opinión
Ha llegado la hora
Una reforma que acabara con las listas cerradas y con la distancia que ahora separaa los ciudadanos de sus representantes sería aire fresco en el sistema de organización política que nos hemos dado los españoles

El viernes pasado, en la Escuela de Verano del Partido Popular, que este año se ha celebrado en Gandía, un joven representante de este partido, Diego Bengoa, que desde 2011 es alcalde de Ezcaray, dijo alto y claro lo que pensamos muchos: que para acabar con el creciente distanciamiento entre los políticos y los ciudadanos a los que representan hay que impulsar reformas que mejoren sustancialmente la calidad de nuestra democracia .
Con una admirable claridad, que es virtud que escasea entre nuestros políticos, Diego Bengoa, que ganó la alcaldía de su pueblo riojano con menos de 29 años, pidió que los partidos designen a sus candidatos en todas las citas electorales por medio de primarias en las que puedan participar todos los militantes , y, además, pidió acabar con las listas cerradas.
No tengo el gusto de conocer a este joven alcalde, pero lo que sé de él es que ha conseguido arrebatar la alcaldía al PSOE, que gobernaba Ezcaray desde hacía años, a base de estar cerca de sus vecinos, y que ahora, en el gobierno de su municipio, hace todo lo posible para que los vecinos participen directamente en la gestión del ayuntamiento y para conocer en todo momento su opinión sobre los asuntos que interesan al conjunto del pueblo.
Es decir, Diego Bengoa siente y sabe que se debe a sus electore s, que tiene que trabajar por ellos y que su puesto depende de ellos. No digo que sea una excepción, pero con el actual sistema que impera en los partidos a la hora de designar a los candidatos a las elecciones resulta que, para lograr ser candidato, es más importante cuidar a los líderes y a las cúpulas de los partidos, que son los que elaboran las listas, que ocuparse de los ciudadanos, que son los que votan. Y esto no puede seguir así.
Los ciudadanos tienen que conocer -y conocerlos muy bien- a los candidatos, tienen que saber quiénes son y cómo son. No puede pasar, como pasa ahora, que, por ejemplo, los ciudadanos madrileños tengan que votar una lista cerrada y bloqueada a la Asamblea de Madrid con 129 nombres, de los que conocen, como mucho, al cabeza de lista y a uno o dos nombres más.
Para mí el sistema mejor sigue siendo el británico, con sus circunscripciones uninominales. En ese sistema cada diputado representa a los ciudadanos de su circunscripción, y cada ciudadano sabe perfectamente quién es el diputado al que tiene que pedir cuentas y al que tiene que dirigirse para expresarle sus aspiraciones, sus problemas o sus reclamaciones. En Inglaterra todos los políticos tienen claro que deben sus puestos a los ciudadanos que los votan, y por eso están siempre a su servicio. En España, por el contrario, todos los políticos tienen claro que deben sus puestos a las cúpulas de los partidos que los ponen en las listas, y por eso es tan difícil encontrar una voz ni mínimamente crítica hacia esas cúpulas por parte de los políticos que les deben el puesto y el sueldo.
Una reforma que acabara con las listas cerradas y que acabara con la distancia que ahora separa a los ciudadanos de sus representantes sería aire fresco en el sistema de organización política que nos hemos dado los españoles. Esto lo ve cualquiera, como lo ha visto, y se ha atrevido a expresarlo, el valiente alcalde de Ezcaray.
El avance democrático que supondría abrir las listas en cada circunscripción debe ir acompañado, como dice este alcalde, por la mejora también de la democracia interna de los partidos.
A veces he pensado que Lenin, el inventor de la diabólica estructura de los partidos comunistas en los que todo se supedita a la voluntad del líder bajo la falacia del centralismo democrático, se quedaría asombrado al ver cómo su estructura ha sido copiada por los partidos democráticos españoles. Con el sistema electoral español y sus listas cerradas y bloqueadas, los partidos políticos españoles, aun sin quererlo, han acabado por funcionar de manera que la opinión de los militantes no tiene ni siquiera cauces para ser conocida por los dirigentes.
Ahora nadie quiere conocer de verdad la opinión y las ilusiones de esos miles de militantes que lo dan todo por los ideales y por los objetivos de su partido, que llenan las plazas de toros y los estadios de fútbol para apoyar a sus líderes, que trabajan desinteresadamente en las campañas electorales, que son interventores y apoderados en las elecciones, y que defienden las posiciones de su partido siempre que tienen que hacerlo.
También sería un chorro de aire fresco arbitrar los sistemas adecuados para que esas opiniones de los militantes de base lleguen a conocerse en las cúpulas de los partidos . Y no cabe duda de que las primarias para designar candidatos podrían ser uno de esos sistemas.
Como no me cabe tampoco la menor duda de que el partido que antes dé los pasos necesarios para democratizarse por dentro y para acabar con esa distancia que ahora separa a los políticos de los ciudadanos será reconocido por ello y afrontará con ventaja las próximas citas electorales. Ha llegado la hora y no podemos desaprovechar la llamada de ese joven político riojano que acaba de remover las aguas demasiado quietas de la vida interna de los partidos.
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