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«Una hamburguesa para el presidente»

Tras la reunión con Obama, Rajoy y su equipo cenaron en el histórico P. J. Clarke’s

«Una hamburguesa para el presidente» abc

mariano calleja

La noche del lunes en Washington no fue especialmente fría: poco menos de 10 grados centígrados a las nueve y media. La ola de frío polar había quedado muy atrás, aunque en el río Potomac se mantenían placas de hielo, y el día había sido casi primaveral. Era una buena noche para pasear, sobre todo después de una jornada especialmente intensa.

En ese momento, un grupo de unas diez personas sale de un hotel situado a unos cien metros de la Casa Blanca. Pasean tranquilos, relajados y visiblemente felices. Entre ellos, Mariano Rajoy, quien unas horas antes se había reunido con Barack Obama en el Despacho Oval . El presidente del Gobierno recorre la calle junto a sus más estrechos colaboradores, muchos de ellos habían estado también en el Despacho Oval, y comentan el «éxito» de una reunión sin precedentes. No tienen duda: ha salido todo muy bien.

El grupo llega a un restaurante tranquilo de la zona, con poca ocupación, decorado a lo norteamericano: el histórico P. J. Clarke’s, fundado en 1868 en Nueva York . Dentro, varias pantallas de televisión emiten partidos de tenis y baloncesto. Justo lo que necesitaba el presidente. En las paredes, retratos de políticos y personajes de EE.UU. y mucho orgullo nacional en todos los rincones y paredes. Un lugar emblemático donde cenaron en su día Frank Sinatra o Marilyn Monroe.

El grupo se divide en dos y ocupa dos mesas. En la principal, se sientan con Rajoy Carmen Martínez Castro, a su izquierda, y Álvaro Nadal, a su derecha. También comparten mesa Jorge Moragas, Gonzalo de Benito, Alfonso Senillosa y Jaime García Legaz. Charlan distendidamente recuerdan las «mejores jugadas» de la reunión con Obama una y otra vez y sienten que han hecho un buen partido. Un partidazo, dirían más bien. Han conseguido sus objetivos: reforzar la alianza con el presidente de EE.UU. , crear buena sintonía, recuperar la confianza y lograr su apoyo explícito a las reformas. Además, se llevan el elogio de Obama al «gran liderazgo» de Rajoy. Mejor, piensan, imposible.

La seriedad de Obama

A la hora de pedir, no tienen duda: todos piden lo mismo. Para beber, cerveza local, tirando a fuerte y oscura, especialidad de la casa. Y de comer, una hamburguesa, por supuesto, no demasiado grande pero visiblemente jugosa y apetecible. El precio, unos 20 dólares por cabeza. Los camareros, que no caen en la relevancia del político, algo sospechaban cuando vieron a varios de la secreta ocupar alguna mesa cercana . A los pocos minutos, colocan ante cada comensal una hamburguesa bien hecha, con un buen cucurucho de patatas fritas en el mismo plato. La cena es tranquila y relajada, con alguna que otra risa.

Poco después, ABC saludó a Rajoy y a sus acompañantes con un «buenas noches, presidente, que aproveche». Rajoy, de buen humor, charló un par de minutos con este periódico y otro medio y comentó lo bien que había ido todo el día. «Estoy muy satisfecho», aseguró, e insistió en que le había llamado la atención lo bien que se sabía Obama todos los temas y la seriedad y rigor con que los trató, sin pérdida de tiempo.

Rajoy confesó que tenía muchas ganas de comer una hamburguesa. Lo suyo, ya se sabe, es el pulpo gallego, pero en Washington quiso aprovechar para probar algo que saben hacer muy bien, en un lugar discreto (más o menos) y donde no fuera objeto de la curiosidad de todos los que estaban a su alrededor. El «momento hamburguesa» puso así la guinda al día que Moncloa había esperado desde hacía dos años y que había permitido reforzar la amistad con la primera potencia mundial.

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