Espera (Cádiz), el pueblo con más paro de España
Pese a la tasa de paro del 60%, el alcalde (IU) niega la mayor: «Aquí no habido desahucios ni gente buscando en los contenedores»

Espera es uno de esos pueblos blancos que, cuando uno se va acercando a ellos por la carretera, ofrecen una imagen de postal que solo puede encontrarse en la sierra gaditana. Sin embargo este municipio, que cuenta con un yacimiento milenario y hasta su propio castillo, no sale en los telediarios por su riqueza turística o por su magnífico pan, sino por una dramática estadística que lo sitúa a la cabeza del paro en España.
Y es que, según los datos facilitados por la Junta de Andalucía, el municipio, con algo menos de 4.000 habitantes tenía el pasado marzo 589 parados, un 39% de su población total y un 60% de su población activa. De ellos, 417 son hombres y 172 mujeres. El 44% son procedentes de los servicios, el 27,6% de la construcción y el 17,3% de la agricultura. Sin embargo el alcalde, el comunista y miembro del Sindicato Andaluz de Trabajadores, Pedro Romero, prefiere negar la mayor y decir que está harto de que, cada vez que salen las cifras del paro, le llamen todas las televisiones de España. «Somos un pueblo castigado por el paro, pero como todos los pueblos de Andalucía», recalca achacando la situación a la crisis de la construcción y de la agricultura.
Emigración
«Unos emigran, otros buscan trabajo en el campo, otros cobran el desempleo, cada uno se busca la vida», dice el alcalde que se consuela con que no ha habido «ni un solo desahucio» ni «gente buscando comida en contenedores», afirma queriendo zanjar el tema. Y lo mismo ocurre cuando se llega a las oficinas del antiguo INEM donde los trabajadores también rechazan salir en la foto. Sólo el director, Juan José Morales, se atreve a explicar la «inquietud» que existe entre los desempleados, muchos de los cuales se desesperan después de tanto tiempo sin encontrar trabajo. «A veces te cuentan sus problemas y aquí lo único que podemos hacer es prestarles el oído pero nada más», dice.
Aunque la carretera es muy mala y en veinte kilómetros es difícil cruzarse con un coche, un paseo por la localidad no da la imagen de un pueblo muerto de hambre. Por el contrario, se ven las casas bien encaladas, muchos coches, las calles muy limpias, un campo de fútbol de césped, otro de fútbol playa, pabellón municipal, piscina municipal, pistas municipales de pádel... Y sobre todo, gente a todas horas en los bares, algunos de ellos con muy buena pinta. Pero sin ganas de hablar. La sensación es más bien de que nadie quiere salir. Como si tuvieran miedo. Así se muestra el juez de paz, un señor que prefiere no dar ni su nombre y que reconoce que la situación es muy mala pero también que, en Espera, «no hay nadie que no tenga una paguita». Y tampoco hay muchos que tengan una hipoteca sino todo lo contrario: la mayoría tiene la casa en propiedad, un dato que llama la atención si se contrasta con el alto índice de desempleo.
Como también choca que el pueblo (que tiene hasta cuatro cofradías de Semana Santa ) se prepare para celebrar su feria la próxima semana como si nada ocurriera o que la mayoría de los bares tengan ya contratadas las comuniones para mayo. Y, de hecho, cuando uno pregunta, todo el mundo dice lo mismo: «Veníos la semana próxima a la feria». Luego, cuando se pasea por la plaza o se acude a las puertas del supermercado, la gente hace su vida normal, compra sus cosas y se marcha. Pero, otra vez, la mayoría sin querer hacer declaraciones.
Gracias a Cáritas
Pese a ese mutismo y a que el alcalde no lo quiera reconocer, en Espera también hay gente pasando necesidades. De hecho Cáritas ha tenido que aumentar la ayuda con respecto a la que daba hace un año. Si antes se facilitaban cestas de comida a 34 ó 38 familias cada quince días, el número de esas cestas (con productos básicos como garbanzos, aceite, pasta y otros alimentos) ha aumentado a más de 42.
Y a esas 42 se unen otras 22 familias que tienen hijos menores de quince años y a los que esa cesta hay que facilitársela cada siete días incluyéndoles yogures y otros productos destinados a la alimentación infantil. Y eso que, como comenta el director de Cáritas, «debe de haber más familias pasando necesidad, pero muchos no acuden porque les da vergüenza».¿De dónde viene esa ayuda?. De otras familias más pudientes que envían comida a la organización.
Aunque, según dicen, no hay hambre en el pueblo, la ayuda tiene que ir más allá. Hasta el punto de que en Cáritas se ven obligados a pagar recibos de la luz cuando algún vecino está a punto de que se la corten por los impagos. Pero también desde esta organización presumen de que no ha habido desahucios. Algo normal si se tiene en cuenta que muchos, como Adrián y Stev, a sus 18 y 21 años respectivamente, viven con sus padres. Ambos están parados y a la búsqueda de su primer empleo. Sin embargo, con la despreocupación lógica de la juventud y quizá porque ninguno de los dos tiene una familia que mantener, le restan importancia.
Más preocupados parecen Sergio y Antonio, ambos de profesión pavimentadores, que posan bajo el escudo del pueblo y que tienen algunos años más. Sergio, a sus 33 años, lleva cuatro en el paro y paga una hipoteca. Y Antonio, a sus 26, tiene mujer y una hija. Este último subsiste porque cobra los 426 euros y porque un día su madre y otro su suegra le pasan un «tupper». ¿Que quién tiene la culpa de que estén así? Los políticos y los bancos. Ambos coinciden.
Sin embargo, en el Ayuntamiento de Espera, el pueblo con más paro de España, ningún político, los de su gobierno local, estaba cuando este periódico acudió a las 11 de la mañana de un día laborable a interesarse por la situación. «Sólo vienen a los plenos», explicó un trabajador. ¿Para qué más?
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