hace es ir al gimnasio a hacer deporte. Después desayuna leyendo la prensa. A menudo su desayuno consiste en “un buen croissant, cuyas calorías he tratado de quemar por adelantado”. Para un político que no renuncia a nada es importante mantenerse en forma por fuera y por dentro. Se toma además un café con leche y un zumo de naranja natural para mantener a raya el catarro.
Los domingos a mediodía le gusta tomarse un aperitivo con amigos y por la tarde estar en casa o ir al cine si es que no se ha marchado de excursión por la montaña. ¿Cocinar él los domingos? Ni de coña. Es de los que comen en casa “de pie”, deprisa y mal como tantos otros que viven solos. Sucede que Joan Mesquida es padre separado, algo que sin dudar considera un daño colateral de su dedicación a la política, especialmente cuando dirigía los cuerpos de seguridad del Estado. “Una vez tuve que interrumpir a la mitad unas vacaciones familiares muy esperadas en Jaca, mandar a mis hijos solos de vuelta a Palma y volver yo a Madrid por un atentado”, recuerda con tristeza.
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