La Audiencia Nacional premia a otro preso de la Vía Nanclares con tres días de permiso

Así lo consideran los cinco magistrados de la Sección Primera de lo Penal de la Audiencia Nacional, presidida por Fernando Grande-Marlaska, que han estimado por unanimidad el recurso de apelación interpuesto por el etarra . Aseguran que el permiso penitenciario es un «instrumento de reinserción» y que en este caso se aprecian como elementos «de suma relevancia" que el etarra haya rechazado la violencia «de forma expresa y pública»; su expulsión de la organización terrorista ETA y del colectivo de presos que de ella depende; haber reconocido expresamente el daño causado, y haber participado en actividades de tratamiento (talleres y foros) llevadas a cabo en e centro penitenciario de Nanclares sobre la discusión del terrorismo.

En este sentido, la Sala destaca el hecho de que en esos talleres, Urrusolo Sistiaga, acusado de 16 asesinatos y dos secuestros , mantuviera una entrevista personal «y satisfactoria» con una de las víctimas y sin concurrencia del mediador. También que el pasado 5 de julio se manifestará «de forma pública y notoria en contra de la actividad terrorista violenta y del tratamiento de encasillamiento en posturas dogmáticas propuestos a los presos con planteamientos de violencia y resistencia por la referida banda».

La Fiscalía se había opuesto a este permiso porque los 449 años de prisión a los que el terrorista está condenado «aleja por este momento las fechas legalmente exigibles para obtener cotas de semilibertad».

«Currículo» sanguinario

José Luis Urrusolo Sistiaga, alias «Langile», nunca dejará de ser el pistolero más sanguinario, cruel e influyente de ETA en los «años de plomo», por mucho que durante su estancia en la cárcel, donde cumple condena por cerca de una veintena de asesinatos y dos secuestros haya criticado la «lucha armada» por razones meramente estratégicas, y se haya apuntado a la denominada «vía Nanclares» para acelerar su puesta en libertad.

Se trata de uno de los muchos pistoleros de ETA que despreció la Amnistía general de 1977 y se enrroló en la banda terrorista para sembrar sangre y dolor en varias regiones de España. Tras integrarse en un grupo denominado «Jaizkibel», encargado de recabar datos sobre posibles objetivos , en 1980 se incorporó al «comando Madrid», junto, entre otros, a Ignacio Arakama Mendía, «Makario»; Belén González Peñalba, «Carmen», Juan Manuel Soares Gamboa e Inés del Río, cuya aplicación de la «doctrina Parot» revisa actualmente el Tribunal de Estrasburgo. En 1981 voló el edificio de Telefónica de la calle Río Rosas, en Madrid. En 1983 secuestró al empresario Diego Prado y Colón de Carvajal y dos años después asesinó al director del Banco Central, Ricardo Tejero. Siguió su escalada criminal de asesinatos y atentados contra bienes, hasta que en 1988 secuestró al empresario Emiliano Revilla.

Urrusolo Sistiaga fue uno de los pistoleros encargado de sabotear los grandes acontecimientos que celebró España en 1992 como las Olimpiadas de Barcelona y la Expo de Sevilla. Tras su paso criminal por la capital de España, en 1991 fue enviado por la dirección de la banda a Barcelona para impulsar el «comando Ekaitz», con el que asesinó en la Ciudad Condal a varios policías y militares. En uno de los atentados fue grabado por una cámara de seguridad de un banco, en el momento en el que acrkibillaba a sangre fría a un agengte en prácticas. Durante aquella campaña también asesinó en la localidad murciana de Muchamiel a dos policías locales y el conductor de una grúa, cuando sin saber retiraban un coche bomba que había colocado junto a la casa cuartel de la Guardia Civil.

Su historial criminal y su facilidad por eludir acciones policiales lo convirtieron entre el resto de pistoleros en un mito. Esto lo envalentonó y le dio alas para enfrentarse al entonces cabecilla de ETA Francisco Múgika Garmendia, «Pakito». En una carta lo emplazó a poner el «cacharro» (pistola) sobre la mesa y enzarzarse a puñetazos.

Urrusolo Sistiaga fue detenido en enero de 1997 en un pequeño pueblo francés próximo a Burdeos, donde ya vivía alejado de ETA, no por convicción, sino por sus fuertes desavenencias con los cabecillas. «Habeís pescado a un pez gordo» , se jactó sin embargo ante los policías galos.

Tras su extradición a España y varios años en prisión, comenzó a cuestionar la actividad terrorista, pero no por razones éticas, sino porque consideraba que estratégicamente era inviable ante un Estado, el español, que nlo se plegaba. Ello le costó la expulsión de ETA y, después, del denominado «colectivo de presos políticos vascos». Recientemente criticó a Batasuna por no dar pasos hacia la disolución definiotoiva de la banda.