Cientos de fichas de estudio para ir al Debate como un opositor
Rajoy ensayó su primer Debate sobre el estado de la Nación durante semanas con su «núcleo duro» como «sparring»
MARIANO CALLEJA
«Señorías, 5.965.400». Así arrancó Mariano Rajoy el Debate sobre el estado de la Nación. «Esta cifra representa el número de personas, 4.743.000 españoles y 1.222.000 inmigrantes, que cada mañana se enfrentan a la dura realidad del paro». Desde ... el minuto uno, el presidente del Gobierno puso en primer plano el problema más grave de España, con rostro humano. «La frialdad de la cifra no puede ocultarnos el drama que en ella subyace: seres humanos». Y desde ese instante rompió los esquemas a la oposición y controló el debate en el que se jugaba todo, después de semanas de convulsión política y exigencias de dimisión por parte de su principal adversario, Alfredo Pérez Rubalcaba.
Satisfacción en el PP
«Ha ido muy bien preparado», comentaban los diputados del PP después, sin ocultar su satisfacción por el resultado de un discurso que, en clave interna, subió la moral. «Ha estado inteligente, ha desarmado a la oposición», señalaban. Comentarios que contrastaban con algunos que los socialistas hacían en privado sobre la intervención de Alfredo Pérez Rubalcaba: falta de preparación, discurso demasiado largo, ha querido tocar tantas cosas que no ha centrado el tiro... «Nos está dando penita», apuntaron desde la bancada del PP a través de los móviles cuando la derrota del jefe de la oposición resultó evidente para todos, a eso de las seis de la tarde del jueves.
Para Rajoy y el PP, el debate fue el resultado de semanas de intenso trabajo en el Palacio de la Moncloa, el Congreso de los Diputados y todos los ministerios, para que no se cometiera ni un error durante las 12 horas de enfrentamiento con la oposición, pero también para lograr una victoria ante los ciudadanos que reforzara la legitimidad política, justo cuando más se necesitaba.
Tras la Navidad
A la vuelta de las vacaciones de Navidad, la vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, dio las primeras órdenes para empezar a preparar el Debate sobre el estado de la Nación. Ella ha sido el «cerebro» de toda la maquinaria que se puso en marcha para que Rajoy presentara un discurso «redondo», con potentes paquetes de medidas sobre economía, pero también sobre corrupción. Desde esa primera semana de enero, el Grupo Popular del Congreso ya estaba activado para elaborar las primeras y famosas «fichas» temáticas.
El 15 de enero, Santamaría anunció en los pasillos del Senado que el debate sería los días 20 y 21 de febrero. Antes, Rajoy había llamado ya a Rubalcaba para cerrar la convocatoria, y la vicepresidenta se había puesto en contacto con otros portavoces, entre ellos el de CiU, Josep Antoni Duran Lleida. Por aquel entonces, el caso Bárcenas no había estallado en toda su plenitud, y el Gobierno quería valerse del debate para anunciar una nueva etapa de estímulo económico.
Cada ficha, «a conciencia»
Durante semanas, los ministerios y el Grupo Parlamentario presentaron centenares de propuestas, argumentarios y líneas de defensa que se fueron convirtiendo en fichas, canalizadas a través de la vicepresidenta. Este es un sistema que Rajoy utiliza desde que estaba en la oposición, en sus debates sobre el estado de la Nación frente a Zapatero, en los debates presupuestarios y en los dos programas «Tengo una pregunta para usted».
Rajoy estudia las fichas a conciencia. «Se lo toma como si fuera una oposición», comentan fuentes cercanas al presidente. De hecho, cuando estaba centrado en un tema y tenía alguna duda o veía algún posible error, no dudaba en llamar al ministro o portavoz de turno, fuera la hora que fuese. Su intensa agenda le impidió dedicarse plenamente al debate hasta la semana del 11 de febrero. El fin de semana estuvo encerrado en su despacho junto a un estrecho núcleo de colaboradores, con los que «ensayó» el desarrollo del debate y las posibles respuestas a la oposición. En ese equipo están Sáenz de Santamaría, su asesor Pedro Arriola, el jefe de la Oficina Económica, Álvaro Nadal, y su jefe de gabinete, Jorge Moragas. También la secretaria de Estado de Comunicación, Carmen Martínez Castro.
La tarea era doble: presentar un discurso inicial «muy bien equipado», y estudiar a fondo las posibles réplicas, sobre todo en asuntos sociales, para no dejarse sorprender por nada. La estrategia era desarmar a la oposición desde la primera intervención.
«Les pilló con el pie cambiado»
El martes por la noche, víspera de la primera jornada del debate, Rajoy no trasnochó. Los últimos flecos del debate se habían cerrado el lunes y la suerte estaba echada. «Durmió muy bien y fue descansado al Congreso», comentan en su entorno. Su discurso fue largo, una hora y treinta y cinco minutos, y logró el efecto deseado: «pilló con el pie cambiado a todos», comentaron las mismas fuentes. Tanto fue así que Rubalcaba se vio obligado a improvisar buena parte de su discurso, con un resultado caótico.
Tras su primera intervención, a las 13.35 de la tarde del miércoles, Rajoy se marchó rápidamente al Palacio de la Moncloa, para comer con su esposa, Elvira Fernández, quien había seguido su discurso desde la tribuna de invitados del Congreso. El presidente quería relajarse, alejarse del barullo del Congreso y comer con tranquilidad. En el Congreso quedaron Soraya Sáenz de Santamaría y todo su equipo, para seguir preparando cada detalle de lo que se avecinaba. «Hubo tensión hasta el último segundo», comentan en Moncloa.
«Con ganas de torear»
A las 16 horas, se reanudó el debate. Rajoy llegó «con ganas de torear», según uno de sus asesores. Mientras, Rubalcaba se enteraba antes de entrar de la declaración del «jefe» de los socialistas catalanes, Pere Navarro, sobre la abdicación del Rey. «Le ha hecho un siete», apuntaron desde el entorno de Rajoy. «Ha sido una memez», resumió una diputada socialista. El caso es que el discurso del jefe de la oposición resultó confuso, desordenado… y eclipsado por el PSC.
Mientras el debate se producía en el hemiciclo, en la zona de gobierno del Congreso bullía la actividad de los asesores de los ministros. Cada crítica que hacía Rubalcaba, el asesor correspondiente buscaba el argumento del Gobierno con datos concretos y se lo transmitía al secretario de Estado de Relaciones con las Cortes, que lo convertía en una ficha, para pasársela ya a Rajoy.
«Que se noten los esfuerzos»
Al mismo tiempo, Santamaría coordinaba toda la información y no dejaba de pasar notas al presidente. Los populares dieron por ganado el debate cuando Rubalcaba fue incapaz de rebatir los datos sobre la reforma laboral que estaba criticando, y cuando Rajoy le dejó pegado a su asiento con nueve palabras: «Yo no he pedido su dimisión. No me interesa».
A la mañana siguiente, Rajoy llegó al Congreso visiblemente más cansado, tras la tensa sesión del día anterior, que acabó a las 22.15. Sus respuestas a los portavoces minoritarios resultaron desabridas en muchos casos, pero el trabajo ya estaba hecho. Cuando el presidente del Congreso, Jesús Posada, cerró la sesión a la una de la tarde, los populares dedicaron una larga ovación a Rajoy.
El presidente se refugió después en la zona de gobierno, donde recibió la felicitación de sus ministros. Rajoy estaba contento, pero ahí mismo les advirtió que «lo importante es la calle». «Ganar el debate está bien políticamente, pero lo importante es que en la calle se noten los esfuerzos que estamos haciendo, para que la gente confíe en el Gobierno», les dijo a los suyos.
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